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LA CONSOLIDACIÓN DEL PRIÍSMO

Ya tienen Estatuto

La verdad es que me había propuesto no escribir sobre el nuevo Estatuto de Cataluña. Me parecía todo demasiado obvio: que no se iba a llegar al 50% de participación, que el texto, tosco, contradictorio, inconstitucional en gran medida –a pesar de la anchísima manga de la Constitución de 1978–, soberanista e intervencionista, iba a ser aprobado por el 30% del electorado o poco más. Y, por supuesto, que la clase política catalana iba a dar por bueno lo que no lo era, iba a atribuir legitimidad a su Frankenstein político aun cuando careciera de ella a ojos vista y el célebre 90% de apoyo del Parlamento catalán se hubiera reducido a un tercio en su traslado a las urnas.

La verdad es que me había propuesto no escribir sobre el nuevo Estatuto de Cataluña. Me parecía todo demasiado obvio: que no se iba a llegar al 50% de participación, que el texto, tosco, contradictorio, inconstitucional en gran medida –a pesar de la anchísima manga de la Constitución de 1978–, soberanista e intervencionista, iba a ser aprobado por el 30% del electorado o poco más. Y, por supuesto, que la clase política catalana iba a dar por bueno lo que no lo era, iba a atribuir legitimidad a su Frankenstein político aun cuando careciera de ella a ojos vista y el célebre 90% de apoyo del Parlamento catalán se hubiera reducido a un tercio en su traslado a las urnas.
No obstante, la perruna obsecuencia de buena parte de la prensa nacional y de toda la prensa local al juzgar los resultados me obliga a hacer algunos comentarios al respecto. El primero tiene que ver con lo que, desde su nacimiento, sostuvo Ciudadanos de Cataluña: que la política catalana en general, sin excepciones, vivía y vive en un mundo ideológico, económico y social que poco o nada tiene que ver con la realidad ideológica, económica y social de los catalanes de a pie.
 
Algunos de los fundadores llevábamos no menos de quince años hablando de ello y escribiendo sobre ello, lo mismo que no pocos de los amigos que finalmente no se asociaron a la iniciativa: la enorme mayoría de los que vivimos en Cataluña lo hacemos en condición de persas asombrados desde hace mucho tiempo. El durísimo revés del domingo 18 no les hará variar un ápice su postura: basta con declarar que se ha ganado para que la realidad se someta y la derrota devenga triunfo.
 
El segundo tiene que ver con la clase política española en general y catalana en particular, de la que el PP ha sido excluida, a pesar de todos los esfuerzos de conciliación hechos por Josep Piqué, condenados al fracaso desde antes de comenzar y, por lo tanto, sin otro sentido que el de hacerle perder aún más base electoral al PPC.
 
Pasquall Maragall.Esa clase política es inamovible, y es la realización del proyecto priísta de perpetuación del presidente de la sonrisa, que se apoya en el delirio del Ludwig de Baviera que ocupa la Generalidad; en la soberbia mafiosa de los dirigentes de ERC, con su base hipertrofiada por un sistema electoral perverso que privilegia a las minorías a condición de que sean periféricas, porque, de extenderse, acabaría por dar algún diputado a Falange Española, y en el afán de conservación de los empleos de los dirigentes rojiverdes de la izquierda comunista, que tuvieron la habilidad necesaria para sobrevivir a Carrillo sin poseer siquiera un base digna de tal nombre.
 
El método del inquilino de la Moncloa, que está convencido de que lo suyo es un leasing y de que al final podrá quedarse con la casa, es el de Juntacadáveres, el rufián de Juan Carlos Onetti, reclutador de prostitutas viejas para burdeles nuevos: si la unión no hace la fuerza, la necesidad hace el resto. El PSOE, federal o no, sumado a los partidos nacionalistas, que se crearán donde no los haya, determina que el PP sólo ganará las elecciones por mayoría absoluta o no las ganará jamás. Y entonces el Partido por antonomasia será Régimen por siempre jamás.
 
El tercero tiene que ver con las consecuencias del Estatuto, que no es un final sino un comienzo. Tal como está el engendro, tiene una vida media estimada de entre dos y diez años, al cabo de los cuales todo volverá a empezar. La caducidad vendrá determinada por lo que suceda en el País Vasco, o, más exactamente, por la velocidad a la que suceda, si los protagonistas no se estrellan por el camino.
 
Los españoles no cerramos una etapa, ni bien ni mal, con la aprobación del documento, sino que abrimos otra: la de la "profundización de la autonomía del País Vasco", o sea, la de la independencia, aunque se la vista de seda, de ese País Vasco con algunos añadidos, tal que Navarra, si al energúmeno born to kill que hoy es juzgado por el asesinato de Miguel Ángel Blanco no se le ocurre que por qué no reclamar Burgos y Cantabria, que también están a un paso.
 
El Estatuto de Cataluña se ha cerrado "como sea" para permitir el inicio formal de lo que el amo de Moncloa y Ferraz llama "proceso de paz": las reuniones, sin luz ni taquígrafos, del Gobierno con ETA. Que, dice él, "no tendrá un precio político". Ya lo tiene: Cataluña es un poco menos España desde el pasado domingo, Andalucía se ha echado a andar hacia la idea de que Al Ándalus es España y el resto será tierra conquistada, como quería el padre de la patria andaluza, Blas Infante, reconocido como tal en el articulado del Estatuto de Autonomía de Andalucía aún vigente. Galicia ha entrado de lleno en la pasión nacional, como ha explicado en este diario Cristina Losada ayer mismo. Todo eso es precio político pagado a ETA.
 
Las embotelladoras de Coca Cola rotularán en catalán, vascuence light, gallego (habrá que ver si luso o del otro), aragonés, bable, fabla, si distribuyen en los alrededores de Sanabria, y árabe, claro está, aunque eso ya lo hacen para un mercado más amplio que Andalucía. Ah, y en castellano, porque todavía quedamos algunos dispuestos a seguir insistiendo en ello.
 
El precio político se está pagando desde el 11 de marzo de 2004: si ETA nada tuvo que ver con el atentado, como sostienen la fuentes oficiales, habrá que reconocer que los réditos que obtuvieron de él son más que abundantes, desde la división de las víctimas del terrorismo vía Majón-Peces Barba hasta la tolerancia del fiscal general del Estado.
 
El Estatuto de Cataluña y los contactos de Pachi López con los terroristas, que son simultáneos, conducen a la aprobación a medio o corto plazo del Plan Guevara, que es el Plan Ibarreche con la firma de un nacionalista cooptado por el PSE: profundización del autogobierno. Simultáneo también al proceso de reconocimiento de la nación andaluza/andalusí y de la "nación de Breogán", que, lamentablemente para sus promotores, carece del adecuado Braveheart. Y todo con gobiernos autonómicos PSOE/BNG, PSOE/PNV/ETA, PSOE/ERC/IU o PSOE/CiU/IU, etcétera. Incluso en Valencia, con sus incómodos pactos con el PP, y exceptuando Murcia, la gran ignorada, que terminará alojando a todos los españoles residuales que ya no quepamos en Castilla y Madrid: al final, nos matarán de sed.
 
Rosa Díez.Y para esto, el hecho de que sólo un tercio de los catalanes hayan avalado el sí en un referéndum no es ni siquiera una pequeñísima china, un grano de arena en el zapato de Zapatero: basta con negarlo, o con afirmar lo contrario, como han hecho La Vanguardia, El País, El Periódico y otra prensa adicta, que celebró el éxito por todo lo alto con enormes titulares. Para que el proyecto siga adelante.
 
El cuarto y último comentario se refiere a los socialistas que han dejado de serlo pero se aferran a una ilusión muerta: baste con citar a Rosa Díez y a Maite Pagazaurtundúa, que insisten en poner su fe en un partido que sostiene a sus enemigos, dicho sea esto con todos los respetos por ellas. El expediente interno para la expulsión de Rosa Díez no es una invención de Pedro J. que, a la vista del escándalo que suscitaría su expulsión, muy diferente y mayor que el que produjo su separación del puesto que ocupaba en el Parlamento Europeo, les decidiera a hacerlo desaparecer y negar su existencia, es otra cosa. Esto lo sé yo, lo saben mis lectores y lo sabe Rosa Díez, quien sin embargo persiste en sostener que ella es ante todo socialista y, por lo que he leído en un periódico, se siente cómoda en su partido.
 
Claro que su partido es deletéreo para España, y no sólo en el sentido de su integridad territorial, también en su política: exterior, económica, de medio ambiente, de inmigración, de vivienda, de educación, de salud. Las cosas que se hacen, se hacen a pesar del Gobierno, por la inercia que aún da lugar a que en algunos rincones sobreviva la iniciativa. Pero eso no cuenta, lo que cuenta es la mística que rodea al término "socialista".
 
¿Adónde va a ir Rosa Díez si no está en el PSOE? ¿A formar con sus enemigos del PP, que son los únicos que, por decencia, la cuidan un poco? ¿Al casi anonimato de Cristina Alberdi? No: el partido, o los principios del partido sin partido, son sagrados. Algunos no han tolerado seguir en la estructura, pero se han puesto a construir alternativas políticas del mismo sentido o a trabajar en plataformas que se ocupan de asuntos puntuales, con escasos resultados. Peor aún: con el resultado de dar testimonio de su propia condición minoritaria, de su carácter de hoja en la tormenta que otros manejan.
 
Digo con enorme tristeza que, en la negociación que ahora se inicia, el papel de ATV, Foro Ermua, Asociación por la Tolerancia, Ciudadanos de Cataluña, etcétera, va a ser tan emocionante y tan irrelevante como el del PP.
 
 
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