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UN HITO DEL SIGLO XX

... Y Zola escribió: "J'accuse!"

El 13 de enero de 1898 el periódico L'Aurore publicó una extraordinaria carta abierta de Émile Zola al presidente de la República Francesa acerca del caso Dreyfus, esa parodia de proceso que le valió al absolutamente inocente capitán Alfred Dreyfus una condena de por vida y en solitario en la Isla del Diablo, una colonia penal abominable situada frente a las costas de Sudamérica.

El 13 de enero de 1898 el periódico L'Aurore publicó una extraordinaria carta abierta de Émile Zola al presidente de la República Francesa acerca del caso Dreyfus, esa parodia de proceso que le valió al absolutamente inocente capitán Alfred Dreyfus una condena de por vida y en solitario en la Isla del Diablo, una colonia penal abominable situada frente a las costas de Sudamérica.
Zola era por aquel entonces el escritor más popular de Francia, y su apasionado alegato en defensa de Dreyfus, que a la vez era una denuncia del tribunal militar que lo condenó y del propio Gobierno francés, a los que acusaba de encubrimiento, cautivó a la nación y obtuvo una amplia resonancia en el mundo entero.
 
La 808 Gallery de la Universidad de Boston ha expuesto recientemente esa portada de L'Aurore, la más célebre de todas las portadas que el periodismo ha parido, con su aún más célebre titular: "J'accuse!", así como otros documentos y objetos relacionados con dicha historia. La muestra se titulaba "El poder de los prejuicios: el caso Dreyfuss", y contó con el patrocinio de la BU Hillel House y el New Center for Arts & Culture de Boston.
 
El caso Dreyfus fue el primer proceso legal convertido en espectáculo mediático; con él nació algo que hoy en día damos por sentado: la capacidad de los medios para galvanizar y modelar la opinión pública.
 
Todo empezó cuando se descubrió una carta en la que se ofrecía a los alemanes secretos militares franceses. Tras una investigación de lo más inepta, el jefe de la Inteligencia militar gala, un antisemita redomado, puso en el disparadero a Dreyfus, el único judío del Estado Mayor. Lo cierto es que el acusado era un ardiente patriota francés que desde niño soñaba con servir a su país vestido de uniforme.
 
Alfred Dreyfus.El tribunal condenó a Dreyfus sobre la base de un informe falsificado. En una humillante ceremonia pública de degradación celebrada en la Escuela Militar, le rompieron la espada y le arrancaron los galones. Según el historiador Paul Johnson, mientras Dreyfus proclamaba vehementemente su inocencia, "una turba enorme y excitada comenzó a gritar: '¡Muerte a Dreyfus! ¡Muerte a los judíos!'".
 
Pocos meses después, el nuevo jefe de la Inteligencia militar dio con el auténtico villano, el mayor Ferdinand Walsin-Esterhazy. Los partidarios de Dreyfus –los dreyfusards exigieron entonces que se reabriera el caso, pero los oficiales de alto rango, decididos a librar al ejército de la vergüenza, conspiraron para proteger al traidor, por lo que Esterhazy acabó siendo absuelto por un tribunal castrense de lo más grotesco.
 
Fue entonces que Zola decidió escribir el "J'acusse!".
 
El caso Dreyfus generó una ola de histeria antisemita, en gran parte alimentada por la prensa. En la exposición de la Universidad de Boston había pósters, titulares de periódico y viñetas que presentaban a los judíos como serpientes, alimañas o estafadores de nariz ganchuda, como una raza despreciable de la que Francia debía verse purgada. Uno de los carteles pedía el voto para un sujeto, Adolphe Willette, que tenía a gala presentarse como "candidato antisemita".
 
El caso Dreyfus desató la primera gran oleada de antisemitismo político moderno; fue un precedente del terror nazi, que devoraría Europa pocas décadas más tarde.
 
El artículo de Zola movilizó a los dreyfusards, entre los que se contaban muchos de los principales escritores, artistas y académicos de la época. Aquí nació algo que también hoy se da por sentado: la activa participación de los intelectuales en las controversias que tienen que ver con la cultura y los valores. Para los partidarios de Dreyfus, lo que estaba en juego era la democracia y el Estado de Derecho franceses; los detractores del capitán temían, en cambio, que estuvieran en riesgo la tradición y la estabilidad del país.
 
La lucha, que se prolongó por espacio de doce años, dividió a la sociedad francesa y transformó irremediablemente el siglo XX.
 
Finalmente Dreyfus fue liberado, absuelto, rehabilitado; y condecorado, en una ceremonia pública, con la Legión de Honor. Su patriotismo no se resintió. Participó en la I Guerra Mundial y después vivió en un discreto retiro hasta su fallecimiento, en 1935.
 
Los efectos del caso Dreyfus sobrevivieron al capitán. El antisemitismo conoció la  institucionalización, y los anti-dreyfusards acabaron conformando el núcleo profascista del régimen de Vichy. El periodista austríaco Theodor Herzl, luego de asistir, estupefacto, a la degradación de Dreyfus, se puso a escribir El Estado judío, el libro que sentó las bases del sionismo moderno.
 
De todo lo que puso en marcha el caso Dreyfus, lo que más ha marcado la vida moderna, para bien y para mal, ha sido el influjo de la prensa. Cuando Zola escribió su "J'accuse!", una nueva era echó a andar...
 
 
JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.
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