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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

"Vox Populi"

Romano Prodi fingió indignarse ante las acusaciones de antisemitismo contra la Comisión Europea, las cuales, a mi modo de ver, no son nada en comparación con las subvenciones de esa misma UE al terrorismo palestino, que comienzan solamente a ponerse en tela de juicio, pero siempre hipócritamente: menos subvenciones para Hamás, pero más para Arafat, cuando, desde el punto de vista del terrorismo.

Romano Prodi fingió indignarse ante las acusaciones de antisemitismo contra la Comisión Europea, las cuales, a mi modo de ver, no son nada en comparación con las subvenciones de esa misma UE al terrorismo palestino, que comienzan solamente a ponerse en tela de juicio, pero siempre hipócritamente: menos subvenciones para Hamás, pero más para Arafat, cuando, desde el punto de vista del terrorismo.
Habíamos tomado el taxi en Orly de vuelta de Madrid y el taxista, marroquí, resultó ser muy parlanchín. Cansado y de mal humor, arrinconado en el asiento de atrás, yo no tenía ganas de hablar, pero Nina se puso a conversar. De todas formas, tuve la impresión de que el taxista no necesitaba interlocutor para hablar por los codos. Empezó contándonos su vida: una empresa francesa, ya no recuerdo de qué, y además, en el estado en que iba, me importaba un bledo, una empresa, pues, le había contratado, pero al cabo de un par de años quebró y tuvo que buscar trabajo. No lo encontró en su oficio y al no querer volver a Marruecos —de eso ¡ni hablar!— decidió hacerse taxista.
 
Nos estuvo explicando sus horarios, sus trucos para ganar un poco más, pero yo, cansado y malhumorado, apenas escuchaba, hasta que oí que Nina hacía una alusión al fanatismo religioso. ¡La que se va a armar!, pensé, cansado y de mal humor. ¡De eso nada! Gritó el taxista, yo desconfío de todos esos que hablan "en nombre de Dios". Dios lo sabe todo, está en todas partes, no necesita intérpretes, además, son todos unos farsantes. Yo soy musulmán, sí, pero mi religión tiene reglas muy sencillas: respetar a los padres, cuidar bien de su familia, trabajar honestamente y confiar en Dios. Vaya, pensé, cansado y malhumorado, con musulmanes así podemos recorrer juntos un buen trecho. A propósito de la familia, se puso a contarnos que cuando enfermó su padre, un cáncer, creo recordar, fue a Marruecos para llevarle al hospital. ¡Un infierno! Los hospitales en Marruecos son un infierno, repitió varias veces. Colas en los pasillos, en las escaleras, centenares de personas esperando horas y más horas para que les vea un médico y, cuando lo logran, les receta un tubo de aspirinas y al siguiente. Nos hizo una descripción dantesca de los hospitales de su país, hasta el punto de que le agarró a su padre del brazo y se lo llevó a un hospital de París. Que los hospitales franceses, sin ser "los mejores del mundo", como dicen ellos, sean mejores que los marroquíes, no es de extrañar.
 
Llevado por su incansable locuacidad, nos resumió una historia de Marruecos bastante peregrina: su país era el único que había resistido a todas las invasiones, vencido a todos sus enemigos, permanecido siempre independiente y soberano. Vaya, vaya, pensé, pero, cansado y de mal humor, no dije nada. Incluso el "protectorado" francés no fue una colonización sino un acuerdo entre las autoridades francesas y marroquíes, contra España. Vaya, vaya, me dije, y cuando el Gobierno francés deportó a Madagascar al abuelo del rey actual, a Mohamed V, y puso en su lugar el títere de El-Glaui ¿fue una muestra de la eterna independencia marroquí? Pero tampoco dije nada; cansado y malhumorado, me limité a gruñir. Pero Nina, que seguía conversando amablemente, le preguntó qué pensaba del rey actual. Entonces todo cambió. No es que esté mal, pero las promesas que nos hizo no han sido cumplidas y, sobre todo, está demasiado sometido a los USA. Fíjense que estaban previstas gigantescas manifestaciones contra Israel y, por órdenes de Washington, el rey las prohibió. De pronto, surgió el odio, el odio fanático a Israel, a los USA, a la satánica alianza "yanquisionista". Repetía, dando brincos, todos los tópicos de esa propaganda que de sobra conocemos. Claro, se las arregló para "perderse" al llegar a nuestro barrio, y ganar así unas pelas más. Pero eso lo hacen todos.
 
Puedo equivocarme, no faltaba más, pero considero a los taxistas, a ciertos taxistas, conviene precisar, como a ciertos comerciantes, cafeteros y demás, como buenos representantes de la "vox populi". Con todas las excepciones habituales, como aquel taxista, miembro de ya no recuerdo qué secta, el cual afirmaba que eran los extraterrestres quienes dominaban el mundo, pero que no eran malos, eran bondadosos, y que si se les reconocía y respetaba, podían mostrarse muy cariñosos. Tuve un momento de pánico, no porque me asusten los extraterrestres, sino porque, tan entusiasmado con su tema, conducía mirando hacia atrás, para convencernos, y temí que nos estrellara contra un farol o un muro.
 
Más recientemente, después de una misa por mi cuñado, Jean-Marie Soutou, que acababa de morir, en una iglesia de Neuilly-sur-Seine, al haber sido muy latoso el viaje en metro y autobús (ya no tenemos coche) le dije a Nina que volviéramos en taxi. El recorrido es bastante largo y el taxista resultó también parlanchín. Se puso a hablar de política y declaró que los políticos que él prefería eran François Leotarde y Alain Madelin. Bueno, dije, le entiendo, pero resulta que están muy marginados, hasta el punto que Leotard ha abandonado la política. ¡Claro! Se indignó, es Mohamed Chirac quien les ha arrinconado Y soltó una serie de indignadas parrafadas contra Mohamed Chirac, y su seudo "gran política árabe". Sin tener el talento de Oriana Fallaci, decía cosas bastante parecidas. Por lo general, la xenofobia popular francesa se expresa contra todos los extranjeros, los "macaronis" (italianos), los "polaks" (polacos), los "boches" (alemanes), los "spingouins" (españoles), los "bougnoules" (árabes), los "youpins" (judíos), etcétera, pero este taxista no, no era racista "antimoro", estaba políticamente en contra, y hasta declaró que Israel era la única democracia de la región y que tenía derecho a defenderse contra el terrorismo. No es ésta una opinión muy frecuente en Francia, ni en España, ni en la UE.
 
Por cierto, el Congreso Judío Mundial acaba de acusar a la Comisión Europea de antisemitismo, basándose, entre otros datos, en un reciente sondeo que considera manipulado y en el que Israel resulta ser el país más peligroso para la paz. Que exista en Europa un fuerte y, a mi modo de ver, erróneo, sentimiento anti Israel es indudable, sobran ejemplos, y que ese sentimiento se refleje en sondeos no es de extrañar, pero resulta que en otro sondeo se condenaba también el terrorismo palestino, y eso la Comisión Europea lo censuró radicalmente. Romano Prodi fingió indignarse ante estas acusaciones de antisemitismo, las cuales, a mi modo de ver, no son nada en comparación con las subvenciones de esa misma UE al terrorismo palestino, que comienzan solamente a ponerse en tela de juicio, pero siempre hipócritamente: menos subvenciones para Hamás, pero más para Arafat, cuando, desde el punto de vista del terrorismo, son lo mismo. Internet ha proclamado a Romano Prodi jefe de la izquierda en las próximas legislativas italianas. ¡Pobre Italia! Van a tener que elegir entre el cretino de Prodi, náufrago de la corrupta Democracia Cristiana, y Berlusconi, quien es lo que es. Fini es mucho mejor, pero tal vez no esté aún bastante "maduro".
 
Al final de ese largo recorrido desde Neuilly, el simpático taxista, políticamente correcto para nosotros, se puso a hablar de gastronomía con Nina, y le dio varias recetas que tenía de su madre, que vivía en la Alta Saboya, y a la que, a todas luces, veneraba. Como el taxista marroquí.
 
 
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