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ECONOMÍA

¡Viva el libre comercio!

Hay gente que me odia porque defiendo el libre mercado. Una vez, en Nueva York, un tipo me abordó en plena calle y me dijo: "Ojalá te mueras pronto". ¿Por qué esa hostilidad al comercio? ¿Hay algo mejor que llegar a acuerdos con quien quieras? Sospecho que la ignorancia en materia económica lleva a muchos a creer que, siempre que dos personas intercambian bienes y dinero, una gana y la otra pierde. Si los ricos capitalistas obtienen ganancias, los pobres y los débiles sufren.

Hay gente que me odia porque defiendo el libre mercado. Una vez, en Nueva York, un tipo me abordó en plena calle y me dijo: "Ojalá te mueras pronto". ¿Por qué esa hostilidad al comercio? ¿Hay algo mejor que llegar a acuerdos con quien quieras? Sospecho que la ignorancia en materia económica lleva a muchos a creer que, siempre que dos personas intercambian bienes y dinero, una gana y la otra pierde. Si los ricos capitalistas obtienen ganancias, los pobres y los débiles sufren.
Eso no es más que un mito.
 
¿Cuántas veces ha pagado un dólar por un café y dado las gracias a la cajera, inmediatamente después de que ella le haya dado a su vez las gracias? "Gracias". "Gracias a ti". En ese intercambio, en ese "gracias-gracias" hay una extraordinaria fuente de conocimiento económico.
 
Usted deseaba más el café que el dólar que pagó por él; justo lo contrario de lo que deseaba la cafetería que se lo sirvió. Se produjo un intercambio, y las dos partes, usted y la cafetería, ganaron.
 
Ya ha llovido desde que los economistas comprendieron que, cuando dos personas comercian entre sí, cada una de ellas desea lo que tiene la otra más de lo que aprecia lo que ya tiene. Así pues, consideran que los bienes objeto de intercambio son desiguales en términos de valor. Cada una de ellas se desprende de algo que desea menos que aquello que va a conseguir en el intercambio. O sea, que no es cierto que una gane y la otra pierda. Si ése fuera el caso, no habría trato, por la oposición del potencial perdedor. Ambos ganan.
 
Retomemos el ejemplo del café. Por supuesto, nos gustaría pagar menos por él. De hecho, siempre queremos pagar menos. Y que nos paguen más, ya sea por nuestros productos o por nuestras horas de trabajo. Lo que importa es que usted pagó un dólar por el café. Da igual, además, el lugar donde lo comprara. De ahí que me eche a temblar cada vez que escucho a los políticos decir cosas como: "Creo en el libre comercio, pero ha de ser un comercio justo". Esta perla es de un aspirante a la Presidencia, el ex gobernador de Arkansas Mike Huckabee.
 
"Comercio justo" es uno de los nombres en clave del proteccionismo; de un proteccionismo que se disfraza de represalia contra otros países, que pueden o no ser a su vez proteccionistas. Y mal, muy mal está la cosa cuando hasta los republicanos hablan de comercio "justo" en vez de "libre".
 
Deberíamos practicar el libre comercio con independencia de lo que hagan los demás. ¿Por qué? Porque la libertad es buena en sí misma. Que los Gobiernos extranjeros quieran perjudicar a sus ciudadanos no parece razón suficiente para dejar al nuestro que nos machaque a modo...
 
Las fronteras políticas son accidentes históricos o el fruto de decisiones arbitrarias. Y, en términos económicos, son intrascendentes. Cuando se las deja en libertad, las gentes comercian por sobre las fronteras con tanta naturalidad como lo hacen por encima de las divisiones políticas existentes en el seno de sus propios países.
 
El comercio es el comercio. Todos lo que toman parte de él salen ganando. "Gracias". "Gracias a ti". Si usted es de lo que se preocupan por el déficit comercial con, pongamos, China, imagine que el gigante asiático se convierte en el 51º estado de la Unión: en tal caso, inmediatamente dejaríamos de hablar de ese presunto déficit. ¿A quién le importa si Nueva York tiene un déficit comercial con Pensilvania? Si es que ya lo dijo Adam Smith: "Nada hay más absurdo que toda esa doctrina sobre el equilibrio comercial". Y algo parecido viene diciendo Sheldon Richman desde las páginas de la revista The Freeman: "Lo cierto es que no hay importaciones y exportaciones. Sólo existe lo que hace la gente (...) Pocos serían los que quisieran vivir sólo con lo que ellos mismos pudieran producir".
 
Una vez hemos elegido el comercio en vez de la autosuficiencia, lo único que hacemos es discutir cuán grande ha de ser la zona de libre comercio. Y como el comercio es necesariamente beneficioso para todas las partes, la respuesta es bien sencillita: cuanto más grande, mejor.
 
Y si abarca todo el planeta, pues mejor que mejor.
 
 
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