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EL ARTE DE (SOBRE)VIVIR

Venezuela enrejada

Para este verano no tengo mejor consejo, queridos lectores, que sugerirles mis relecturas para sobrevivir a la entrevista entre Hugo Chávez Frías y Rodríguez Zapatero. Relean, por favor, el libro básico para comprender el lugar común de donde surgen Chávez y Rodríguez Zapatero. Vuelvan, por favor, a leer el libro de Carlos Rangel, el gran escritor venezolano, Del buen salvaje al buen revolucionario, y hallarán el resentimiento que uno y otro han desarrollado contra Occidente y, especialmente, contra la democracia más representativa del mundo civilizado: EEUU.

Para este verano no tengo mejor consejo, queridos lectores, que sugerirles mis relecturas para sobrevivir a la entrevista entre Hugo Chávez Frías y Rodríguez Zapatero. Relean, por favor, el libro básico para comprender el lugar común de donde surgen Chávez y Rodríguez Zapatero. Vuelvan, por favor, a leer el libro de Carlos Rangel, el gran escritor venezolano, Del buen salvaje al buen revolucionario, y hallarán el resentimiento que uno y otro han desarrollado contra Occidente y, especialmente, contra la democracia más representativa del mundo civilizado: EEUU.
Mientras buscan este libro, aquí les dejo algunos párrafos de otro que yo releeré para confirmarme en mis juicios. La obra se publicó a finales de 2002. Creo que aún tienen vigencia. Lean:
Cuando Hugo Chávez llegó al poder me parecía bastante sospechoso que la palabra democracia hubiera cedido ante el empuje del vocablo revolución. Más aún, cuando era utilizada, estaba casi siempre asociada al maldito vocablo corrupción. ¡Mal empezábamos! Pero yo no quería enjuiciar la labor política del nuevo presidente de Venezuela y su partido político, siquiera fuera por respeto al sentimiento de entusiasmo que había creado la llegada de Chávez en muchos buenos ciudadanos venezolanos. También era prudente, en los primeros momentos, dar un poco de calma a nuestros juicios sobre el proceso venezolano por deferencia al silencio respetuoso y posibilista que guardaban excelentes intelectuales y políticos venezolanos, que eran muy conscientes de que el antiguo sistema político no conducía a ninguna parte. Por supuesto, tampoco podía olvidarse a la hora de emitir una opinión sobre la política chavista que un buen número de dirigentes del Polo Patriótico, partido de Chávez, y formaciones políticas coaligadas con él, eran demócratas de contrastada solvencia política, incluso yo conocía personas con importantes responsabilidades en la esfera de la Presidencia con señas democráticas intachables.
 
Sin embargo, la euforia para unos, y la resignación para otros, que embargaba a una buena parte de la sociedad venezolana con la llegada al poder de Hugo Chávez contrastaba con el desasosiego generalizado de quien observase el proceso desde el exterior, que al poco tiempo se convertía en preocupación y rechazo. Por mi parte siempre sospeché que la cuestión social paralizaría durante mucho tiempo el proceso democrático en Venezuela. El empobrecimiento creciente de todos los estratos sociales, y el desgarrado proceso de miserabilización de los más pobres, nunca han sido condiciones para generar poder democrático alguno, sino para buscar salidas populistas más o menos rápidas que, en la mayoría de los casos, sólo llevan a causar más frustración y miseria. La primera visita del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, a Cuba fue todo un signo de los nuevos tiempos de la política venezolana. Lo peor que podría suceder estaba a la vista: la cuestión democrática, objetivo fundamental de la política del nuevo siglo en el mundo más progresista, podría ser aparcada por la cuestión social, que es un viejo tema de otra época. Esta gente no acepta de ningún modo resolver los graves problemas sociales a través del desarrollo democrático.
 
Otra vez el populismo, acompañado de buenas dosis leninistas-estalinistas, había hecho acto de presencia en América Latina para arruinar la democracia, pero ahora venía acompañada por la utilización retórica de Simón Bolívar. Quien, sin embargo, en 1830, poco antes de morir dijo unas palabras que no creo que estén en sintonía con la política de Chávez: "He mandado veinte años, y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos: 1. La América [Hispana] es ingobernable para nosotros; 2. el que sirve una revolución ara en el mar; 3. la única cosa que se puede hacer en América es emigrar; 4. este país [la Gran Colombia, luego fragmentada entre Colombia, Venezuela y Ecuador] caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos, casi imperceptibles de todos los colores y razas; 5. devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos; 6. si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, éste sería el último período de la América (…)
 
Estoy en Caracas. Me recreo mirando el Ávila. Desde la ventana de mi hotel, sin necesidad de inclinar el cuerpo hacia fuera, recibo el poderoso sol de las ocho. Quizás porque es sábado se ven pocos transeúntes por la calle. La bella naturaleza del trópico hace parpadear a la tierra, y el Ávila, una de las más bellas montañas de América, se levanta sobre la ciudad para darle quietud y calma a los ojos nerviosos del viajero. Cuando el Ávila desaparece como referencia, sólo nos quedan superbloques de viviendas, casitas, chabolas, la intemperie y la violencia. La producción del petróleo venezolano, aposentada en territorios muy alejados de la capital, tiene en Caracas su principal efecto: la violencia parece el medio adecuado para vivir. El bello sueño de la "Gran Venezuela" de la época del primer esplendor petrolero se convirtió en una horrible pesadilla. Caracas: ciudad enrejada. Nada es controlable. La ley de los poderosos, delinquir, es también el código de los humildes. Lo inmediato es lo decisivo. Desde los cerros poblados de ranchitos, miles de seres humanos miran con resentimiento y agresividad a quienes parecen sus semejantes. ¡Quien no se inquiete en Caracas es que no tiene corazón!
 
Y encima los sufridos ciudadanos de Caracas, aunque sólo sea por proximidad física, son los primeros en sufrir los toscos "discursos" del Presidente, quien no cesa de lanzar soflamas incendiarias contra la endemoniada corrupción. Un destino dramático parece cebarse sobre este país caribeño. Los ciudadanos piden comprensión y ayuda al exterior. Pero, a pesar de los atropellos de Chávez contra el débil Estado de Derecho venezolano, las democracias occidentales siguen viendo este régimen entre lo impredecible y el autoritarismo, entre la legitimidad de origen y el desmontaje de leyes para obtener más poder. Parece que cualquier ambigüedad es correcta, mientras ayude a no criticar con contundencia a Chávez. ¿Por qué EEUU y sus aliados son tan suaves a la hora de criticar el régimen venezolano? ¿No será acaso porque Venezuela es el tercer proveedor de crudo de EEUU? ¡Quién lo sabe!
 
Lo cierto es que en Venezuela las clases medias están en vías de extinción. Los profesionales mejor preparados abandonan el país, como si de un exilio se tratara. Los intelectuales, que aún no han logrado acomodo en otro lugar, resisten en los medios de comunicación para protestar contra un régimen político tan "autoritario" como ineficaz, y tan militarizado como cubanizado. "Esto es horrible", me comenta Antonio Cova, comentarista de televisión y columnista de El Universal, en la librería Macondo. Un nutrido grupo de intelectuales, que por un momento me han recordado a los disidentes cubanos, insisten en las palabras de Cova, pero insinuando que quizá lo peor esté aún por venir. Pues si la estética de Chávez recuerda la horrible verborrea castrista, su ética es aún más penosa: aburre y molesta, cuando habla; pero es temido y asusta, especialmente cuando calla.
 
Escucho todo eso y siento pena, e incluso un poco de vergüenza, por haberlo intuido poco antes de aprobarse la actual Constitución (…) Pero todo esto no será lo peor, pues que una vez aprobada la Constitución, el proceso de "desciudadanización" será casi absoluto y los militares estarán en todas partes (…) Entre la perplejidad y la extrañeza, entre la duda y la resignación, tampoco mi posición es inequívoca sobre el futuro de Venezuela, después de asistir en Caracas, dos semanas antes de la Cumbre del G-8 en Génova, a una Cumbre organizada por el Gobierno de Venezuela (más concretamente por los representantes del grupo parlamentario de Venezuela en el Parlamento Latinoamericano) sobre "Deuda social e integración latinoamericana", que fue inaugurada con una soflama de Chávez que duró más de dos horas.
 
Acompañándose de chistes de mal gusto, durante su intervención en el Círculo Militar de Caracas, dejó claro que su modelo de gobernabilidad no podía ser otro que Cuba, pues, según Chávez, este país siempre cumple fielmente sus compromisos internacionales. Vuelta, por lo tanto, a las prácticas de los modelos tercermundistas de ejercicio de poder y, sobre todo, búsqueda permanente de fórmulas ideológicas de carácter totalitario, que obstruyan cualquier posibilidad de crear espacios de resolución de conflictos a través de políticas de reciprocidad y confianzas mutuas entre los diferentes actores (partidos, sindicatos, patronales, partidos, naciones, etcétera) del proceso político.
 
La democracia, en realidad la política, es inviable, según este discurso, porque todos los graves problemas de Cuba y Venezuela, por no poner más ejemplos de países con problemas de extrema pobreza, son responsabilidad, según estos gobiernos, de los países desarrollados del ámbito capitalista. Y si, por el contrario, alguien se atreviera a indicar que los problemas de pobreza residen en la carencia de libertades y en las limitaciones de las estructuras capitalistas de carácter nacional, la ideología victimista de estos regímenes sacará de los viejos baúles una especial teología de la historia, mitad leyenda negra y mitad complejo de inferioridad jesuítico-luterano, para reivindicar un indigenismo desfasado y suicida que los ayude a culpabilizar de todos sus males, si no al imperio actual de EEUU, al viejo imperio español de conquistadores y ladrones de todas las grandiosas riquezas de Venezuela y Cuba.
 
El problema de este "discurso" no es su pobreza argumentativa, sino que es defendido con formas más sofisticadas allende de las fronteras cubanas y venezolanas. Por ejemplo, el componente tercermundista, que se aloja en el movimiento antiglobalización, encuentra en las fórmulas ideológicas de Hugo Chávez y Fidel Castro un referente para su actuación. Tristeza y abatimiento recorren las venas del pueblo de Venezuela. Como si el comunismo y todos sus horribles símbolos no hubieran caído en 1989, el chavismo defiende una estética tercermundista que hace daño a la vista. Los primeros tiempos de euforia que trajo a los más débiles, a los descamisados, la llegada al poder de Hugo Chávez ya han pasado.
 
Y, sin embargo, todo parece lleno de vida en Venezuela. La gente quiere vivir. El panorama para el pueblo venezolano es, en cierto sentido, parecido al escenario del final de la vida de Bolívar. Cuando el conspirador y masón Bolívar, tan gran libertador como suicida de su propio destino, triste y derrotado, le confiesa al desterrado Iturbide que no tiene otra aspiración que comerse un hervido de carne gorda en San Mateo. Hoy millones de venezolanos, imitando el final del gran libertador de las Américas, sólo desean tranquilidad y gozar de su tierra; pero una vez más en su historia, como si su destino estuviera sometido al peor de los maleficios, están enfrentados a solucionar un problema de pura supervivencia. Un país enrejado por la riqueza petrolera no ha tenido paciencia para resolver sus problemas y se ha entregado a las bravuconadas de un dictador-payaso, que se adorna con citas de Bolívar y Fidel Castro.
 
A pesar de todo, a pesar de los rostros de tristeza y melancolía de los venezolanos, reconozco que todavía queda energía ciudadana, poca, pero esperemos que sea suficiente para movilizarse contra un Gobierno torpe e ineficaz. Ojalá crezca la resistencia ciudadana, y que la oposición a Chávez en el exterior no se detenga. Los venezolanos buscan un respaldo moral externo para proseguir su lucha por las libertades.
 
También Chávez sabe que es en el exterior donde se está jugando su porvenir, quizá por eso quiere ser muy "progre" en este terreno hablando de los pueblos oprimidos, y otras retóricas tercermundistas, mientras no deja respirar a la oposición en el interior. He aquí otra de las perversas enseñanzas del castrismo para el régimen de Chávez, quien ha logrado cubanizar la bella Venezuela antes de que, como dice el militar ex-golpista, cante el gallo. Los espías de Castro hacen su agosto en un país hundido en la pobreza, y con unas tasas de delincuencia tan altas que son equiparables al número de víctimas de una guerra. ¡La cosa, como dice el venezolano de a pie, está brava!
Pues eso, amigos, que Chávez estará otra vez en España, porque sabe que su régimen sigue jugándose todo en el exterior. El interior está enteramente esclavizado.
 
Coda: Las citas son de mi libro Viaje a los ínferos americanos. El libro está publicado en la editorial Tecnos de Madrid en el año 2003, y por supuesto está censurado en Venezuela.
 
 
Pinche aquí para ver el CONTEMPORÁNEOS dedicado a AGAPITO MAESTRE.
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