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REPENSAR LA LITERATURA DEL 98

Valle-Inclán y la apología del terrorismo

Luces de Bohemia es una obra canónica en la literatura española del siglo XX. Es decir, está en el canon, entendiendo como tal los libros que nuestro Ministerio de Educación obliga a leer a los alumnos antes de entrar en la Universidad. En sus análisis, los críticos y los profesores nos enseñan cómo Ramón María del Valle-Inclán pasa por el tamiz del esperpento a toda la sociedad española de la Restauración tardía.

Nadie se salva de la sátira corrosiva, ni el ministro encumbrado ni el poeta malcomido. Bueno, alguien sí se salva: el anarquista catalán que comparte brevemente cárcel con Max Estrella. Los críticos se muestran comprensivos con el tratamiento que da Valle-Inclán a este personaje: “He aquí a alguien que no se rinde, no transige con la corrupción de su época. He aquí la rebeldía y el inconformismo ante un tiempo de tinieblas”. Aplauden, pues, el hecho de que la distorsión con que el autor observa a sus personajes (el espejo cóncavo del Callejón del Gato) no se aplique al anarquista que sufre cárcel, y más tarde el paseíllo en forma de ley de fugas.

Hay cierta trampa y, por qué no decirlo, deshonestidad intelectual en un Valle-Inclán que suspende su juicio crítico ante este personaje basado en la figura histórica de Mateo Morral. Éste, como se sabe, fue autor de uno de los mayores atentados terroristas de la historia de España. En su intento de matar al rey Alfonso XIII y a su esposa cuando marchaban en carroza el día de su boda, el anarquista Morral arrojó una bomba oculta en un ramo de flores, que no alcanzó a los monarcas, sino a la muchedumbre que los saludaba a su paso. Se calculan unos 60 muertos. Éste es el tipo al que loa Valle-Inclán, al igual que las luminarias que controlan nuestros departamentos universitarios de literatura.

Aducen, si cuestionados al respecto, que el régimen de la Restauración era una farsa, ante el cual las personas de bien habían de rebelarse (¿también con el asesinato de sus líderes y de las personas que por mala ventura estaban junto a ellos?). Las razones: una monarquía restaurada para frenar aventurismos políticos, dos partidos similares que se turnaban en el poder, clientelismo amplio y corrupto, enormes diferencias sociales. No alaban, en cambio, sus leyes estrictas pero justas que han durado un siglo, el respeto del régimen a las libertades individuales y el progreso económico de la época. Además, uno se malicia que si estos críticos aplicaran tan estricto rasero a la España de hoy como a la de la Restauración, tendrían que abdicar de sus puestos y tirarse al monte.

No abogo, obviamente, por prohibir la obra de Valle-Inclán. Me basta recordar que fue permitida en su tiempo (hoy le llevaría a la cárcel por apología del terrorismo). También sugiero que es hora de repensar nuestra admiración por los posicionamientos políticos de los histéricos del 98, y de contemplar con más simpatía al decente y burgués régimen de la Restauración.



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