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CATALUÑA

Una policía deslenguada

Como ya saben, la policía autonómica de Cataluña llevó a cabo la pasada semana una protesta tan extravagante como el nick que le da nombre, ese mossos d'esquadra. No en vano el modo en que los agentes manifestaron su desacuerdo con los recortes consistió en el uso preferente de la lengua castellana. ¿Con qué objeto?, se preguntarán. Tocar los huevos, así de simple.


	Como ya saben, la policía autonómica de Cataluña llevó a cabo la pasada semana una protesta tan extravagante como el nick que le da nombre, ese mossos d'esquadra. No en vano el modo en que los agentes manifestaron su desacuerdo con los recortes consistió en el uso preferente de la lengua castellana. ¿Con qué objeto?, se preguntarán. Tocar los huevos, así de simple.

El portavoz del sindicato SME-CCOO, Toni Castejón, en declaraciones a La Voz de Barcelona, empleó un desconcertante circunloquio, acaso inspirado en la retórica de El arte de la guerra, de Sun Tzu:

Como sabemos que lo que más les duele es la imagen, utilizaremos el castellano en las emisoras, usaremos en primer lugar el castellano al dirigirnos a los ciudadanos, y realizaremos las declaraciones en castellano. Es algo absolutamente legal porque es una lengua cooficial, aunque no es lo normal en los Mossos d’Esquadra, pero es una medida de presión frente a un gobierno nacionalista que sabemos que no les va a gustar.

Se trataba de un hecho insólito, pero no inédito. En 1996 los sindicatos policiales también recomendaron a los agentes que atendieran a los ciudadanos y se relacionaran con sus superiores y con los jueces exclusivamente en castellano. En aquella ocasión, los dirigentes sindicales Miquel Saperas y Xavier Llopart (de UPC y SAP, respectivamente) acusaron a Xavier Martorell, a la sazón director general de Seguridad Ciudadana, de ordenar a los jefes de sala de las brigadas de los Mossos d'Esquadra que anotaran el número de todos los agentes que siguieran la consigna de emplear el castellano.

Esta vez ha sido el propio Jordi Pujol, precursor del independentismo recreativo, quien ha amonestado a los agentes, no sin antes recordarles que fue él quien les dio vida conforme al modelo perpetrado por el ex director general de Seguridad Ciudadana Miquel Sellarès, un tipo que ya en su tierna adolescencia elaboraba dossiers depurativos y que jamás ha ocultado su ambición (¡bien al contrario!) de dirigir las cloacas de un futuro estado catalán, sin que sea ya ningún secreto para qué querría capitanear una brigada de amedos. También este aprendiz de Massera ha terciado en la controversia con su jerga de costumbre, a medio camino entre el anacletismo y el escoltismo:

Sabíamos de una quinta columna, pero no de ciudadanos mossos.

De algún modo, el plante de los mossos amenazaba con desvelar, siquiera por un lapso, la tramoya sobre la que se asienta la nación catalana, esto es, la existencia de un armazón de prohibiciones, imposiciones y coacciones cuya finalidad es relegar al castellano del ámbito público. El carácter excepcional del desafío obligaba a que la vanguardia del orfeón nacionalista entonara la salmodia del autoodio y advirtiera del enésimo finis cataloniae? Como en Fuentovejuna, filólogos, sindicalistas, políticos y periodistas se sumaron a la reconvención de los agentes, remedando en parte a aquellos figurantes de El show de Truman que hacían lo posible para que el personaje de Jim Carrey no cayera en la cuenta de que el firmamento era un cascarón.

Entre la lluvia de imprecaciones me llamó la atención la del cómico Toni Soler, que se despachó afirmando que los mossos "hacían el papel de brazo ejecutor de la caverna" y no se privó de rematar la faena con un pase de pecho: "Como hacían los grises, ni más ni menos". No reparó Soler en que los mossos no eran los únicos huelguistas que utilizaban el castellano para desafiar al Gobierno. El 4 de febrero de 2010 los trabajadores de TV3 fueron a la huelga por discrepancias con la dirección de la cadena en la negociación del convenio colectivo. Ese día, la programación de TV3 incluyó un documental en castellano sobre el consultorio radiofónico de Elena Francis. No consta que Soler dijera entonces que los trabajadores de TV3 eran el brazo ejecutor de la caverna; ni siquiera osó compararlos, dado su gracejo, con el brazo tonto de la ley. Bien es cierto que ello habría supuesto enfrentarse al comité de dirección de la empresa que le alimenta, lo que siempre es bastante desagradable.

Sea como sea, el carácter aberrante de la medida adoptada por los mossos, los trabajadores de TV3 y aun el cantante Gerard Quintana, por citar otro reciente sarpullido, no reside en cuanto ciega el foco abrasador de los periódicos, sino en el subtexto, esto es, en el hecho de que sobre todos ellos pese la prohibición de expresarse en una de las dos lenguas oficiales de la comunidad.

Cualquier transeúnte barcelonés sabe que los mossos usan indistintamente el catalán y el castellano en sus tratos con el ciudadano, así que el desconchado en el paisaje ni siquiera tiene que ver con la lengua, sino con el desacato que supone tirar de la manta para dejar al desnudo la tremebunda ficción en que los ciudadanos de Cataluña llevamos instalados desde hace más de treinta años.

En ese sentido, mossos, profesores, periodistas, estudiantes, funcionarios y, lo que es más despreciable, políticos no son muy distintos del mendigo que canturrea su miseria en catalán para engrasar la compasión de la tribu.

No se sabe de ninguno, por cierto, que venga simulando erratas en la lengua de Pompeu.

 

albertdepaco.blogspot.com

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