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DESENTRAÑANDO A NUESTRO KISSINGER

Un paseo por la izquierda: el oráculo Eguiguren

Viendo nuevamente la secuencia de Salvados en que Jesús Eguiguren y Jordi Évole departen amigablemente en torno a la lucha armada, me vinieron a la cabeza aquellos años en que los dirigentes de izquierdas eran todavía alternavivos, mas no a la inteligencia.


	Viendo nuevamente la secuencia de Salvados en que Jesús Eguiguren y Jordi Évole departen amigablemente en torno a la lucha armada, me vinieron a la cabeza aquellos años en que los dirigentes de izquierdas eran todavía alternavivos, mas no a la inteligencia.

Uno, en sus andares por el extraparlamentarismo, solía coincidir con cuadros de cualesquiera formaciones socialistas con más o menos pedigrí, ya correspondieran al espasmo reformista o al retortijón revolucionario, y no era infrecuente (¡al contrario!) dar con tipos de sintaxis aseada, sentido pedagógico y verbo afilado. Compare este especimen de hombre viejo (o acaso su desideratum) con el tal Eguiguren y obtendrá una suerte de patrón universal acerca del derrumbe de la izquierda. Vaya por delante que Eguiguren no es el único compañero para quien el buen decir y, en general, el entendimiento son una cuestión relativísima y, en cualquier caso, prescindible.

Eguiguren, digámoslo claro, es tan sólo la expresión de una deformidad, acaso abyectamente generalizada, que empezó con quiasmos del tipo "No es lo mismo la opinión pública que la opinión publicada", siguió con proverbios maorinhistas en plan da igual si Benzemá es blanco o negro, lo importante es que cace ratones, se congració con el pueblo con aquel aplaudido "Son la misma mierda" y terminó en el sumidero de los jóvenes y las jóvenas, no sin antes hacer parada y fonda en no sé qué alineaciones planetarias.

Por supuesto, ninguna de las aristas del lenguaje chusito llamaría mi atención de no ser porque este sedicente izquierdista tiene algo ver con el fin de ETA.

"Vamos a decir tú y yo lo que pensamos"

Uno de los de los estigmas que arrastraba la derecha era su afán de compadreo con el populacho. Llegado un punto, el latifundista bajaba del mercedes blanco, convidaba a pescaíto a quien se le pusiera a tiro y, advirtiendo que había parroquianos más largos de luces que otros (¡bendita desigualdad!), veía de rozarse con aquéllos para tratar de hablarles en pie de igualdad, esto es, como si no hubiera ni mercedes ni latifundio. "En el fondo las cosas son las que son, así que vamos a decir de una vez lo que pensamos", le dice Eguiguren al Follonero. Lo abracadabrante es que el Follonero se sienta halagado porque un Chusito finja decirle la verdad.

"Está habiendo movimientos en todas partes: a mí me gusta llamarlos catarsis"

Donde lo crucial no es la catarsis sino el "a mí me gusta llamarlo".

"A ver si nosotros [también] cambiamos un poquito"

Una negociación es una transacción. Se trata de una máxima más o menos popular desde que el Dr. Hannibal Lecter bisbiseó aquello de "Quid pro quo" y rememoró el chianti con hígado. El refinamiento de Lecter, esa excelsa palabrería maquiavelista de que hace gala, vendría a ser el nivel proficiency del desenfreno chabacano de Eguiguren. Hay una diferencia cabal: mientras que, en El silencio de los corderos, a Clarice se le indigestan las palabras, en Salvados el Follonero asume de buen grado la transacción. O, por prurito de simetría, un poquito. Cuestión de hígado, en fin.

"ETA está decidiendo cómo se despide de 30 o 60 años de actividad armada"

En puridad, ETA no decide absolutamente nada; en todo caso, la deciden. Más estrambótico resulta ese "se despide", paráfrasis abyecta del cansino "Se va la tuna, se va, se va". La analogía no es baladí: me da que Eguiguren considera que ha sido no sólo un fenómeno atmosférico (mmm... parece que escampa), también una expresión más o menos folclórica. Por lo demás, la ruleta 30 o 60 "de actividad armada" arroja algo más de luz a la necesidad de que cambiemos un poquito.

"Esta decisión ha sido unilateral. Eso ha sido cosa de ellos, por su cuenta, y se acabó. Y yo soy feliz"

Ante semejante pintada en el retrete, conviene tener en cuenta que ese "ellos" es el sujeto sobre el que, en cierto instante de la historia de España, gravitaron 864 muertos. En este caso, tal vez sea Eguiguren quien, a su pesar, proyecte algo de luz sobre los versos, hermosos hasta hacer daño, del cantautor cubano Silvio Rodríguez: 

Soy feliz,
soy un hombre feliz
y quiero que me perdonen
los muertos en este día por mi felicidad.

"Para mí, sentarme con Josu Ternera es como sentarme contigo, con la diferencia de que a él le conozco"

Este destacado (¡el daño que han hecho ciertos géneros!) trasluce la querencia de Eguiguren por que le recuerden como un Kissinger con chapela. No sólo por hablar del tal Ternera como si se refiriera al mismísimo Chacal, sino por el patético anhelo de proclamar, sin que se note ni traspase, que Josu Ternera es nuestro hijo de puta. Elude el Follonero la única pregunta que hubiera satisfecho la curiosidad de Salvador Sostres: ¿de qué se alimenta un terrorista?

"Tú que eres el jefe de ETA, cede un poco más"

"Estoy convencida de que Ernest, hasta con la persona que lo mató, habría intentado dialogar; ustedes que pueden, dialoguen, por favor".

"La misma historia: ellos desde su lado, nosotros desde el nuestro"

Hitler desde su lado, nosotros desde el nuestro. Poco se ha hablado de la equidistancia como un punto de vista proclive a la horrísona distorsión en la manera como ese artefacto se emplea en el heavy.

"Hablamos de los sanfermines porque era julio"

Amanece que no es poco.

 

albertdepaco.blogspot.com

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