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LIBREPENSAMIENTOS

Un paseo con H. D. Thoreau

La obra y la personalidad de Henry David Thoreau (1817-1862) ejemplifican uno de los capítulos más eminentes de la literatura universal y, más en concreto, de un ensayismo límpido y creativo como pocas veces se ha visto y leído.

La obra y la personalidad de Henry David Thoreau (1817-1862) ejemplifican uno de los capítulos más eminentes de la literatura universal y, más en concreto, de un ensayismo límpido y creativo como pocas veces se ha visto y leído.
H. D. Thoreau
La obra y la personalidad de Thoreau, fieles al paisaje que les vio nacer, representan al tiempo una expresión límpida del más genuino espíritu americano: el individualismo y el liberalismo radical; la inclinación por los espacios despejados y las sociedades abiertas; la pasión por la libertad. Todo ello junto a una profunda desconfianza hacia el Estado.
 
Henry David Thoreau se consideró a sí mismo un hombre muy afortunado por haber nacido en el lugar y el año que constan en su partida de nacimiento: Concord, Massachussets, 1817. Siempre tuvo aquel bello paraje de Nueva Inglaterra por uno de los más favorecidos de la Tierra, rebosante y lujurioso en bosques y florestas; salvaje y agreste, como las lagunas y los pantanos que le dan su color y perfume característicos; también, rústico y hospitalario, como sus cabañas; todos perfectamente integrados en el medio.
 
En estos paisajes y entre aquellas gentes rudas, pero cordiales y generosas, Thoreau se sintió feliz. De ellos obtiene la energía suficiente para escribir y disertar sobre todo aquello que siente alrededor, a fin de, si no mejorarlo, al menos no dañarlo con su acción. Era tal el vínculo emocional que le unía a su ciudad natal que a veces se despide en sus cartas con la fórmula "Concordialmente suyo".
 
Al modo kantiano, mas sólo en el siguiente detalle costumbrista, este gran andarín y errabundo apenas se aleja, y por poco tiempo, del villorrio que le ve nacer. Tal paradoja la explica con una dosis de buen humor: "He viajado mucho en Concord". La ocurrencia tiene hoy particular gracia, porque por entonces todavía no había levantado el vuelo el afamado (y malogrado) avión supersónico de nombre parejo que hoy hemos conocido en un visto y no visto.
 
Ralph Waldo Emerson.Conoce bien a muchos de sus vecinos y a bastantes de sus compatriotas y colegas contemporáneos más renombrados: Ralph Waldo Emerson, Walt Whitman, Amos Bronson Alcott, Walter Harding, Nathaniel Hawthorne, Edgar Allan Poe, Henry Melville, Charles Warner, Samuel Clemens (Mark Twain). Sí, como él mismo deja establecido: "I was born in the nick of time, too". No cabe duda: Thoreau nació en una gran nación y en el momento oportuno, además.
 
Hablaba bien en público y escribía mejor. El (buen) gusto que tiene por el juego de palabras y las frases cargadas de energía y convicción, pero también su brava disposición a no morderse la lengua y a expresar sus opiniones según juzgase, hicieron de él un autor respetado a la vez que polémico, como, por lo demás, tiene que ser un autor que se precie. No considera pretencioso, sino muy natural, dirigirse al público y pergeñar las cuartillas que tiene sobre la mesa de escritura, libremente; lo sería conformarse con manifestar meramente lindas palabras y esa clase de lugares comunes que tanto halagan a la audiencia.
 
"El mayor cumplido que jamás he recibido –afirma en su prontuario Vida sin principios– fue cuando alguien me preguntó lo que yo pensaba, y prestó atención a mi respuesta". Así de sencillo. Así de magnífico. Casi nunca defraudó a los oyentes ni a los lectores, aunque a veces, sin pretenderlo, los escandalizaba, cuando sus palabras se hacían feraces a fuer de veraces.
 
En rigor, más que vivir sin principios (Life without Principle), Thoreau aspira a vivir sin fundamentos absolutos y rígidos, sin imposiciones, sin impuestos. De un amante de los paseos y los senderos solitarios, de un andariego vocacional que se siente ligero y salvado por el solo hecho de perderse por los caminos, encontrarse con la Naturaleza y respirar aire puro, no podría esperarse un despropósito semejante, ajeno por completo a los verdaderos afanes del hombre.
 
Los afanes hacia los que se encarrila, independientemente del trascendentalismo como ideario espiritual con el que se le suele asociar, no son, en la práctica, nada del otro mundo, sino proyectos humanos personales muy sensatos y ajustados a nuestras posibilidades reales de actuación. La sensibilidad y la convicción, ahí comprendidas, están colmadas de motivos meditados y poco inyectadas de cemento armado; dictadas, en suma, por un templado escepticismo, un amable racionalismo y un suave estoicismo.
 
Este material da cuerpo y sentido al proyecto vital que lleva adelante y al ideario político (o, mejor, antipolítico) que propugna sin concesiones a la galería. Este temple, propio de las personas de carácter y convencidas de lo que dicen y hacen, caracteriza a muchos de los pensadores tenidos por radicales.
 
¿Es Thoreau un liberal radical? Rememoremos uno de sus textos más conocidos: Desobediencia civil. Corre el verano de 1846. Thoreau se halla retirado en la granja Walden Pond, una experiencia sobre la que escribió su no menos célebre Walden. Una tarde del mes de julio decide abandonar el encierro por un instante, sin intención, por tanto, de romper su voto de soledad y meditación, sino sólo para llevar al zapatero un calzado gastado de tanto caminar y, de paso, estirar las piernas. De repente, una especie de asaltador de caminos le corta el paso y le recuerda que lleva tiempo sin pagar impuestos. Veamos. Leamos: "Cuando me encuentro con un Gobierno que me dice: 'La bolsa o la vida', ¿por qué iba a apresurarme a darle mi dinero?".
 
En lógica consecuencia gubernamental, Thoreau da con los huesos en la cárcel. Allí pasa poco más de una noche, dado que un alma caritativa (presumiblemente, su tía) abona la cantidad reclamada, poniéndole así de nuevo en la calle, aunque no en paz con el Gobierno. Se cuenta a la sazón la leyenda de que, durante su estancia entre rejas, Emerson le visita. Preocupado por su situación, pregunta: "¿Por qué estás tú aquí?"; a lo que responde Thoreau: "¿Por qué no estás tú?". Emerson cuenta la anécdota en sus Diarios, aunque es el mismo Thoreau quien justifica la brillante réplica: "Bajo un gobierno que encarcela a alguien injustamente, el lugar que debe ocupar el justo es también la prisión".
 
El mismo escritor refiere el episodio en las páginas del ensayo Desobediencia civil, y todo indica que constituye el punto de partida del mismo. Thoreau cuidaba escrupulosamente la composición y el estilo de sus escritos, muchos de los cuales, antes de ser publicados, son dados a conocer a través de charlas y discursos. No es ésta una excepción. En 1848 pronuncia una conferencia en Concord titulada 'La relación del individuo con el Estado'. He aquí un leit motiv de su producción intelectual. Un año más tarde, el texto se publica en la revista Esthetic Papers, en esta ocasión bajo el encabezamiento de 'Resistencia al gobierno civil'. Finalmente, póstumamente, en 1866 aparece incluido en un volumen de sus obras con el rotulo que ahora conocemos: Civil Desobedience.
 
El ensayo ganó fama años más tarde por mediación de personajes como Leon Tolstoy y, en especial, Mohandas K. Gandhi, quienes recalcaron, claro está, la dimensión pacifista de su contenido. Es verdad que en el texto se denuncia vivamente la guerra de EEUU con México (1846-1848), aunque no menos, por poner otro ejemplo, que la esclavitud. Se trata de dos asuntos que le disgustan, y al manifestar el autor tal crítica encarna a la perfección el aliento radical y el nervio dinamizador de la Declaración de Independencia y la Constitución americanas, en aquellas felices ocasiones en las que censurar determinadas actuaciones del Gobierno norteamericano de turno no constituye un burda excusa –como ocurre hoy por doquier– para clamar vilmente por la ruina de la Nación y la Unión, sino para expresar la voluntad positiva de encaminarse hacia su mejora.
 
También el Discurso de la servidumbre voluntaria de La Boétie, que comentamos en nuestro anterior 'Librepensamiento', fue en su día manipulado y esgrimido con doblez e intereses facciosos. Por entonces eran los hugonotes levantiscos los muñidores y entrometidos; hoy son pacifistas, anarcosindicalistas y, primariamente, abominadores de América los que sacan a relucir o de manifestación, sin ninguna vergüenza, los papeles filosóficos, como quien esgrime una tasa ideológica o un canon político, o una pancarta.
 
Por lo que a mí respecta, me he limitado a dar aquí un corto paseo con el bueno de Thoreau y a recordar al lector, al trote, algunas de sus reflexiones, con el objeto de que siga leyendo por su cuenta, si así le place. Repasemos, entonces, la siguiente declaración que abre el ensayo Desobediencia civil:
 
"Acepto de todo corazón la máxima: 'El mejor gobierno es el que gobierna menos', y me gustaría verlo en práctica de un modo más rápido y sistemático. Pero al cumplirla resulta, y así también lo creo, que 'el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto'; y, cuando los hombres estén preparados para él, ése será el tipo de gobierno que tendrán".
 
¿Significa esto ser un liberal radical?
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