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DESDE GEORGETOWN

Un país en guerra

Un amigo me hace observar que los argumentos de los adversarios de Bush y de Aznar son muy similares. Le contesto que Aznar me parece un personaje mucho más interesante que Bush. Mi amigo apunta, con razón, que la observación no viene al caso, y sigue con su comparación. En los dos casos, la argumentación es más anti (anti Bush, anti Aznar) que pro, pro algo, lo que sea. Los argumentos que se utilizan son por lo esencial personales.

A Aznar y a Bush se les reprocha su incapacidad para el diálogo, su arrogancia, su prepotencia. Tanto Bush como Aznar, sigue diciendo mi amigo, representan posiciones de extrema derecha. Y para colmo de males, no tienen el menor rastro de esa sofisticación estética que es el toque auténtico del progresismo al uso. En resumen, que además de arrogantes y ultraconservadores, Aznar y Bush son unos rústicos y unos paletos.
 
Mi amigo tiene razón, sin duda alguna, pero como han entrado ganas de discutir, le replico que hay una diferencia fundamental que afecta a la naturaleza misma de la argumentación anti Bush y anti Aznar. Y es que Estados Unidos es un país en guerra. Lo es desde el 11 S. Es cierto que la intervención en Irak no se deduce automáticamente de los ataques del 11 S. Pero Estados Unidos está en guerra desde que el primer avión secuestrado aquella mañana se estrelló contra la torre norte del World Trade Center, a las 8:46.
 
El hecho no se advierte de buenas a primeras. Las medidas de seguridad no son tan dramáticas como las pintan los medios de comunicación en Europa. La vida diaria no ha cambiado, y siguen las preocupaciones y las distracciones de siempre. Y sin embargo no hay un solo norteamericano que no sepa que su país esta en guerra, como lo estuvo en Vietnam y en Corea. Esa situación de excepción se percibe en todo: el futuro es un poco mas impredecible, el presente mas difícil, la continuidad del trascurso de la vida, mas frágil. Inevitablemente, los norteamericanos están instalados en un horizonte trágico, lleno de incógnitas, con emociones a flor de piel y un sentimiento dolorido ante la enorme responsabilidad asumida.
 
Los republicanos lo han entendido muy bien. Hay opiniones muy divergentes entre ellos. William Buckley Jr., el influyente renovador del republicanismo, declaro hace poco que, sabiendo lo que sabe ahora sobre Irak, no habría apoyado la guerra. Patrick Buchanan ha publicado un panfleto virulento (Where the Right Went Wrong) contra los neoconservadores y el circulo mas intimo de la Casa Blanca. Ni Rumsfeld ni el Pentágono se han librado de las criticas conservadoras. Ahora bien, a pesar de las discrepancias, las cosas están claras en el bando republicano. Ya no hay marcha atrás y la única manera de salir adelante es ganar la guerra.
 
Hay demócratas, como los senadores Joseph Lieberman y Evan Bayh, que piensan y dicen lo mismo que los republicanos. No así John Kerry. Sus continuas inconsistencias ante la guerra no revelan solo la dificultad de elaborar una alternativa. Revelan, mas que eso, una posición de principio. Kerry esta diciendo que si por el fuera Estados Unidos no estaría en guerra. Por eso Kerry, a pesar de su elitismo y sus incoherencias, es tan popular. Encarna, con todas sus dudas, sus vacilaciones y sus debilidades, a esa parte de América a la que le gustaría no tener que vivir con el peso terrible con el que los norteamericanos están viviendo desde el 11 S.
 
Pero esa posición que le confiere tanta popularidad lo hace también extraordinariamente frágil. Ese deseo, tan comprensible, tan humano, no tiene traducción política posible. Volvemos así a la discusión primer con mi amigo, tan perspicaz como paciente. Los progresistas españoles, los anti Aznar, tenían algo que ofrecer al electorado: meter la cabeza en un agujero y no ver, ni oír, ni hablar de la guerra en Irak, ni del terrorismo islámico, como no han querido ni quieren ver ni oír ni hablar del terrorismo nacionalista.
 
Los demócratas norteamericanos no puede permitirse ese lujo. No es que sean mas valientes. Es que detrás de ellos no hay nadie, ni nada. Así que Kerry, que representa efectivamente algo muy parecido al progresismo español, queda como el testimonio conmovedor de un anhelo de la nostalgia del tiempo mas feliz en el que Estados Unidos no estaba en guerra.
 
Mi amigo me dice que estoy siendo demasiado indulgente con Kerry. Le contesto que en el pecado, Kerry lleva la penitencia. Para desgracia suya, así no se ganan unas elecciones.
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