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ECONOMÍA

Un keynesiano contra Keynes

Pese a que la crisis ha puesto de manifiesto la bancarrota de muchos modelos macroeconómicos de inspiración monetarista y keynesiana, parece que sólo los primeros –primos hermanos de los segundos– han pagado de los platos rotos de sus limitaciones teóricas.

Pese a que la crisis ha puesto de manifiesto la bancarrota de muchos modelos macroeconómicos de inspiración monetarista y keynesiana, parece que sólo los primeros –primos hermanos de los segundos– han pagado de los platos rotos de sus limitaciones teóricas.
De hecho, ya hemos comentado aquí que el keynesianismo está cobrando inmerecidamente nuevos bríos no sólo entre una clase política siempre ahíta de extender su intervencionismo, sino entre una desorientada Academia que parece guiarse por el principio de arrimarse al sol que más calienta en lugar de dedicarse al estudio reflexivo de la ciencia económica.

El caso conocido más reciente es el del juez Posner, quien con la fe del converso ha estado a punto de levantar con sus propias manos una estatua a Keynes frente a Wall Street. Como ya dije, no es algo que deba extrañarnos; como comentaba el austriaco Jerry O'Driscoll, si sus cándidos compañeros de universidad –los economistas de Chicago– sólo sabían acrecentar la cantidad de escombros teóricos que ha de soportar nuestra ciencia, es normal que legos en la materia como Posner se acerquen ahora a Keynes.

Ahora bien, no toda la profesión económica está degenerando a pasos agigantados. A diferencia de los propagandistas como Krugman o de los iniciados como Posner, hay keynesianos que han dedicado su vida, más que a adorar al maestro, a leerlo, estudiarlo, comprenderlo y desarrollarlo; y, vaya por dónde, han descubierto que la presente crisis no encaja demasiado bien en el marco analítico keynesiano.

Es el caso del economista sueco Axel Leijonhufvud, uno de los mayores expertos en Keynes, a quien dedicó su tesis doctoral (Sobre la teoría keynesiana y la economía de Keynes) para defenderlo de la reformulación que de su obra había perpetrado John Hicks con el modelo IS-LM.

Pues bien, ¿qué opinión tiene este analítico y sesudo keynesiano de la crisis actual? ¿Acaso considera, en la línea del neoconverso Posner o del cronista Krugman, que viene a refrendar punto por punto las teorías de su maestro? Bueno, no exactamente:
La crisis actual se ha desarrollado de una forma prácticamente opuesta a la descrita por Keynes en su Teoría general.
Sí, ha leído bien. Uno de los mayores conocedores y admiradores de la obra de Keynes reconoce que la crisis no tiene casi nada que ver con la teoría keynesiana:
¿Podemos aprender algo de Keynes que sea relevante para la crisis actual? La verdad es que no encuentro su Teoría general demasiado útil. Una vez asimilada la advertencia de que no se puede dejar que la economía real se vea influida por los tejemanejes de un casino, ¿qué nos queda?
Al fin y al cabo, Leijonhufvud recuerda que Keynes desarrolló sus teorías en un contexto bastante distinto al actual: su país, la Inglaterra de los años 20, tenía una tasa de ganancias decreciente tras la Primera Guerra Mundial y unos tipos de interés artificialmente elevados. Sin embargo, los Estados Unidos que han padecido la llamada crisis subprime han vivido una situación bastante diferente:
La Fed ha podido mantener los tipos de interés demasiado bajos durante demasiado tiempo, [generando] una burbuja de activos combinada con un deterioro general de la calidad del crédito... y esto tiene poco que ver con la narrativa keynesiana.
Entonces, si según el lumbreras de Krugman la macroeconomía neoclásica está en crisis y sólo podría ser sustituida por las historietas keynesianas pero, según Leijonhufvud, Keynes tampoco nos sirve de nada, ¿acaso no hay una teoría económica que nos permita explicar qué ha sucedido? Personalmente, ya di mi opinión: la teoría austriaca del ciclo económico encaja como un guante en los hechos que hemos vivido. ¿Pero qué opina al respecto Leijonhufvud?
Con Greenspan, la Reserva Federal (...) aplicó una política de tipos de interés artificialmente bajos. El resultado fue, desde luego, más keynesiano que monetarista, pero también más austriaco que keynesiano: no hubo inflación en términos de IPC, pero sí una enérgica inflación de activos y una muy preocupante caída en la calidad del crédito.
Ahora bien, el economista sueco tampoco abraza absolutamente las teorías austriacas, sino que se muestra favorable a combinarlas con las de otro economista estadounidense fallecido:
Lo que ha sucedido tiene bastante que ver con una variación de la teoría austriaca de la sobreinversión (o mala inversión). Pero Mises y Hayek tampoco tienen mucho que decir acerca del lado financiero de un boom causado por la sobreinversión. Para ello deberemos recurrir a Hyman Minsky.
Dicho de otra manera: el keynesiano Leijonhufvud apuesta por una combinación de las teorías austriacas con las de Minsky para explicar la crisis. Es cierto, en este sentido, que Minsky se consideraba a sí mismo un sucesor de Keynes, pero como el propio Leijonhufvud y otros economistas han puesto de manifiesto, "la hipótesis de la inestabilidad financiera de Minsky es totalmente contraria a la teoría keynesiana de que la economía gravita a un equilibrio con desempleo".

Axel Leijonhufvud.¿Por qué Leijonhufvud opta por combinar las teorías de Mises y Hayek con las de Minsky y no se queda exclusivamente con las austriacas? Por lo que se desprende de su artículo, simplemente por un problema de interpretación de la teoría austriaca: el economista sueco piensa que la teoría austriaca explica siempre las expansiones crediticias a partir de la manipulación de los tipos de interés por parte del banco central. Pero, según el propio Leijonhufvud, "los errores del banco central no explican por sí solos la expansión de los credit default swaps o de los CDO cuadrados y cubos. Todo esto encaja de manera más natural en la obra de Minsky". Sin amargo, lo cierto es que la teoría austriaca no considera que el banco central sea el único desencadenante de la expansión crediticia, sino que ésta es una consecuencia de los privilegios jurídicos de la banca para endeudarse a corto plazo e invertir a largo.

Hayek, en La teoría monetaria y el ciclo económico, o Huerta de Soto, en Dinero, crédito bancario y ciclos económicos, explican cómo las expansiones crediticias son fruto de las alocadas políticas de la banca comercial, sin necesidad de incluir a un banco central. Otra cosa es que todos los austriacos estén de acuerdo, y parece ser que Leijonhufvud también, en que los bancos centrales pueden inflar todavía más el crédito de lo que ya de por sí lo habría hecho la banca. Y eso es precisamente lo que sucedió a partir de 2001.

La diferencia entre Minsky y los austriacos se encontraría, por consiguiente, en que el primero piensa que el capitalismo es inherentemente inestable y que crisis como la actual tienden a reproducirse en ausencia de regulación, mientras que los austriacos sostienen que en un mercado libre –sin privilegios para la banca y con una desnacionalización monetaria– los ciclos económicos serían de muy corta duración y con efectos prácticamente imperceptibles: Minsky no se da cuenta de que, sin el apoyo estatal, las expansiones crediticias de la banca y del resto de agentes tendrían un recorrido muy breve.

En todo caso, el economista sueco reconoce que hay que tener en cuenta tanto a Hayek como a Minsky, y no se decanta por ninguno: "Ambas teorías tienen su validez; cuánta no es un tema que vayamos a dilucidar aquí". Pero lo cierto es que la descripción de la crisis que hace Leijonhufvud se acerca mucho a la que podría hacer cualquier austriaco, ya que incluso sitúa el "descalce de plazos entre activos y pasivos" como la clave para entender la expansión crediticia y la iliquidez de las entidades.

Tampoco se muestra el sueco muy entusiasta con las políticas de corte keynesiano que han aplicado los gobiernos y los bancos centrales en un momento en que los agentes económicos están sobreendeudados, y pone a Japón como referencia de sus críticas:
Japón ejecutó políticas fiscales keynesianas (...) y se dilapidaron enormes cantidades de dinero en puentes que no llevaban a ninguna parte y en proyectos que –es de esperar– estaban algo más justificados, hasta que su deuda pública creció tanto que se quedaron sin ganas de continuar. Todo para no lograr aparentemente nada. (...) La otra gran lección que debemos aprender de la experiencia japonesa es que una vez que el sistema crediticio ha quebrado, las reducciones en los tipos de interés no sirven para contrarrestar la reducción de la demanda efectiva. [Un diagnóstico, dicho sea de paso, idéntico al que algunos hicimos cuando Bernanke colocó los tipos al 0%].
En definitiva, no es que los austriacos estemos de acuerdo con todo lo que dice Leijonhuvfud, ya que al fin y al cabo sigue siendo un keynesiano –por ejemplo, sí considera que la política fiscal tiene efectos multiplicadores cuando los agentes económicos son solventes, o que el capitalismo, como decíamos, es inherentemente inestable–, pero al menos es un keynesiano que se ha dado un baño de realismo, que ha leído a otras escuelas, que sabe bastante de finanzas y que reconoce cuándo sus ideas no encajan con los acontecimientos. Es, pues, todo lo contrario a un vocero como Krugman o a un fanático como Posner, que se pone a hacer reverencias a Keynes tras haber ignorado durante 70 años su obra.

Leijohnhuvfud y los austriacos hablan más o menos el mismo lenguaje: el de una ciencia económica que debe seguir avanzando mediante la reflexión, la discusión y el contraste de opiniones fundamentadas. Gente como Krugman, Posner o la mayoría de chicaguenses está más interesada en la propaganda, en la agitación y en vivir de las rentas en sus torres de marfil que en hacer progresar la teoría económica; Leijonhuvfud y los austriacos, no. Como parece sugerirles el sueco: "La humildad ante la realidad que pretendemos analizar es también una lección que deberíamos aprender de Keynes". El problema, Leijonhvfud, es que ellos nunca han pretendido analizar la realidad.
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