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PERSPECTIVAS POSTELECTORALES

Un incierto Zapatero

La victoria electoral del PSOE es indudable, pero la perspectiva de gobierno de Rodríguez Zapatero es incierta. La tenebrosa forma de elevarse al poder, su personalidad débil y su apuesta por la simulación y el disimulo como principales avales políticos avivan las incertidumbres. Por ejemplo, si llegará a formar un Gabinete, cómo y hasta cuándo durará, y si no saltará antes o después una grave crisis.

La victoria electoral del PSOE es indudable, pero la perspectiva de gobierno de Rodríguez Zapatero es incierta. La tenebrosa forma de elevarse al poder, su personalidad débil y su apuesta por la simulación y el disimulo como principales avales políticos avivan las incertidumbres. Por ejemplo, si llegará a formar un Gabinete, cómo y hasta cuándo durará, y si no saltará antes o después una grave crisis.
Hay precedentes próximos: la Asamblea de Madrid y el tripartito catalán, el "caso Tamayo & Sáez" y el "caso Carod". Demasiado poco crédito político para soportar tantas hipotecas. Este es el horizonte que ofrece un personaje político, José Luis Rodríguez Zapatero, que ha ganado las elecciones de forma tan fulminante como poco honorable. El Gobierno de Aznar se va a ir con las manos limpias, rebosante de honradez e ingenuidad. En contraste con este retrato, el PSOE prefiere meterse las manos en los propios bolsillos después de mantener un pulso de gran dureza en el que ha demostrado no tener tantos escrúpulos como sus contrincantes para tener poder. Sigue, no obstante, con los puños cerrados escondidos en el regazo, y, a pesar de su gesto festivo (los socialistas siempre han defendido una política con alegría), parecen no haberse quedado satisfechos del todo. Echar a la derecha del Ejecutivo no basta. Es preciso eliminarla de las instituciones y aniquilarla. Sólo este comportamiento sería coherente con la política de oposición (vamos a llamarla así) llevada hasta la fecha. No quieren testigos para cuando saquen las manos de sus bolsillos y comiencen a meterlas en los bolsillos de los demás.
 
En este punto escucho la vieja milonga de los adictos al autoengaño: "Ya verás como cuando llegue al Gobierno se serenará y moderará". Pero esta profesión de fe, este deseo y esperanza de quienes necesitan persuadirse de sus propias ilusiones, no cuadra con la insistente declaración del jefe socialista en el sentido de que el poder no le cambiará para nada… El problema está en que ha habido demasiados que se han tragado el cuento publicitado alrededor de este personaje: que si Bambi, que si "hombre tranquilo", que si político dialogante y templado, que si querubín de sonrisa fácil y alma cándida. Lo cierto, en cambio, es que la escuela de Zapatero es la del felipismo, la del odio y el rencor, la venganza y la saña, aunque practicada ahora por aquellos que son a la larga más peligrosos y dañinos: los débiles de carácter que alardean de su debilidad, los espíritus reactivos no veraces que lanzan sobre los otros sus propios vicios y defectos (mentiras, corrupción, linchamientos, golpismo…), y siempre se sienten inocentes porque ellos son los virtuosos. Su ética, no obstante, es la ética del fugitivo que deja para otros la tarea sucia e ingrata.
 
En este sentido, la trayectoria de Zapatero es inequívoca para tratarse de un político tan incierto. Procedente de un largo silencio cómplice de varias legislaturas en la penumbra del Parlamento y aprovechándose de la caída de los dioses, se propone como la nueva esperanza blanca para regenerar el Partido Socialista. Para tal fin se hace rodear de equipos, equipos de todas clases, de gente plana y de presuntos notables, de asesores de quita y pon, casi todos muy agudos y ágiles, pues saben que el que se va a Sevilla pierde su silla. He aquí un príncipe maquiavélico de corte y confección.
 
Zapatero es, con todo, un cazador cazado por la jauría que ha estimulado. Y tanta responsabilidad, o más, contrae el que estimula el delito como el que lo comete. Este líder socialista no sólo se ha dejado halagar y escoltar por malas compañías, sino que para lograr su objetivo —llegar a La Moncloa, echar a Aznar y así vengar la muerte del Padre González— ha encendido las más bajas pasiones de las huestes que le sirven de avanzadilla y vanguardia, y aun del pueblo llano. Contempla complacido cómo los orcos lanzan una ofensiva de tierra quemada que destruye todas las defensas enemigas y le han dejado el paso franco hasta el elíseo. Muchos de ellos, poco amigos de los procedimientos democráticos, incluso han acudido esta vez a votar. Y sabemos por quiénes se han inclinado. Cuando no los comanda directamente el futuro Presidente, lo hacen los virreyes autonómicos, los chaves, los maragalles, los mases, los duranes y léridas, los ibarreches. Los señores de los feudos periféricos tienen sus propios servicios de seguridad y acción directa, sus batasunos y esquetarras, que levantan la pieza para que quede a punto de tiro. Zapatero Presidente. Castro y ETA se felicitan de la buena nueva. Ojo, pues, con las compañías y con quiénes se lía uno.
 
Leo en estos días las Memorias de ultratumba de Chateaubriand. Será por el ambiente fúnebre reinante. Retengo este párrafo en el que el autor evoca la toma de la Bastilla: “Los golpes más violentos que recibió la antigua constitución del Estado procedían de los nobles. Los patricios empezaron la revolución, y los plebeyos la terminaron; la vieja Francia debió su gloria a la nobleza francesa; la Francia moderna le debe su libertad, en el caso de que exista libertad para Francia”. Lecciones para la Historia. César, cuídate de tus aliados y de los idus de marzo.
 
Zapatero no ha sido todavía nombrado Presidente del Gobierno ni éste ha echado a andar. ¿Qué ocurrirá? Los últimos acercamientos al poder en España por parte de los socialistas dejaron como consecuencias inmediatas el escándalo de la Asamblea de Madrid y la conmoción del “caso Carod” en Cataluña (por no hablar de la etapa felipista ni de épocas más remotas). Ahora toca pagar nuevas hipotecas y apagar muchos fuegos antes de sentarse en el trono, sin contar otros nuevos que puedan arder en un ambiente tan caldeado como el que vivimos. Esta es la certeza de nuestra incertidumbre. La suya es que siempre podrán echarle la culpa a la derecha de lo pueda pasar, a través de mensajes y consignas que cientos de miles de ciudadanos puntualmente recibirán de parte de la Ser y El País, entre otros medios. Y se los creerán.
 
 
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