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FIGURAS DE PAPEL

Un espíritu refinado

Con un entusiasmo semejante al de sus páginas de “El último encuentro”, una notable novela donde construye un universo enteramente personal que revela mediante un lenguaje persuasivo, acabo de leer las memorias de Sándor Márai, tituladas “Confesiones de un burgués”. Este libro constituye, en verdad, un invalorable rescate literario.

Estas memorias, que son las aventuras de un alma refinada, de un espíritu andariego por Europa, nos ayudan a comprender mejor su obra entera, gracias a la cual comprendemos mejor el siglo XX.
 
Nacido en 1900, en la ciudad húngara de Kassa (hoy pertenece a Eslovaquia), Sándor Márai, se marchó de su país en 1948, con la llegada del régimen comunista. Naturalmente, de inmediato se prohibieron sus libros en su patria. Pasaron decenios hasta que pudieron ser publicados. Y entonces fue redescubierto por los suyos, y descubierto por el mundo entero. Hoy es valorado como una de las grandes plumas de las letras modernas. En 1989, Sándor Márai se quitó la vida, en California, sin imaginar, por cierto, el vasto destino que alcanzaría su obra.
 
Confesiones de un burgués” es un libro escrito a los 34 años. Sorprende, de entrada, por su madurez. Narra al comienzo la infancia en una pequeña ciudad, la vida cotidiana, muestra las calles burbujeantes de vida, y nos habla de los mínimos detalles cotidianos, como, por ejemplo, la infaltable escena de caza en los cepilleros del recibidor de cualquier lugar.
 
Con el tiempo, le toca el alma la seducción de la literatura. “Puedo decir sin exagerar que la burguesía de fin de siglo de nuestra provincia necesitaba los libros como el pan de cada día”, escribe. “Raro era el día en que una persona cultura de la clase media no leía algo en la cama, unas páginas de algún libro nuevo o de grato recuerdo”. Asistimos, así, a la formación de los gustos que aflorarán en el futuro gran escritor, mientras a su alrededor vemos a un mundo de bullicioso, que entra sale de su vida, y que el oro de su memoria recupera.
Hacia 1914, esa plácida existencia se ve truncada. Sándor Márai es llamado a filas. Terminada la guerra, su familia le envía a Alemania; se dedica al periodismo. Comienza una vida andariega por Leipzig, Weimar, Berlín, y acaba convirtiéndose en un testigo lúcido, privilegiado, de la transformación del continente.
 
Dos ciudades, París y Londres, se convierten en universos sustanciales de su espíritu. París le impresiona como una ciudad “sucia, maloliente, destartalada”, aunque, sin embargo, él y su mujer, que fueron por un mes, se quedaron seis años. Lentamente París les conquista, y así, descubre los encantos de los cafés de Montparnasse, conoce famosos escritores franceses y otros llegados desde más allá, Unamuno entre ellos, hasta quedar atrapado. De Londres, que seduce de inmediato, realiza una no menos aguda pintura. Si bien la encuentra silenciosa y disciplinada, la nota más triste. El espíritu inglés, le dicta unas páginas memorables.
 
Como las ficciones, estas memorias de Sándor Márai resultan absorbentes, emocionantes, y notablemente conmovedoras.
 
Sándor Márai, Confesiones de un burgués, Salamandra, Barcelona, 2004.
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