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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Un clamoroso silencio

El otro día, lunes 5 precisamente, salí de casa temprano, a eso de la una, y crucé la Avenida del General Leclerc, 63 años después de que los tanques de la División Leclerc la cruzaran en otro sentido (¿el de la Historia?): los primeros de ellos llevaban pintados en la parte delantera nombres de batallas célebres de nuestra guerra civil.

El otro día, lunes 5 precisamente, salí de casa temprano, a eso de la una, y crucé la Avenida del General Leclerc, 63 años después de que los tanques de la División Leclerc la cruzaran en otro sentido (¿el de la Historia?): los primeros de ellos llevaban pintados en la parte delantera nombres de batallas célebres de nuestra guerra civil.
Jaime Altieri: SILENCIO.
Crucé esa avenida tristona con objetivos muy relativamente heroicos, porque si el poeta escribió: "Moriré como el pájaro, cantando", yo, más humildemente, digo: moriré fumando. O, sea que iba a comprar cigarrillos. Luego volví y, al otro lado de la antipática avenida, justo enfrente del estanco, compré tres periódicos en el quiosco: El Mundo, El País y Le Figaro. (En París, todos los quiosqueros con comunistas; esto constituye una extraña permanencia de las corporaciones medievales).
 
Volví a casa y me instalé en mi butaca para leer los periódicos. A tout seigneur, tout honneur, leí primero la columna de Federico Jiménez Losantos, "El chantaje"; cuando escribe que Zapatero juró guardar y hacer guardar la Constitución "ante el silencioso Rey", yo, vete a saber por qué, me imagino que no se está refiriendo a la ceremonia de toma de posesión, sino al silencio continuo del Monarca, que, impávido ante la sistemática destrucción de España, olvida que su deber constitucional es el de garantizar la unidad de la Nación.
 
No voy a elogiar aquí la columna de Federico, sería hacer llover sobre mojado, pero se da el caso de que en la misma página empezaba una tribuna de Eugenio Trías que me parece sintomática: tras haber analizado a su manera la catastrófica situación de España, Trías se pregunta si la cosa tiene solución; y si ésta pudiera ser la que sigue, que él pone entre signos de interrogación: "Una advertencia seria, comprometida, arriesgada, por parte de un monarca al que, en los últimos tiempos, nadie parece hacer el menor caso". ¿Pero cómo vamos a hacer caso de un rey mudo, inmóvil y ciego que se limita a "inaugurar crisantemos", según la fórmula del general De Gaulle?
 
Interrumpo mi lectura, enciendo un pitillo, recuerdo mi Barcelona de los años setenta y pico, en los que Eugenio Trías ya hacía figura de persona "importante" en los círculos de la gauche divine catalana. Debí de cruzarme con él en los pasillos de la editorial Tusquets. O en la tortillería.
 
Pero bueno, dejemos los souvenirs y volvamos a este artículo suyo, "El carácter y el destino". Es bastante curioso, aunque dice lo que todos decimos: que Zapatero es un desastre. Le cito: "Lo más lacerante, irresponsable e incalificable de este Gobierno ha sido esto: ahondar en la división y en la hostilidad entre los españoles". Desde luego, Trías paga el peaje a la progresía y ataca a Bush, pero añade una curiosidad "filosófica" cuando se atreve a decir que Bush y Zapatero tienen ciertos puntos en común; y se contradice a renglón seguido, al afirmar que lo único bueno que ha hecho este Gobierno ha sido retirar las tropas de Irak. En mi opinión, eso forma parte de lo peor, junto a la "alianza de civilizaciones", porque se trata de una deserción de la indispensable alianza internacional de las democracias; una deserción, además, imbécil, porque es a medias, ya que mantienen tropas en Afganistán, que constituye el mismo frente, la misma guerra santa para Al Qaeda y los Estados terroristas islámicos.
 
El agravamiento de la situación se refleja, pues, en los medios (salvo en TVE Internacional, impávida voz de su amo), y hay mucho mar de fondo, o cabreo, entre los españoles, y además el Gobierno no da pie con bola. Muy ufanos, pretenden que lo que hacen con ETA es estupendo, y es estupendo porque ya lo hizo el PP. ¡Hasta se vanaglorian de copiar al PP!
 
Ni siquiera vale la pena señalar que se trata de una mentira zapatera. Ya pueden sacar a relucir contactos "secretos" y acciones "humanitarias" con los presos (¿y por qué no?): lo que distinguió a la política del Gobierno de José María Aznar contra ETA fue su firmeza y eficacia, en el marco del Estado de Derecho. No logró destruir totalmente a la banda terrorista, pero sí que la asestó duros golpes. O sea, exactamente lo contrario de lo que está haciendo el Gobierno Zapatero y el PS (ya he escrito que, puesto que no es ni Obrero ni Español, le sobran un par de letras en sus siglas).
 
Es en este contexto que se sitúa el ultraconflictivo "caso De Juana": la liberación del etarra no constituye una medida "humanitaria" para salvar la vida de un frenético con vocación para el suicidio y el crimen, sino la gota que colma el vaso –el mar– de indignación ante las sucesivas medidas del Gobierno y del PS, que se están sometiendo a todas y cada una de las exigencias de ETA.
 
De Juana Chaos.El susodicho "caso" ha sido teatralizado a ultranza (no pasa nada por que un asesino se suicide), de ahí que haya cobrado un portentoso valor simbólico. Como siempre, el más obsceno defensor de las mentiras gubernamentales es Javier Pradera (que se está convirtiendo en un fenómeno zoológico). Así, ha escrito en El País (7-III-2007) que la liberación de De Juana no obedece a motivos políticos. "¿Cómo explicar que ETA echara un pulso al Gobierno para sacar de la cárcel a un militante de disciplina dudosa?", escribe. ¿Acaso está tan comprometido con la cúpula de ETA que sabe que la banda se desinteresa de ese militante de "disciplina dudosa"? ¿O es que quiere sugerir que Chaos, como otros, se ha convertido al islam en la cárcel? Desde esta perspectiva, quedaría por explicar sus artículo en Gara.
 
Nada, pura mierda. Javier Pradera, antes de escribir sus informes (es incapaz de escribir otra cosa, por eso no ha escrito un solo libro), se mira en el espejo y se convence de que todos los españoles somos tan imbéciles como él. Pero se pasa de necio.
 
La situación es, pues, grave, porque el Gobierno, el PS y los nacionalismos "periféricos", como dicen, han tirado la Nación al barranco, y será muy difícil sacarla de allí. Por eso se multiplican las manifestaciones de descontento y de basta ya. Y no sólo en las calles: en las filas del PS, y de otros sectores también, empieza a cundir el desencanto. Y el Rey, mudo.
 
Yo no formo parte de los que, para volver a la hipótesis de Eugenio Trías, esperan una "advertencia seria, comprometida y arriesgada" del Rey, porque nada espero de él. Aunque, evidentemente, si por un milagro cumpliera con su deber constitucional y manifestara su inquietud y su desacuerdo con la destrucción sistemática de la Nación, eso tendría su importancia. A condición de que no se limitara, como acostumbra, a las frases hueras y las generalidades. Pero si sigue sin decir nada, mirando hacia otro lado, cuando España sufre y está al borde del enfrentamiento, significará que de nada sirve. Pues que se vaya. Me dicen que Estoril no está nada mal.
 
Puede que algunos se extrañen, incluso se indignen, por la forma en que comento el clamoroso silencio del Rey. ¿Y por qué no? A fin de cuentas, mi abuelo Don Antonio colaboró con el suyo, Don Alfonso, durante años, y no fueron los peores.
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