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HISTORIOGRAFÍA

Tres enfoques sobre la República

El valor de la tarea historiográfica, como de cualquier tarea en alguna medida científica, depende en alto grado de su enfoque o hipótesis inicial Un enfoque falso esteriliza gran parte de la labor más esforzada y llega a producir bibliotecas enteras de papelote. Desde hace treinta años el enfoque predominante, con mucho, ha sido el izquierdista, el de la lucha de clases.

El valor de la tarea historiográfica, como de cualquier tarea en alguna medida científica, depende en alto grado de su enfoque o hipótesis inicial Un enfoque falso esteriliza gran parte de la labor más esforzada y llega a producir bibliotecas enteras de papelote. Desde hace treinta años el enfoque predominante, con mucho, ha sido el izquierdista, el de la lucha de clases.
Ya he explicado en otras ocasiones, por lo que no insistiré ahora, la falsedad de ese enfoque, que obliga permanentemente a forzar u omitir hechos cruciales. Buen ejemplo de ello lo tenemos en el "olvido", por parte de los buscadores de fosas, de los numerosos asesinatos entre los propios partidos izquierdistas, cada uno de los cuales se consideraba representante exclusivo o absolutamente privilegiado del "proletariado" o del "pueblo". Este olvido distorsiona la memoria de la guerra, pues tales crímenes reflejan aspectos decisivos de la realidad.
 
El enfoque según la lucha de clases (con variantes como la de "las tres Españas), procede de la propaganda comunista, y ha sido aceptado por izquierdas no marxistas, por republicanos "burgueses" que se refugiaron, si bien a disgusto, bajo el ala de Stalin, presentado asombrosamente como defensor de la democracia y las libertades. El libro de G. Jackson sobre la guerra española es buen exponente de este enfoque, pero la corriente principal viene de Tuñón de Lara, stalinista de probables conexiones con los servicios secretos soviéticos. Éste montó en Pau una auténtica "escuela de cuadros" o expertos en historia, los cuales ya en tiempos de Franco coparon un amplio sector de la universidad, y no digamos bajo el PSOE. Así, el stalinista Tuñón ha influido más que nadie en la historiografía española de estos años, con las reverencias de buena parte de la derecha, ansiosa de que los comunistas le otorgasen el título de "civilizada". Tusell, por poner un caso, ha organizado homenajes al gran hombre mientras tiraba a degüello contra Ricardo de la Cierva y pronosticaba un Imperio Soviético de mil años.
 
La labor historiográfica de la derecha, mucho más fructífera, se ha manifestado en libros muy detallados y documentados, pero que, debido por una parte a su extensión, a veces enorme, y por otra al dominio izquierdista en la universidad y en los medios de masas, han terminado casi fuera de juego. ¿Quién lee los gruesos tomos de la Historia política de las dos España, de García Escudero, o la Historia de la II República, de Arrarás, o la Historia del Ejército Popular de la República, de Ramón Salas Larrazábal, por poner tres ejemplos de trabajos muy concienzudos, veraces y realmente imprescindibles? Son casi desconocidos entre la mayoría de los estudiantes de historia, sumidos en los estereotipados estudios o panfletos más o menos marxistoides que siguen publicándose a una cadencia endiablada.
 
El enfoque izquierdista implica la inevitabilidad de la guerra civil… salvo que la derecha aceptara mansamente el destino reservado para ellas por sus enemigos. En cambio el enfoque derechista busca las causas de la guerra, no en una inesquivable ley sociológica como la lucha de clases, sino en la incapacidad de las izquierdas y nacionalistas para reconocer la realidad social e histórica de España; y, por tanto, para asegurar la convivencia con por lo menos la mitad de la población que no comulgaba con sus ideas, pero estaba dispuesta en principio a adaptarse a la república. De hecho, las izquierdas excluyeron casi desde el principio, y de forma violenta y despótica, a una gran masa de la población, empujándola a una confrontación radical.
 
Ello fue así, sin duda. Pero el fallo de los estudios derechistas radica en su mediocre tratamiento de la cuestión de la democracia. La derecha tiende a omitir u oscurecer el hecho de que la única convivencia posible en el siglo XX era la democrática basada en las libertades. La razón de esta debilidad de su enfoque radica en una fuerte desconfianza hacia la democracia por parte de las derechas. A pesar de que éstas, en general, mostraron en el primer tercio del siglo XX una tendencia liberal y moderada, la bandera de la democracia quedó en manos de unas izquierdas sumamente violentas, de ideología mesiánica e inclinadas no pocas veces al terrorismo. Paradójicamente la actitud derechista favorecía la democracia, mientras que la izquierdista la imposibilitaba, pero ésta quedó, para una masa de libros de historia, como la representante de la libertad, llegando el absurdo de esta versión hasta presentar a Stalin como protector de la democracia española. Esta conducta de los "demócratas" izquierdistas llevó a las derechas, por una insuficiente elaboración teórica, a concluir que la democracia era imposible en España, fuera porque la misma estaba en crisis en toda Europa, fuera porque el "temperamento español" la hacía inviable. De ahí la dictadura de Franco como solución in extremis a los conflictos planteados.
 
Creo que un tercer enfoque permite encajar los hechos de manera más lógica y menos forzada que en las dos versiones anteriores. La "convivencia entre los españoles", realmente destruida bajo la república, fue la convivencia democrática. Contra la versión corriente no fueron las derechas, sino las izquierdas, quienes la destruyeron mediante un proceso revolucionario cada vez más acelerado, y esa ruptura trajo la guerra y luego la larga dictadura de Franco. Quienes se indignan por la duración de esa dictadura deben recordar que no hay democracia posible cuando varios de los principales partidos son abiertamente mesiánicos y revolucionarios, y que, si apartamos de los ojos las telarañas ideológicas, vemos con claridad que la democracia actual viene siendo posible gracias a la prosperidad y la moderación política legadas por el franquismo, mientras que las amenazas a ella provienen de un "antifranquismo" galopante, inexistente cuando Franco vivía. Me refiero a cosas como el terrorismo, los separatismos, la enorme corrupción de la época socialista, que probablemente se renueve ahora, los ataques a la independencia judicial, y tantas otras.
 
La historia no es una disciplina neutra y sin utilidad. Puesto que la izquierda y los nacionalistas han roto el pacto implícito de no utilizar el pasado como arma arrojadiza en la política actual, la derecha, si no quiere repetir antiguos errores, debe recordar ese pasado sin ningún complejo y asir firmemente la bandera de la democracia española, el mejor instrumento contra las amenazas que nos agobian cada día más.
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