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DESDE GEORGETOWN

Terrorismo islámico, terrorismo nacionalista

Y Aznar habló en inglés. Lo hizo en el Gaston Hall de la Universidad de Georgetown. Es un recinto monumental e imponente, uno de esos lugares para los que está hecho el adjetivo "emblemático". El Presidente de la Universidad me dijo luego que si él hubiera tenido que dar una conferencia en un sitio así, ante un público tan numeroso, se hubiera quedado "petrificado". Aznar no lo estuvo. Se mostró bastante seguro, confiado, un punto arrogante y muy firme en la expresión.

Y Aznar habló en inglés. Lo hizo en el Gaston Hall de la Universidad de Georgetown. Es un recinto monumental e imponente, uno de esos lugares para los que está hecho el adjetivo "emblemático". El Presidente de la Universidad me dijo luego que si él hubiera tenido que dar una conferencia en un sitio así, ante un público tan numeroso, se hubiera quedado "petrificado". Aznar no lo estuvo. Se mostró bastante seguro, confiado, un punto arrogante y muy firme en la expresión.
Aznar en Georgetown
La firmeza respondía al contenido de lo que dijo. Aznar dedicó toda su conferencia al terrorismo. Más exactamente al terrorismo islámico, al que se refirió en primer lugar y explícitamente, subrayando que ese es el nombre verdadero del enemigo. No el terrorismo internacional ni el terrorismo a secas: el terrorismo islámico. Fue uno de los puntos más interesantes de toda la conferencia, que contribuye a aclarar la naturaleza del conflicto al que nos enfrentamos.
 
Aznar siguió exponiendo la actitud que en su opinión se debería tener ante el terrorismo. Firmeza, claro está; voluntad de perseguir a los terroristas, no dejarles respirar ni levantar cabeza (Aznar pareció en este punto un político israelí, un verdadero "halcón"), y, además, determinación para atacar. Si se espera en casa, dijo Aznar, los terroristas han ganado la primera batalla. Luego dejó clara la sugerencia que había quedado en el aire: es muy probable que los terroristas islámicos intervengan en la campaña electoral para las elecciones presidenciales. Aquí se escuchó el eco de la experiencia personal, que se manifestó con claridad cuando Aznar habló de la tortura de Ortega Lara, del asesinato de Miguel Ángel Blanco y de algunas de sus vivencias en el País Vasco.
 
En el fondo de la conferencia estaba una convicción. Aznar piensa que estamos en guerra. Es una forma de guerra nueva, contra un enemigo que todavía no está claramente definido, y que requiere medios y estrategias que todavía están por diseñar. No conocemos todavía la naturaleza de la realidad en la que nos encontramos pero sí que sabemos la realidad de nuestra situación.
 
La campaña presidencial norteamericana está contribuyendo a aclarar las grandes posiciones que se han venido configurando desde que el conflicto empezó, en septiembre de 2001. John Kerry y sus seguidores parecen pensar que el conflicto no es una guerra. Saben que el Ejército de su país está comprometido en operaciones bélicas en Irak, pero también piensan que la intervención en Irak fue un error. Se deduce, cada vez con más claridad, que creen posible una retirada militar y un tratamiento del conflicto de índole más policial, centrado en las organizaciones terroristas.
 
La posición de Bush y los suyos está más clara, al menos en principio: la lucha contra el terrorismo es una guerra de verdad. Los enemigos son las organizaciones terroristas y también los Estados que los promocionan. Estados Unidos y sus aliados deben tomar la iniciativa y lanzar una ofensiva en todos los campos: inteligencia, seguridad, democratización, fomento de la libertad de mercado.
 
La posición de Bush y de los suyos sería más fácil de defender si hubieran demostrado menos imprevisión y amateurismo en la gestión de lo que en algún momento se llamó la posguerra en Irak. En las elecciones llevan las de ganar porque la posición de Kerry todavía no está definida con claridad y porque Kerry no tiene carácter para ser presidente de un país en guerra.
 
Pero uno de los aspectos interesantes de esta situación es la inversión de valores y tradiciones que subrayaba un editorial reciente de The Wall Street Journal. Los republicanos, tradicionalmente realistas ante la política exterior, poco amantes de aventuras exteriores, se han volcado en una empresa muy ambiciosa de intervención y democratización exterior. Los demócratas, idealistas por tradición, se han vuelto sumamente prudentes y aunque todavía no sepan muy bien qué proponer, sí saben lo que criticar: la gigantesca quijotada cometida por una administración secuestrada por los "neoconservadores".
 
La misma inversión de valores y de actitudes la encontramos en España. En el siglo XX, desde 1914, e incluso antes, cuando se debatió la posibilidad de que nuestro país se incorporara a la aventura colonial o imperialista, la izquierda mantuvo posiciones idealistas, intervencionistas, optimistas en el fondo. La derecha, en cambio, no se logró nunca quitar de encima el escepticismo desengañado tan característico del conservadurismo de Cánovas. Siempre fue reacia a aventuras exteriores.
 
El terrorismo islámico ha alterado del todo estas venerables tradiciones. Con Aznar, el centro derecha español ha hecho suyas las posiciones optimistas de la izquierda, y la izquierda se ha vuelto tan amedrentada y recelosa como antes lo fue la derecha.
 
Democratizar Irak es como civilizar a los vascos, según un crítico de BushEl cambio afecta a las actitudes, y a los valores que las sostienen. Un norteamericano ilustrado, inteligente, buen conocedor de la situación española y militantemente favorable a Kerry me dio hace poco tiempo el siguiente argumento: querer democratizar Irak es una empresa tan descabellada y quijotesca como querer civilizar a los vascos. Dijo "vascos" y no nacionalistas, y aunque había irremediablemente un punto de insolencia irónica en la expresión, el fondo era serio.
 
En otras palabras, los vascos no podrán aspirar nunca a la libertad, y los iraquíes, y probablemente el conjunto de los musulmanes, están condenados a ser acaudillados por los Sadam Hussein, los Bin Laden o los ayatolás de turno.
 
La reflexión aclara muchas de las posiciones adoptadas por el conjunto de los progresistas desde que tuvieron que dejar de socialistas. También ilumina de forma especial la firmeza con la que Aznar habló en el Gaston Hall de la Universidad de Georgetown. La misma determinación, la misma falta de resignación, el mismo optimismo que le llevó a pensar en su día que el terrorismo nacionalista podía ser vencido le lleva ahora a afirmar que también la guerra contra el terrorismo islámico puede ser ganada, si se quiere hacerlo.
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