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DEFENSA

Terapia de choque

La ministra de Defensa echa la culpa de los males de su departamento al expresidente Aznar. Pero con eso no explica cómo de 18.000 millones para programas especiales (2004) se ha pasado a 32.000 millones de deuda en estos últimos años; y no vale su excusa fácil de que no tiene capacidad de controlar su propio ministerio: ¿por qué no puede liberar el pago de los 600 millones que adeuda este año a las empresas españolas? Las facturas pendientes no pueden estar más claras.


	La ministra de Defensa echa la culpa de los males de su departamento al expresidente Aznar. Pero con eso no explica cómo de 18.000 millones para programas especiales (2004) se ha pasado a 32.000 millones de deuda en estos últimos años; y no vale su excusa fácil de que no tiene capacidad de controlar su propio ministerio: ¿por qué no puede liberar el pago de los 600 millones que adeuda este año a las empresas españolas? Las facturas pendientes no pueden estar más claras.

La verdad es que el socialismo ha dejado Defensa en quiebra técnica en lo financiero, desarmada en lo moral –a golpe de civilizar su esencia– y desorientada estratégicamente: se actúa sin saber por qué y se deja de actuar... también sin razón aparente, como acaba de ocurrir en Libia.

Cuando el nuevo ministro –o ministra– tome posesión, se le plantearán una serie de dilemas que tendrá que resolver de manera urgente y simultánea. Durante años se ha dicho que se podía hacer más con menos, pero se ha llegado a un punto en que, realmente, se podrá hacer bien poco. Vayan aquí las diez medidas que nos parecen inevitables si se quiere devolver a nuestra Defensa un sentido estratégico:

1. Atajar de raíz el problema de la deuda acumulada en los grandes programas de adquisiciones

Con el presupuesto actual de modernización, harán falta 87 años para pagar la deuda. Es absurdo seguir comprando, con el dinero que no se tiene, sistemas que no podrán operarse porque no habrá con qué pagarlos. Más valdría comenzar a desprenderse de plataformas en el mercado internacional y cancelar algunas adquisiciones. España no necesita 27 aviones A400M ni 45 helicópteros NH-90. Esta decisión no se puede demorar, para no hacer del Ministerio un pagador insolvente por más tiempo.

2. Revisar en profundidad las misiones en el exterior

España se está gastando un 13% de su presupuesto de defensa en estas operaciones, muchas de ellas dudosas y algunas simplemente contraproducentes. Retirarse de Unifil –en el sur del Líbano– es una necesidad, como también lo es hacerlo de la misión Atalanta. Ni una ni otra contribuyen a resolver los problemas para las que fueron creadas. Ni se está desarmando a los terroristas de Hezbolá ni se está acabando con la piratería. Al contrario.

3. Crear una Agencia Única de Adquisiciones y Logística

La experiencia de otros países permite pensar que centralizando lo que en la práctica son políticas de compras de cada ejército y tres sistemas estancos de mantenimiento se gana en eficiencia reduciendo costes.

4. Sacar de los Cuarteles Generales todo cuando se pueda gestionar desde el Ministerio de Defensa

Por ejemplo, no tiene sentido alguno que se mantengan tres direcciones de personal, como tampoco se justifica su actual tamaño. Cualquier corporación norteamericana tiene más complejidad que las Fuerzas Armadas, pero la gestión de su personal se hace con un porcentaje de recursos muy inferior.

5. Simplificar estructuras

El propio Ministerio debe dar ejemplo. Así, la figura del secretario general de Política de Defensa puede perfectamente eliminarse, porque si bien queda muy bien sobre el papel, en la práctica no sirve sino para alimentar fricciones y gastar. Se podría eliminar un número muy significativo de direcciones generales y subdirecciones, y fusionar los diversos centros de investigación. Y también la polémica UME.

6. Reestructurar el sistema de inteligencia nacional

El CNI, si se mantiene unido –cuestión discutible–, debe salir de Defensa y hacerse colgar de un asesor de Seguridad Nacional/coordinador de Inteligencia que debería estar bajo la figura del presidente con rango de secretario de Estado. No existe, pero debería existir. De hecho, cuanto menos gasta un país en su defensa, más debe hacerlo en sus servicios de inteligencia. Pero debe gastar bien. En un país donde el Cesid no supo nada del 23-F, y el CNI nada de nada sobre el 11-M, y nadie ha sacado lección alguna al respecto, es más que preocupante.

7. Reforzar la figura del Jemad

Los jefes de los tres ejércitos deben ser responsables de la preparación de la fuerza y el mando de operaciones de sus respectivos empleos, competencia que debe colgar del Jemad.

El propio Jemad debería ser responsable de formar su equipo de jefes de los ejércitos.

8. Relevar a los actuales gestores

Se abre una nueva etapa que no debe afrontarse con los principales responsables del presente desaguisado. Es más, la regla no escrita de que el Jemad debe corresponder rotatoriamente a un representante de cada ejército no tiene por qué respetarse. Se debe elegir al mejor, provenga de donde provenga y en función de las prioridades de Defensa para la legislatura.

9. No se debe hacer pagar la crisis económica a Defensa

España es el país que menos gasta de su entorno (en el que hay amigos y menos amigos), y lo que se podría ahorrar de ese 0'68% del PIB sería irrelevante en lo relacionado con la salida de la crisis; sin embargo, sí puede dañar fatalmente un presupuesto ya muy desequilibrado.

10. Encargar y ejecutar un presupuesto base cero para 2013

Hay que romper con la natural tendencia incrementalista del presupuesto y revisar todas las partidas, así como la organización que la sustenta.

Todas estas acciones se resumen en dos: hay que revisar la Defensa de arriba abajo, limpiarla de cosas innecesarias y dotarla de elementos y herramientas verdaderamente útiles; no se puede confiar más en que los aliados nos saquen las castañas del fuego, porque nos adentramos en tiempos de sálvese quien pueda.

Ah, una última cosa: escúchense y respétense las opiniones de los militares, no en vano son quienes se juegan la vida, pero la política de defensa recae sobre el Gobierno, que debe hacer prevalecer su criterio siempre.

 

RAFAEL L. BARDAJÍ, director de Política Internacional de FAES, y ENRIQUE NAVARRO, consejero delegado de IC2 Partners, fueron asesores en el Ministerio de Defensa en el período 1996-2004.

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