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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Supersticiones cavernícolas

Reina, en casi el mundo entero, y en todo caso en los países desarrollados (no mentalmente, en este punto), una extraña superstición que lo domina todo, el paisaje político, el cultural, el informativo, el publicitario, la opinión pública y cristo que lo fundó. Desde hace algunos años, no existe campaña electoral, programa de radio o televisión, página de periódico que no se haga eco de ella. Ya saben a lo que me refiero: a la defensa del medio ambiente, la lucha contra el calentamiento del planeta, el clima, el efecto invernadero, las emisiones de CO2, etc.

Reina, en casi el mundo entero, y en todo caso en los países desarrollados (no mentalmente, en este punto), una extraña superstición que lo domina todo, el paisaje político, el cultural, el informativo, el publicitario, la opinión pública y cristo que lo fundó. Desde hace algunos años, no existe campaña electoral, programa de radio o televisión, página de periódico que no se haga eco de ella. Ya saben a lo que me refiero: a la defensa del medio ambiente, la lucha contra el calentamiento del planeta, el clima, el efecto invernadero, las emisiones de CO2, etc.
Los políticos, periodistas, científicos no se creen nada, o casi nada, de lo que afirman y fingen defender, pero saben que la presión supersticiosa es tal, y tan popular, que si en un momento dado no se refieren al medio ambiente, o lo hacen recurriendo al sentido común, para decir, por ejemplo, que basta ya de exagerar, que en las campañas y discursos catastrofistas todo es pura ficción, y que si el principio de precaución aconseja tomar ciertas medidas, son medidas de orden técnico, no ideológico, o religioso, que si se notan cambios, éstos han existido siempre, desde antes del bíblico diluvio; pues bien, si un gobernante, un político, un científico, un periodista, quien sea, dice cosas así de sensatas, se verá acusado de cometer un crimen contra la Humanidad por parte de las legiones fanáticas del medio ambiente.
 
Así las cosas, los políticos prefieren aludir al tema en cada uno de sus discursos y programas electorales, acusar a sus adversarios de no tener suficientemente en cuenta el medio ambiente... y no hacer nada, sólo subir los impuestos y las ecotasas. Porque las horrendas energías eólica y solar son notoriamente insuficientes, a menos que se cubra medio país con unos artefactos no menos horrendos.
 
En este sentido, la cumbre medioambiental que tuvo lugar en Francia hace unos meses fue un ejemplo perfecto de entierro de primera clase, según la expresión popular francesa. Nada concreto salió de esa reunión, pese a la presencia del estafador en jefe, Al Gore, y de la mucha verborrea que gastó el personal.
 
Cuando hablo de religión, en cursivas, no es por provocar; es que, por ejemplo, y por volver al sarao francés, el listo payaso Nicolas Hulot y el viejo y chocho Edgar Morin afirmaron que para cambiar el clima hay que empezar por cambiar las costumbres, el espíritu de uno mismo; hacerse bueno, convertirse en un hombre nuevo, consumir menos pero mejor... Cabe preguntarse lo que entienden por mejor estos cretinos.
 
Todos los países europeos –y alguno más– tienen un Ministerio de Medio Ambiente; de nada sirven, salvo para despilfarrar el dinero de los contribuyentes en campañas para la protección de la naturaleza que nunca se llevan a cabo o de lucha contra canículas inexistentes. Buena prueba de ello es que, cada vez que un ministro/a de Medio Ambiente es destituido/a, o sustituido/a, se queja de no haber podido hacer nada. Da lo mismo, y además no los ponen para hacer, sino para que ejerzan de floreros.
 
John McCain.Se sigue charlando sobre medio ambiente en los lugares más inesperados, como en la cumbre que celebró recientemente el G8 en Japón. Se habló en Kioto, claro, sin resultados concretos, porque no interesan a nadie, y hasta en la campaña presidencial norteamericana. De hecho, estos días me llamó la atención que, en un tema como el de la energía, que mucho tiene que ver con el medio ambiente, y además es de actualidad, con el alza vertiginosa del precio del petróleo, si John McCain propuso desarrollar la nuclear, lo cual es de sentido común, Obama, en cambio, propuso apostar por los biocarburantes, o sea, por convertir los cereales en gasolina, lo cual, con la crisis presente, las revueltas del hambre, etcétera, es un puro aquelarre. ¿Cuál de los dos, en ésta como en otras cuestiones, es el más progresista? La respuesta es obvia.
 
Ahora, para colmo y como guinda en el pastel podrido, viene el falso carterito de Neuilly, Olivier Besancenot, a afirmar, junto a su chulo Alain Krivine, que una de las prioridades de su nuevo partido anticapitalista será luchar por el medio ambiente; porque, como todo el mundo sabe, el capitalismo estropea el clima. Aún en gestación, este nuevo partido ya se basa en una gigantesca mentira: pues no es en absoluto anticapitalista, sino, y según los pocos elementos de su programa que se han dado a conocer, un firme defensor del capitalismo de Estado y un no menos firme enemigo del privado.
 
Cuando toda Europa, con gobiernos de izquierda o más de derecha, privatiza, más o menos y más o menos bien, ellos pretenden conservar el arcaico capitalismo de Estado, su burocracia, su ineficacia, ampliamente conocidas en Francia, precisamente, que fue, no hace mucho aún, y dejando aparte los países socialistas, el país con más capitalismo de Estado. Y esa política retrógrada la presentan como revolucionaria. Con lo cual tiran por la borda uno de los principios de la tradición trotskista, con sus bavardages sobre los consejos obreros, la autogestión y demás hostias.
 
Con ese nuevo partido, viejo de nacimiento –si es que nace–, tiran por la borda muchas cosas de esa tradición, como la conquista del poder por las armas. A menos que, sin decirlo, como siempre, se propongan crear un movimiento de masas cuya vanguardia sea el núcleo trotskista semiclandestino, que dirigiría efectivamente la nueva formación.
 
Mientras tanto, la UMP, el PS, los Verdes, las ONG y, sobre todo, las ladies británicas y los terratenientes andaluces se consideran los más fervientes abanderados del medio ambiente. ¡Papanatas!
 
 
Pinche aquí para ver el CONTEMPORÁNEOS dedicado a CARLOS SEMPRÚN MAURA.
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