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LA POLÍTICA, A PESAR DE TODO

Soldadito valiente

Durante estas últimas semanas, los personajes y los temas militares han seguido ocupando las portadas de los periódicos y el interés del resto de medios. Y no para celebrar victorias sino para premiar desbandadas lejanas y organizar vendettas en casa.

Durante estas últimas semanas, los personajes y los temas militares han seguido ocupando las portadas de los periódicos y el interés del resto de medios. Y no para celebrar victorias sino para premiar desbandadas lejanas y organizar vendettas en casa.
Al huir del frente real, se intenta buscar de esta forma una reparación y una compensación anímicas por medio de una veterana versión política de la violencia doméstica: exterminar al adversario del bando nacional. Nostalgias del rancio guerracivilismo español acompasadas con ritmo de pasodoble, para poner sordina a otras marchas y fugas menos nobles. No es esto lo que más necesita España en los actuales momentos de insubordinación interior y de convulsión exterior.
 
En este contexto tan poco tranquilizador, la debilidad y la frivolidad exhibidas sin pudor por el actual Gobierno adquieren además un tono especialmente inquietante, conmoviéndonos hasta el punto de que, como decía el gran humorista Tip, se nos ponen los huevos de gallina.
 
No todo el estropicio nacional es, sin embargo, responsabilidad del Gobierno. Esta creencia es sumamente complaciente y socialista. La inmensa crisis que se está viviendo en la España de nuestros amores no es sólo de corte gubernamental. Esta es cosa transitoria, o, al menos, eso espero. Nuestra verdadera crisis nacional remite al orden moral. Henos ante un deterioro probado de la sociedad civil, o de la ciudadanía, como ahora la tilda la vieja/nueva izquierda para acentuar así su faceta participacionista, o también más vulgarmente, del pueblo, como siguen nombrándola los nacionalistas que la quieren toda para sí mismos. Más que en el sueño de la paz perpetua, la población se encuentra en el limbo, esperando la redención del género humano. Si como decía Robert Kagan, Europa se ha tomado en las últimas décadas unas largas vacaciones estratégicas y de defensa, los españoles, para dar la nota, se suman a las tendencias del viejo continente con un aliciente especial: ahora se aprestan a las rebajas nacionales con gozosa disposición, pues en la liquidación total hasta el más lelo puede encontrar verdaderas gangas.
 
La sociedad española se ha instalado ya confortablemente en el pacifismo más irresponsable y patético que pueda imaginarse, y no resulta fácil dilucidar si es el Gobierno el que dirige ese desconcierto general o si es reo de su propia huida y de la conformada opinión pública que le anima. Los españoles de hoy dicen que no quieren ir a la guerra: quieren que la guerra (ETA o Al-Qaeda) simplemente desaparezca de sus vidas... Han interiorado hasta tal punto el cuento narcotizante del “no a la guerra” y del “gratis total” –y hasta, si me apuran, los ecos del talante Ibarreche– que ya no quieren apenas trabajar, ni estudiar, ni invertir. Ni tener hijos, si de la sociología y la demoscopia pasamos a la demografía.
 
El actual Gobierno de España hace el titiritero y el mayor de los ridículos en el exterior, y el que siga en la luna, a muchos aquí les parece divertido y una garantía de seguridad. O, al menos, tal cosa aseguran los sondeos de opinión institucionales, esos informes que desde que están al frente del CIS los catedráticos de Ciencia Política Roberto Alcázar y Fernando Vallespín (¡Ostras, Pedrín!) han adquirido el rango de tira cómica o de tebeo de aventuras, mas nunca de hazañas bélicas. Ocurre que hoy ya no se llevan los héroes. Ahora se impone la moda de la huida, la retirada y el repliegue: la arruga es bella, y los rotos y descosidos se apañan con composturas sin mayores refuerzos. No se trata sólo de que el Ejecutivo esté destruyendo lo realizado estos últimos ocho años: es que está humillando a los españoles a nivel internacional y cósmico. Con la retirada de Irak no se ha tocado techo. El nuevo Ejecutivo va a más: he aquí el renovado plus ultra. Lamentablemente, su deriva está contagiando incluso al alto mando militar y a parte de sus familias. Lo de "Todo por la patria" y "soldadito español" suena ya a algo muy anticuado. Como la valentía. Pero, yo me pregunto: ¿de verdad pueden encajar los militares de profesión que los compañeros de armas de otros países les despidan de las misiones militares aliadas con rechifla y cacareándoles en su retirada del campo de batalla? ¿No les afrenta a sus familias que sus seres queridos vuelvan a casa antes de Navidad para comerse el marrón?
 
Y para más escarnio, vuelve Yaks… El asunto ése de la tragedia del Yak-42, que no tiene ninguna gracia, me conturba. Su manipulación partidista huele más a podrido que la corte de Dinamarca en tiempos de Hamlet. Del PSOE, todo se espera, pero, ¿a qué juegan las familias, o mejor, la asociación de familiares de las víctimas que, como institución, dice representarlas? Se dirá que hay que respetar los sentimientos de los afectados y no polemizar con ellos. Bueno, pues que eso lo haga el PP, actitud que comprendo por motivos de prudencia política. Pero yo, que soy un incorrecto y un imprudente político, a pesar de todo, les demando autorrespeto y exquisita discreción en la manera de sobrellevar asuntos tan dramáticos y aun macabros. La rebelión organizada por la Asociación en cuestión ha cruzado la línea roja del valor al poner en cuestión el honor y la palabra de los mandos militares que no son de su agrado (del general Alejandre: "un general sin honor no tiene derecho a réplica") y al exigir responsabilidades jurídicas y ¡políticas! al Gobierno de Aznar, además de "que se vaya del Congreso" el anterior ministro de Defensa, Federico Trillo ("si le queda un mínimo de dignidad política") para darles satisfacción y para que así puedan descansar ellos en paz. Como contraste, agradecen al actual Ministro José Bono el "cariño" y la "ayuda" que les está prestando. ¿Será ésta una nueva expresión del sobrevenido emocionalismo político, de la nueva cara, de la era ZP?
 
Cuando los soldados formaban una gran familia militar, volvían a casa con la victoria o no volvían: todos los hermanos eran valientes. Hoy los muertos en misiones militares ya no tienen la categoría de caídos por la Patria sino supuestamente la de víctimas de las mentiras, la imprevisión y la maldad de Aznar. ¡Y desde el actual Gobierno y con esta tropa todavía hay quien habla de dar lecciones de patriotismo y honor a los americanos, que continúan en primera línea de fuego!
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