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FIGURAS DE PAPEL

Sobre los dictadores y sus dobles

Un escritor es original o no lo es. Cuando lo es, se exhibe de manera sencilla y clara y, a veces, ni lo sabe. Pues bien, el francés Daniel Pennac es original. Y su lectura resulta atractiva y siempre gratificante porque está abierto a las novedades, gracias a una poderosa fantasía y una escritura ágil y directa que conecta rápidamente con el lector.

Un escritor es original o no lo es. Cuando lo es, se exhibe de manera sencilla y clara y, a veces, ni lo sabe. Pues bien, el francés Daniel Pennac es original. Y su lectura resulta atractiva y siempre gratificante porque está abierto a las novedades, gracias a una poderosa fantasía y una escritura ágil y directa que conecta rápidamente con el lector.
Acabo de dar fin a su reciente novela El dictador y la hamaca, donde el humor y la imaginería confraternizan, mientras, más allá de esa tersa superficie, se advierte la sordidez dolorosa que suele ser común a las llamadas, en forma generalizada, “repúblicas bananeras”. En una de ellas, la imaginaria Teresina, ubicada en algún lugar de Sudamérica, sucede este libro. No importa el país. Baste decir que es tropical, y que su lenguaje, el entorno, las comidas y bebidas, en fin, todo ello, se asemeja al Brasil profundo.
La obra fue producto (lo ha confesado el autor) de un aterrizaje forzoso en un viaje a Río de Janeiro, y fruto de un breve paseo por una pequeña ciudad donde pernoctaron hasta llegar a destino. Es más, esta historia real forma parte de la novela: el autor se introduce en su historia, le vemos escribir. Dudar, crear, y llega incluso a desvelar sus secretos literarios para imaginar personajes. De pronto, se dirige a su lector y le dice que necesita un personaje femenino para su historia; y allí muestra su técnica, y lo inventa. Por ejemplo, una de sus criaturas le escribe, aquí: “si lo he comprendido bien soy a la vez personaje y fuente de información, en su libro. Venga, venga, querido autor, pregúnteme todo lo que quiera...”.
 
La elaboración de los personajes a ojos vista da un nuevo sesgo a la novela. Y, de paso, nos permite apreciar la facilidad de Pennac para elaborar personajes creíbles y (algunos) queribles. Facilidad, ésta, que ciertamente ha puesto de manifiesto en sus libros anteriores, tan fruitivos, los de la Tribu Malausséne, vastamente difundidos.
 
Esta novela narra la azarosa y singular vida de Manuel Pereira da Porte Martins, dictador agorafóbico en Teresina. Formado en Europa, a su vuelta a casa añora el viejo continente, la vida culta y refinada, los museos, las fiestas con sus amigas bellas, cultas y bonitas. En consecuencia, decide apelar a un doble, al que adiestra perfectamente, antes de marcharse a Europa de incógnito. El doble deberá mantenerle con negocios sucios, naturalmente, decir los discursos que le ha preparado y, sobre todo, mantener férreamente la dictadura de ese pequeño país sometido. Pero ocurre que se aburre y apela a otro, y se marcha a Hollywood en busca de fama en el cine. Estamos en los tiempos de Chaplin y Rodolfo Valentino (de quien será luego un doble) quienes también aparecen, por cierto, en esta novela.
 
Y tras éste vendrán otros dobles, hasta que el verdadero Manuel Pereira da Porte Martins, en un inesperado y melancólico regreso (oportunidad en la que se cumplirá el destino que una bruja le había señalado antes de marcharse) advertirá que ya no queda siquiera el más mínimo parecido con él en el dictador de turno que le sustituye. No puedo contar más, porque el lector perderá infinitos detalles de sabrosura en los que Daniel Pennac abunda a lo largo de su muy imaginativo libro.
 
Bioy Casares señalaba que es grato referir la trama de una novela, pero no es menos cierto lo que sostenía Borges: al hacerlo, traicionamos el libro original. Participo de ambas cosas, así que pongo punto final a los vericuetos de una trama sinuosa, entretenida, que nos lleva a Brasil, a Chicago, a Los Angeles y Austria, y con las cuales se deleitará el lector.
 
Por diversas ventanas y gracias a una técnica novelística depurada, abierta y novedosa, llegan al lector las incontables aventuras (plenas de vida, dolor, humor y emoción) de este libro que se bebe placenteramente de un sorbo.
 
Daniel Pennac, El dictador y la hamaca, Mondadori, 2003.
 
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