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LA POLÍTICA, A PESAR DE TODO

Seis meses

Seis meses, seis, lleva el Ejecutivo socialista empeñado en la tarea de demolición de la Nación y de desmoralización de la sociedad española desde los poderes del Estado. Seis meses, seis, es más que suficiente para que hasta los más pánfilos, resignados y rendidos se den por enterados: España está siendo despedazada por una secta de fanáticos y fanáticas excitados por la reedición de la utopía totalitaria.

Seis meses, seis, lleva el Ejecutivo socialista empeñado en la tarea de demolición de la Nación y de desmoralización de la sociedad española desde los poderes del Estado. Seis meses, seis, es más que suficiente para que hasta los más pánfilos, resignados y rendidos se den por enterados: España está siendo despedazada por una secta de fanáticos y fanáticas excitados por la reedición de la utopía totalitaria.
A lo largo de esta semana de pasión política, hemos tenido ocasión de disponer de un variado abanico de noticias y opiniones acerca de la conmemoración de un suceso nacional que debería servir más como un recordatorio que como celebración: tomadas las instituciones de España por la fuerza de los hechos hace seis meses, la obra socialista de piqueta sigue adelante. Desde entonces, una labor de zapa está llevándose a efecto por un Ejecutivo (o Directorio, o Somatén, o Célula, no sé bien como denominarlo: cuesta calificarlo de Gobierno) acaudillado por un tal José Luis Rodríguez. ¿Qué hemos hecho para merecernos esto? Pues nada menos que trabajar por seguir levantando un país, una nación de largo y glorioso pasado, que en los últimos ocho años se había esforzado por ir a más, lo cual ha provocado un movimiento reactivo que siembra la discordia civil, desmoraliza y apoca a la sociedad, descompone el sistema económico, nos aparta del mundo civilizado, nos retrotrae a África, nos ata con longanizas de soja al destino de las ONG y los Países no Alineados, y amenaza a la ciudadanía, en fin, con constantes iniciativas para los próximos seis meses, por lo menos.
 
El desafío actual es serio, aunque venga acompañado de rostros risueños y pajareros, puesto que los caudales dinerarios e hídricos de este país están en peligro. El Ejecutivo ejecutor de José Luis Rodríguez aspira a poner en marcha un programa de actos de gran ambición y perfectamente calculado. Se trata de desacreditar, para después destruir, el legado de España, empezando por desbaratar lo realizado en los Gobiernos del PP, a fin de que ya no pueda reponerse nunca jamás. Así está escrito, negro sobre blanco, en la entradilla que daba paso a la entrevista al denominado Presidente del Gobierno de España en El País del pasado domingo, en el que se celebraba (allí sí) sus primeros seis meses de estancia en La Moncloa: "Ningún Gobierno se atreverá ya a enviar tropas españolas al extranjero sin pasar por el Parlamento, ni a anular el matrimonio de los homosexuales una vez que entre en vigor". Hay que tomar en serio la maldición. No hay aquí rastro de marcarse un farol. Ciertamente, los socialistas no amenazan porque sí. Por donde pasan ya no crece la hierba sino la moqueta de la corrupción; piénsese, si no, en la LOGSE, en el comando de Interior, etc. De esta índole es la doctrina que agita la teoría y práctica del socialismo de todos los Gobiernos…
 
En este periodo de desgracia nacional, escuchamos veredictos de todo tipo. No me preocupan ahora demasiado los aprobatorios, porque, muchos de ellos se me antojan votos fidelizados, de cuota, que funcionan ciegamente y a piñón fijo, que apuestan sin reserva al número rojo o a caballo ganador: están con la izquierda, con los suyos, pase lo que pase, hagan lo que hagan. Me parecen más inquietantes las impresiones de aquellos que critican a este Gobierno, según dicen, porque actúa con demasiada frivolidad, porque no se aclara y rectifica mucho, porque no cumple lo que anuncia: ¡cómo si se juzgase conveniente la plena ejecución de sus propósitos! Si esto sigue así, si continúa la anticruzada con vistas a islamizarnos, para halagar e intentar contener al asaltante; a jibarizarnos, para contentar a los culturalistas; y a castrarnos políticamente para satisfacer así a castristas y feministas de pelo en pecho, vale decir, entonces nadie se extrañe de que la próxima consigna liberadora de nuestros actuales mandarines y mandamases no rece: ¡Váyase, señor Zapatero!, sino, más bien: ¡Vade retro, ZP!
 
Los despropósitos y desmanes del actual Ejecutivo, de sus funcionarios y funcionarias todavía en nómina, salpican desde la política exterior a la interior, desde los territorios de la vivienda hasta el campo sembrado de minas en Educación y en Cultura. Políticas para durar: a ver quien las desactiva luego. Lo realmente grave de este espectáculo está en que, en su afán por revolucionarlo todo, no se conforman con ocupar las universidades e intimidar a los profesores todavía no domesticados, o invadir los órganos de la Judicatura aún remisos a dejarse socializar y politizar, o inspeccionar y reordenar sorpresivamente los cuarteles de guardias y militares. Lo verdaderamente alarmante de esta conmoción integral, de esta renovada revolución cultural, es que irrumpa en los ámbitos de la sociedad civil, para dejar también allí su imborrable impronta.
 
El penúltimo episodio antinacional de José Luis Rodríguez y sus muñecas, pasa por convertir las canchas de tenis en arena política donde hacer sangre e impartir doctrina de pimpinela escarlata. Las rompepelotas de la actual Administración socialista la han tomado ahora con los recogepelotas, a fin de que sean ellos y no ellas quienes se agachen a coger las bolas, porque si lo hacen modelos-mujeres, por lo que se ve, resulta indecente. La rompepelotas de turno de guardia en este caso ha sido la secretaria de Políticas de Igualdad del Ministerio de Trabajo, la cual al frente de un quiosco con semejante rótulo no extraña que la haya vuelto a armar, por meterse donde no le llaman, y reviente a quienes pretende salvar del pecado del neoliberalismo salvaje y el "machismo criminal", según dispone el prontuario del Superintendente, con mano de santa laicista y regeneradora mente calenturienta de buenas costumbres y valores progresistas. Las comisarias políticas y centinelas de la moral de izquierda no descansan. Ahora, las chicas de oro y las coristas del Vogue se las tienen con las chicas de Boss.
 
¿Será esto por razón de política, a pesar de todo? ¿Será ésta una cuestión de Estado? Creo que no. Intuyo que en este asunto de faldas y pelotas asoma la envidia, los celos o algo más íntimo que se me escapa. Lo indudable es que el actual Ejecutivo, tan social y tan intelectual orgánico él y ebrio de "ciudadanismo", no sólo está empeñado en hacer la vida imposible a los ciudadanos que quieren trabajar, comprar y vender en días festivos, a la clase media que quiere prosperar y a los jóvemes que quieren estudiar, sino que, tan feminista él, la emprende asimismo contra las mujeres que buscan empleo y desean vivir sin interferencias e intervenciones del Gobierno. Sépase, con todo, que por más que algunos y algunas quieran, hay cosas que ni en dos tardes ni en seis meses podrán alterar: que la gente prefiera a las chicas de Boss y Bond que a las ministras, secretarias y subsecretarias de ZP, o sea, Mister Yes (antes Dr. No).
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