Conviene recordar que en 1792 el Comité de Instrucción Pública de la Asamblea Francesa encargó al marqués de Condorcet que constituyera una comisión para elaborar los decretos que debían regular la educación nacional. La comisión preparó un documento que se llamó Repport sur l’instruction publique y que recogía las ideas pedagógicas de Condorcet.
Condorcet sostuvo siempre que solamente una instrucción generalizada podía garantizar la igualdad de los individuos ante la ley, y por eso reclamaba una enseñanza gratuita sostenida por el Estado, pues, según él, era la única forma de garantizar que la instrucción estuviera al alcance de todos los ciudadanos.
De acuerdo con estos antecedentes históricos, es fácil comprender que la asociación Sauver les Lettres apueste por una escuela pública cuyo principal objetivo sea "instruir a toda la sociedad". De ahí que sus miembros mantengan como ideal la creación de una escuela, según sus propias palabras, "elitista para todos".
Para los miembros de Sauver les Lettres resulta inadmisible que la democratización escolar se haya hecho sacrificando el principal objetivo de la escuela, que, como decía Condorcet, no era otro que el de instruir a toda la población. Protestan porque la escolarización prolongada, no exigente y falta de ambiciones intelectuales ha convertido las escuelas y liceos franceses en centros de entretenimiento colectivo y ha infantilizado a los jóvenes, haciendo de la enseñanza secundaria una mera prolongación de la primaria. Se quejan de que se trate de camuflar el estudio mediante juegos, de que se confunda cualquier regla o norma institucional con ataques a la libertad y al derecho y de que se considere segregadora cualquier tipo de orientación selectiva.
Sauver les Lettres denuncia también la imposición de una pedagogía constructivista que ha servido para que, con la excusa de que el niño debe construir sus propios conocimientos, se haya prolongado hasta los 16 años el tiempo dedicado al aprendizaje de las destrezas y conocimientos más elementales
Todas estas ideas, expresadas en la página web de Sauver les Lettres, suenan como música celestial para mis oídos, poco acostumbrados a escucharlas en el mundo educativo español. Los miembros de esta asociación son totalmente críticos con la política educativa que en Francia se ha impulsado desde la izquierda, y acusan abiertamente a Lionel Jospin de haber llevado la enseñanza francesa al desastre con la implantación de su Ley de Educación, de 1989. Sin embargo, como si se hubieran asustado de su osadía y de su incorrección política y temieran que alguien les tomara por lo que no son, han optado por incluir en su "manifiesto" o página de presentación un párrafo que suena a declaración de principios antiliberales y anticapitalistas:
"Se comprende bien que la escuela que queremos no puede ser más que antiliberal, pues rechaza la pretendida fatalidad de la reproducción social y excluye de su ámbito el 'libre' juego de la oferta y la demanda".
Entiendo que lo que ha querido este grupo es dejar claro que su crítica con la izquierda la hacen desde la izquierda. Ahora bien, lo que no llego a comprender es que crean que la supuesta "escuela liberal" reproduciría las clases sociales. ¡Caramba! O yo no he entendido nada de lo que es el liberalismo o estos señores están equivocados. A mi entender, una sociedad "liberal" sería una sociedad abierta y permeable donde todos los individuos tuvieran los mismos derechos y las mismas oportunidades, por tanto una escuela que se quisiera llamar "liberal" sería aquella en la que los individuos recibieran una formación que les permitiera ascender en la escala social, es decir, prosperar y tener una vida mejor que la de sus padres.
Para mí, escuela antiliberal sería lo más parecido a la escuela igualitaria que gobernantes de izquierdas han implantado no sólo en España y Francia, sino en una gran parte del mundo occidental. Esa escuela igualitaria que rechaza el mérito, la exigencia y el esfuerzo individual es la más indicada para que los pobres sigan siendo pobres y los incultos, incultos, y para que sólo los socialmente más favorecidos puedan aspirar a conseguir una buena situación en la sociedad, y triste es que nuestros vecinos franceses, que tan lúcidamente critican la falsa democratización escolar, no sean capaces de verlo así.