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DESARROLLO

Sale a cuenta no tener enemigos

La semana pasada tuve la oportunidad de realizar una visita turística de un día al Reino Hachemita de Jordania, junto a mi novia y mi padre. Cruzamos la frontera israelí desde Eilat, ciudad ribereña del Mar Rojo y limítrofe, además de con Jordania, con Egipto.

La semana pasada tuve la oportunidad de realizar una visita turística de un día al Reino Hachemita de Jordania, junto a mi novia y mi padre. Cruzamos la frontera israelí desde Eilat, ciudad ribereña del Mar Rojo y limítrofe, además de con Jordania, con Egipto.
Petra (Jordania).
Debido a la última operación contra el grupo terrorista Hamás en Gaza, el Gobierno israelí elevó la alerta para los turistas y residentes en el extranjero y, además, aconsejó no viajar a ningún Estado musulmán. Vale aclarar que las playas egipcias (las del Sinaí) y turcas son dos de los sitios turísticos favoritos de los israelíes. Jordania también recibe turismo israelí, pero menos.

Debo reconocer que tenía una imagen de Jordania bastante diferente a lo que realmente es. Me imaginé que iba a encontrarme con un Estado tercermundista muy pobre repleto de pintadas o carteles anti-israelíes y anti-judíos, y, no lo voy a negar, no me entusiasmaba la idea de confesar mi nacionalidad israelí ni mi condición de judío y hablante de hebreo. Me dije a mí mismo: al cruzar la frontera me olvido de mi identidad y paso a ser un robot que pregunta en inglés sobre asuntos exclusivamente turísticos.

Todo cambió en el transcurso de nuestro paseo. Nuestro amigable guía jordano, Jusam, nos trasladó desde la ciudad balnearia de Aqaba hasta el poblado de Wadi Moussa, donde recorrimos las ruinas de Petra en compañía de otro simpático y culto guía que, mientras nos explicaba el significado de cada lugar, por momentos comparaba la terminología árabe con la hebrea, para ayudarnos a entender mejor.

Panorámica de Ammán, la capital de Jordania.Después de la agotadora caminata por las ruinas, Jusam nos llevó de vuelta a Aqaba, donde dimos un paseo de minutos.

Durante mi breve estancia en ese hermoso país me encontré con autos último modelo por doquier, y observé que la mayoría de las mujeres vestía ropa occidental, si bien lucían también la kufiá (pañuelo que utilizan las musulmanas): al ver a una joven que no lo llevaba puesto, Jusam nos dijo que cada vez había más como ella. Abundan los hoteles de cinco estrellas de cadenas mundialmente conocidas, así como los shoppings y los locales de comida rápida como McDonald's. En los poblados beduinos no se veía un camello ni un burro, sino autos y camionetas, lo que provocó un comentario jocoso de nuestro guía. Las autopistas son amplias, están limpias y nadie sobrepasa el límite de velocidad máxima, estrictamente controlado por la policía. Y lo mejor de todo: no vi pobreza por ningún lado.

Todo me resultaba muy extraño, y molesté a nuestro guía con preguntas ya no sólo de interés turístico, sino político y social. Todas sus respuestas me confirmaban lo que observaba a simple vista, pero me volví a sorprender cuando me informó de que el servicio militar no era obligatorio: "Nosotros no tenemos enemigos, no necesitamos", me dijo, a modo de explicación. Tan simple como correcto. 

¿Será casualidad que en los países subyugados por dictadores que se afanan en la busca de enemigos la situación socioeconómica sea desastrosa? Yo creo que no. Veamos algunos ejemplos:
– Cuba. Este país sufre desde hace cincuenta años el régimen dictatorial de los hermanos Castro, famoso porque secuestra, encarcela, recluye en campos de trabajo, tortura o fusila a la gente que piensa distinto. Siempre busca enemigos externos. Los exiliados, que pueden expresarse contra el régimen por encontrarse fuera de la isla, pasan a ser enemigos aliados del peor enemigo, los Estados Unidos. 

– Venezuela. El voluminoso dictador Chávez, quien subió al poder con un discurso demócrata y capitalista, negando ser un socialista y criticando al régimen cubano, decidió engañar a su propio pueblo y hacer un giro abrupto y total. Se transformó en un dictador opresor que ve enemigos hasta en la sopa. Creó un apodo para los que no piensan como él ("escuálidos"), y, al igual que los hermanos Castro, acusa a Estados Unidos de todos los males del mundo. Asimismo, no ahorra escupitajos de odio contra Israel y los judíos. Se alió a grupos terroristas que luchan contra la libertad de las personas, y vio en el presidente colombiano Uribe un enemigo porque mató a terroristas de las FARC en suelo ecuatoriano. Además, e imitando a su mejor amigo, el moribundo Fidel Castro, reprime manifestaciones pacíficas en su contra y censura a todos sus enemigos, que no son otra cosa que rivales políticos como los hay en cualquier país libre. 

– Los aliados latinos de los dictadores anteriormente nombrados, como Correa, Morales y Ortega, presidentes de Ecuador, Bolivia y Nicaragua, respectivamente, utilizan a los mismos enemigos que Chávez, ya que necesitan del dinero y padrinazgo político del venezolano. Como bien dice Jaime Bayly, Correa, Morales y Ortega son los vicepresidentes de sus países: el presidente es el dictador bolivariano. Por lo tanto, no tiene sentido añadir más al respecto.

– Los líderes de los países islámicos más radicalizados, como Siria e Irán, y de los movimientos islámicos extremistas, como el Hezbolá, el Hamás o Al Qaeda, son los nuevos socios de los dictadores comunistas latinos. ¿Por qué? Porque también se encargan de buscar enemigos, y, oh casualidad, son los mismos. Sus atropellos a los más básicos derechos humanos, sus llamamientos a la destrucción de un Estado soberano como Israel, del pueblo judío y de Occidente mismo, son pasados por alto. Lo importante es su oposición a Estados Unidos y sus aliados.
Pero ¿por qué buscan enemigos tan desesperadamente? La cuestión es simple. Por un lado, el viejo totalitarismo comunista quiere reaparecer y volver a intentar el sometimiento de Occidente. Chávez y Castro se aliaron para ello; pero como no les alcanzaba, comenzaron a coquetear con el peligroso régimen ruso, el cual se desvive por volver a la Guerra Fría, y con el Islam radical, que también pretende dominar Occidente. No es que se quieran, para nada: pero se necesitan mutuamente para poder destruir al enemigo común: los países libres, encabezados por Estados Unidos. Si tuvieran éxito, más tarde comenzarían a luchar entre ellos. 

En estos países, los graves problemas sociales y económicos pasan a ser culpa de Estados Unidos o de Israel. Se adoctrina a la gente en el odio y se justifica cualquier actitud violenta y opresora contra enemigos internos o externos.

Si esos dictadores invirtieran todo ese tiempo y esfuerzo en mejorar la situación de sus compatriotas, si otorgaran a éstos todas las libertades y les procuraran educación, en lugar de doctrina, la situación de esos países y del mundo en general sería mucho mejor.

¿Por qué será, entonces, que Israel y Estados Unidos, países con abundantes enemigos, pertenecen al Primer Mundo? Porque no quieren enemistarse con nadie. Las guerras en que participan siempre les han sido impuestas, nunca las han buscado. Como dijera el periodista español Federico Jimenez Losantos, si no fuera por Estados Unidos, "hoy el mundo sería un gran campo de concentración soviético"; o un gran Estado islámico, regido por la terrible y sangrienta sharia, añado yo. Y si no fuera por Israel, hoy habría millones de judíos menos sobre la faz de la Tierra.

A pesar de que yo no respalde las monarquías, ya que prefiero las democracias, el rey Abdalá de Jordania respeta la propiedad privada, y si bien su reino no es el paraíso de la libertad, está muchísimo mejor, en este sentido, que los demás países árabes. 

El rey Abdalá intenta equilibrarse ideológicamente, y lo logra. Por un lado sufre la presión de gran parte del mundo árabe para que no se acerque tanto a Israel (y no lo hace, más allá de la existencia de relaciones diplomáticas entre los dos países), pero tampoco se enemista con el Estado judío. Esa moderación política le es conveniente, ya que así no tiene que verse envuelto en conflictos bélicos, como sí se vio, en cambio, su padre, y le sirve para dotar de firmeza a la economía nacional.

Y es que sin enemigos, todo es más fácil.


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