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DRAGONES Y MAZMORRAS

Prisas mediáticas y literarias

Los madrileños estamos dispuestos a batir el récord en asistencia a actos culturales. No sólo los convocados tenemos que desafiar las reglas del universo físico, intentando conciliar lo irreconciliable, sino los propios actores del evento.

Algunos no tienen empacho en apuntarse a dos a la vez, como se puede comprobar, para la historia, en las cartulinas de las invitaciones. El jueves 14 de noviembre a las 20 horas Andrés Sánchez Robayna estaba emplazado en el Círculo de Bellas Artes para presentar el libro de Eliot Weinberger, Rostros kármicos y sólo media hora antes, en La Residencia de Estudiantes iniciaba una lectura de poemas en el marco de la inauguración de la exposición sobre la obra de Vicente Rojo. No sólo para oírle (lee muy bien) sino para ver cómo se las arreglaba para cumplir con ambas convocatorias, me personé en este segundo lugar, donde me encontré a muchos miembros de la numerosa familia Rojo, algunos de ellos destacados periodistas del grupo Prisa, razón que explicaba la presencia en la sala del nada poético Javier Pradera, conocido también como el profesor Moriarty.

El resto del público era un poco de ese cariz o tendencia, amén de la ocasional presencia de algunos de los poetas insertos en la antología de Las ínsulas extrañas, como Clara Janés y la fortuita ausencia de los excluidos, excepto una servidora, que se debe a su labor de cronista por encima de toda decepción o pique literario. La lectura duró hora y media y yo veía que el poeta iba a quedar muy mal con el Círculo a no ser que hubiera mandado un holograma. Luego me enteré por él mismo que, previendo el desfase, había hecho algo parecido, pues había dejado un texto para que lo leyeran sus sufridas compañeras de mesa, las poetisas Esperanza López Parada y Amalia Iglesias, tampoco incluidas en la citada antología, por cierto, aunque supongo que por criterios de orden cronológico, como tampoco lo está, por lo mismo, el también poeta José Méndez, quien se encargó de presentar al insigne canario.

Precisamente José Méndez está ahora metido en una aventura editorial que ha empezado con muy buen pie. Me refiero al sello editorial que, al alimón, han creado las editoriales Turner y Fondo de Cultura Económica y a quien deseo lo mejor. Méndez es un hombre polifacético y muy activo y por eso no me extrañó que fuera él quien me invitara, junto a otros periodistas, a celebrar el primer aniversario de la publicación en España de la revista mexicana Letras Libres que se pretende la heredera de la histórica y octaviana revista Vuelta. Aunque todo transcurrió con la mayor corrección, creí sentir en los responsables cierta decepción al comprobar que prácticamente nadie de los ahí reunidos conocía la revista ni parecían tampoco sentir gran entusiasmo. A mi entender la razón tiene que ver con la atonía general de los críticos literarios españoles, a quienes les importan más los chismes que las aventuras intelectuales. Por la conversación que tuve con algunos de ellos —verán que no doy nombres— me di cuenta que esa indiferencia, y en algunos casos escepticismo, se extendía incluso a los medios a los que pertenecen o en los que colaboran. Una verdadera jarra de agua fría para esos mexicanos entusiastas, a quienes yo recomendaría que hicieran menos caso de los colaboradores españoles y nos pusieran más en contacto con los americanos del norte que es lo que ellos son. Para leer a Goytosolo, Elorza, Tusell, Vila-Matas y a los Vargas Llosa, no necesitamos alforjas.

No quiero terminar estas líneas sin mencionar uno de los actos más sonados de la semana que tuvo lugar en La Casa de América. Me refiero a la presencia en Madrid de la escritora norteamericana Susan Sontag, quien, junto a Saramago, constituye uno de las imposturas intelectuales más relevantes a nivel planetario. No recuerdo por qué no pude asistir pero supongo que algún mecanismo de defensa de mi integridad psíquica debió de entrar en juego para mantenerme alejada de esa “tour de force”. Sin embargo, aquello que más me hubiera podido soliviantar no se reflejó en las extensas crónicas que los periódicos —en estado de beatitud— reflejaron al día siguiente, sino en lo que me contaron dos testigos presenciales del hecho, nada predispuestos en contra del mismo, o al menos eso creo. Se trata de un serbio, afincado en Francia, traductor de Rafael Sánchez Ferlosio y de Juan Benet al serbio y, recientemente al francés, de Javier Cercas (Soldados de Salamina), y de su mujer, una joven editora francesa que trabaja en Actes Sud, la editorial que ha publicado el libro de Cercas. Mis amigos, que estaban pasando unos días en Madrid, me contaron que así como admiraron la elocuencia y brillantez de la Sontag, se quedaron estupefactos ante la torpeza expresiva y la pobreza intelectual del “señor que hablaba con ella”. El tal, lo habrán adivinado, no es otro que Juan Luis Cebrían, y en su ingenuidad mis amigos no se podían creer que fuera académico de la lengua, aunque no les extrañó que fuera director de un periódico.

Al parecer la Sontag hizo continuas referencias a la situación de la mujer en el mundo, y se refirió a lo reciente que ha sido su emancipación incluso en Occidente (como si en Oriente se hubiera ni tan siquiera iniciado). Recordó para argumentarlo, que en la culta Francia el voto femenino no se alcanzó hasta 1945 y entonces, preguntó a Cebrián que cuando se había conseguido en España. El académico, que se quedó helado y puso cara de no saberlo en absoluto (según el testimonio de mis amigos) salió con la siguiente enormidad: “En España, dijo, ni los hombres ni las mujeres hemos tenido derecho a voto hasta 1975”. Lejos de levantarse voces para refutarlo (cosa que no ocurrió ni el coloquio, lo que indica el nivel de los asistentes) el público acogió la respuesta con risas cómplices. Mis amigos, incluso siendo poco duchos en historia de España, no pudieron creérselo. Yo les expliqué que la respuesta de Cebrián estaba hecha de ignorancia y mala fe, con la exclusiva finalidad de ocultar una realidad favorable para España, pues recordemos que fue el segundo país europeo donde se logró el voto femenino (con el voto en contra de la socialista Victoria Kent), después de Inglaterra en 1918 y por tanto mucho antes que Francia y desde luego que en Suiza donde no se consiguió hasta 1971. Otra cosa es que quedara sofocado para todos durante la dictadura, pero incluso en aquella época, cuando se “consultaba al pueblo” participaban ambos sexos. A punto está una de exclamar, suplantado la voz Joan Maragall, el poeta:

¿Dónde estás España, dónde que no te veo?
¿No oyes mi voz atronadora?
¿No comprendes esta lengua que entre peligros te habla?
¿A tus hijos no sabes ya entender?
Adiós España


Adiós.

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