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ENIGMAS DE LA HISTORIA

¿Por qué y cómo atacó Escipión Cartagena? (II)

A pesar de las voces que insistían en la necesidad de que atacara a alguno de los ejércitos cartagineses de la Península, Escipión se inclinó por atacar Cartagena, la principal base de operaciones del enemigo. En primer lugar, concentró todas sus tropas en un ejército único bajo su mando, dejando tan solo un pequeño destacamento de 3000 infantes y 300 jinetes protegiendo Tarragona. 

A pesar de las voces que insistían en la necesidad de que atacara a alguno de los ejércitos cartagineses de la Península, Escipión se inclinó por atacar Cartagena, la principal base de operaciones del enemigo. En primer lugar, concentró todas sus tropas en un ejército único bajo su mando, dejando tan solo un pequeño destacamento de 3000 infantes y 300 jinetes protegiendo Tarragona. 
Después, con 25.000 infantes y 2.500 jinetes cruzó el Ebro y se dirigió hacia la ciudad enemiga, a la vez que disponía que Lelio, al mando de la flota, se desplazara con rapidez hacia el mismo lugar.  Dada la superioridad numérica cartaginesa, no cabía la posibilidad de iniciar un asedio, sino que Escipión tenía que tomar Cartagena con un golpe de mano decisivo y, sobre todo, rápido. Dado que Cartagena contaba con fortificaciones y además se hallaba protegida por una laguna a su espalda y el mar a los flancos, la ciudad cartaginesa era una especie de península y, en apariencia, el objetivo de Escipión resultaba imposible.
 
Justo al séptimo día de comenzar la marcha desde Tarragona, el romano llegó ante Cartagena al mismo tiempo que su flota.  Para evitar posibles ataques cartagineses, levantó una empalizada y excavó un foso doble. Se trató de una labor de fortificación que iba de un extremo de la ciudad al otro tocando ambas playas y que además se complementó al día siguiente con el cerco por mar de Cartagena.  Fue precisamente durante esa jornada cuando el romano dio orden de lanzar desde los barcos proyectiles sobre la ciudad a la vez que, a la salida del sol, lanzaba contra ella a dos mil hombres provistos de escalas.  La fuerza era reducida pero dado que el acceso a Cartagena se reducía a un pequeño istmo – lo que facilitaba su defensa – resultaba suficiente y más teniendo en cuenta que se trataba de una mera maniobra de diversión.  Con ella pretendía fijar a los cartagineses en el istmo mientras él llevaba a cabo un ataque por sorpresa por un lugar considerado inexpugnable.  La maniobra tuvo éxito.
 
Mientras los defensores se ocupaban de contener un ataque lo suficientemente vigoroso como para distraerlos y lo bastante moderado como para no llevarlos a retirarse hacia el interior de la ciudad, Escipión se lanzó con quinientos de sus hombres sobre  la laguna que se extendía detrás de la ciudad.  Sabía por los pescadores de Tarragona que al descender la marea, el lugar era vadeable aunque la altura del agua llegaba al pecho.  De esta manera, logró cruzar la laguna, llegar a las murallas y escalarlas.  Conocedor del principio que señala que cualquier penetración debe ser ensanchada antes de que se proceda a profundizarla, Escipión dirigió entonces a sus hombres hacia la puerta principal con lo que atrapó a los defensores cartagineses que luchaban en el istmo por la espalda, los aniquiló y permitió la entrada de los primeros atacantes en la ciudad.  En apenas tiempo, Cartagena había caído en manos de los romanos y el jefe de la plaza, el cartaginés Magón, que estaba refugiado en la ciudadela, se percató de que no había manera de seguir resistiendo y más cuando los romanos, siguiendo el derecho de guerra de la época, estaban matando indiscriminadamente a todos los que encontraban a su paso.  Tan sólo la rendición de Magón puso punto final a la matanza siendo a la vez la señal de inicio para el saqueo.
 
Escipión era consciente de que la victoria obtenida resultaba importantísima en términos militares pero, a la vez, no perdió de vista su repercusión política.  Así, a los diez mil cautivos que eran ciudadanos de Cartagena los puso en libertad devolviéndoles por añadidura sus bienes.  La única excepción a esta medida fueron los artesanos y los marinos a los que, no obstante, prometió que devolvería la libertad cuando concluyera la campaña.  Por lo que se refiere a los hispanos capturados, no los conservó como rehenes sino que los envió de regreso a sus lugares de origen.  Semejante medida demostró ser muy inteligente, especialmente cuando puso en libertad a una bellísima hispana que era esposa de Mandonio, el hermano de Indíbil, rey de los ilergetes.  Gestos como éste aseguraron a Escipión que los hispanos se pasaran a su bando abandonando el de los cartagineses. 
 
La toma de Cartagena por Escipión fue un ejemplo verdaderamente de manual de operación militar concebida y ejecutada de manera magistral.  Supo combinar la sorpresa, con la firmeza, la fijación del enemigo en un objetivo secundario con la ejecución del ataque principal y la perforación de las defensas.  De la misma manera, contribuyó decisivamente a dislocar el sistema de alianzas hispanas de Cartago.  Sin embargo, su mayor repercusión se produjo en el plano de la estrategia anti-cartaginesa.  En el curso de los años siguientes, Escipión fue aniquilando a las fuerzas cartaginesas que operaban en España obligando al senado a aceptar su proyecto de pasar a Roma para batir allí a Aníbal.  Efectivamente, una vez llegaron las legiones romanas a suelo africano, Aníbal, como había insistido el veinteañero Escipión, no tuvo más remedio que abandonar Italia y marchar a defender Cartago.  Allí sería nuevamente derrotado en Zama (202 a. de C.) por un personaje, Escipión, al que no suele hacerse justicia, pero que era superior a él en el terreno militar. Esa victoria que cambió el curso de la Historia del Mediterráneo y de Europa había comenzado en Hispania. 
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