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LA POLÍTICA, A PESAR DE TODO

Política de emociones

Las víctimas del terrorismo —toda clase de víctimas— tienen razones para expresar su sufrimiento, y derecho a que éste les sea reconocido, o sea, respetado; también a ser escuchados. Ahora bien, el sufrimiento por sí mismo no da a nadie la razón de nada. El dolor y el sufrimiento son emociones personales muy profundas, pero no ganan en valor por el hecho de extenderse y generalizarse entre la población.

Las víctimas del terrorismo —toda clase de víctimas— tienen razones para expresar su sufrimiento, y derecho a que éste les sea reconocido, o sea, respetado; también a ser escuchados. Ahora bien, el sufrimiento por sí mismo no da a nadie la razón de nada. El dolor y el sufrimiento son emociones personales muy profundas, pero no ganan en valor por el hecho de extenderse y generalizarse entre la población.

 Cuando esto ocurre, los ánimos quedan listos para la catarsis colectiva, así como fácilmente expuestos a la manipulación política. De este estado emocional deviene un “socialismo fácil”.

Las nociones de simpatía moral y de compasión revelan en este punto su extrema debilidad, una vez más. Pues, más que com-partir el dolor solidariamente entre los hombres, lo verdaderamente moral consiste en procurar hacerlo retroceder en cada uno de ellos, en la medida de lo posible. En este esfuerzo reside el ejercicio de fortalecimiento del carácter y del perfeccionamiento moral. Sus exhibiciones públicas cumplen componen la estética coral en la tragedia clásica. O son dinamizadas por determinados, y controvertibles, dispositivos psicoterapéuticos concebidas por los colegios de psicólogos para acompañar y asistir en masa a las víctimas. Y, lo que es más grave: suelen crear un escenario muy propicio para la manipulación política. A cuento de un funeral, una manifestación callejera, una comparecencia parlamentaria… Todo esto tiene poco que ver con la ética bien entendida. El tratamiento de la antropología y la ética del dolor, así como la discusión sobre la privacidad y la publicidad de su expresión debo dejarlas aquí ahora para ocuparme, a pesar de todo, de la vertiente política del caso.
 
Pues bien, estos últimos días hemos tenido, desgraciadamente, bastantes ejemplos que ponen de relieve la puesta en práctica de una descarnada (y, por qué no decirlo, descarada) “política de emoción” por parte del Gobierno socialista y de los que, de un modo u otro, política o moralmente, lo sostienen y siguen el juego. La estratégica comparecencia de portavoces de asociaciones de víctimas del terrorismo, con el fin de cerrar la Comisión de Investigación del 11-M, tras darles paso la del actual Presidente del Ejecutivo, ha representado de hecho el colofón, el último acto, de uno de los más penosos capítulos de esa gran tragicomedia en que se está convirtiendo la política española, o lo que sea. Mas no hay conclusión o desenlace sin introducción y nudo dramático.
 
El preámbulo de la argucia de la razón moral viene determinado por el indecente, y, literalmente hablando, inmoral estilo de planear la política bajo la coartada de la “ética”, de la “moralidad”, por lo que ello soporta de doblez y falsedad, de hipocresía y cinismo. José Luis Rodríguez, durante la campaña electoral de las pasadas elecciones generales, y antes de producirse el 11-M, promete “una etapa política donde la ética marque las decisiones”. Bien, lo prometido es deuda: ZP es una persona de palabra y un hombre honrado. Tan creído se lo tenía que empezó a practicar su vocación de filósofo moral antes incluso del día de los comicios, criminalizando al PP de la masacre de los trenes de cercanías en Madrid y asintiendo a los ruidosos pasacalles montados ante las sedes de los populares “culpables”, para dar así salida emocional al programa socialista: la valentía y el coraje cívicos; la educación en valores; el espíritu de rebeldía; la comprometida conciencia ciudadana; y, en fin, la justa “indignación moral” realmente existente en los hombres de buena voluntad. Lo que vino después, ya lo sabemos. Aunque, no fue la ética, en el sentido estricto del término, lo que decidió el voto del 14-M, sino, principalmente, el oportunismo de unos pocos, el desvío de llamada y de votos de muchos y la deriva de buenos sentimientos en casi todos. Y, claro, el miedo escénico.
 
Luego está el nudo de la cuestión. Este crimen originario que convirtió a un hombre gris de León (de la selva) en presidente por accidente debía investigarse en la Comisión del 11-M y por ello era preciso cerrarla lo antes posible. Nada más declarasen el cabeza gris y la madre de negro como portavoz de los afectados del 11-M. La Asociación Víctimas del Terrorismo sin distinciones, al estar compuesta mayoritariamente por víctimas de ETA, cumplió un papel secundario. Pues allí no iba a hablarse de ETA sino del Gobierno anterior y del PP, de su imprevisión y responsabilidades políticas.
 
Impresión prácticamente unánime en los medios y en la opinión pública tras la descarga emocional en el Parlamento: lección de dignidad; he aquí la “autoridad moral” de las víctimas; contrición general; corazones rotos; mea culpa universal; delirio colectivo que trastorna y da un vuelco (otra vez) a los sondeos de opinión previos a la comparecencia; la compasión que sustituye a la política; los políticos reprendidos por el pueblo; la democracia representativa desacredita por mor de la democracia directa y sincera que habla con el corazón. Un desfile de buenos sentimientos, en suma, que acaba tapando las caravanas de la muerte y clausurando la Comisión.
 
Desenlace: conmoción pública, sentimientos a flor de piel, emociones contradictorias. ¿Quién demanda lógica a las pasiones y a quienes se dejan llevar por ellas? Francisco Umbral escribe: “El revuelto gentío nacional piropea a Pilar Manjón como si fuese la Pilarica. Esa es la nueva España que nos ofrece el socialismo fácil.” (El Mundo, “Socialismo fácil”). Sin embargo, Umbral la había piropeado en una columna anterior, haciendo de ella una auténtica heroína. Ahora compensa y equidista. El Gobierno, mientras tanto, se pone en marcha para atender las solicitudes de las Asociaciones de víctimas. Bueno, todas no; las que les conviene. ¿Comisiones independientes de investigación, como pidió la señora Manjón? Para nada. ¿Que siga la actual Comisión hasta completar sus trabajos y que no se toque una coma del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, como propuso el señor Alcaraz? Tampoco. Las víctimas ya han hecho su papel; unas más que otros. Ahora brillan Peces-Barba y las buenas fiscalas como asesoras. Y a otra cosa. Que aquí no ha pasado nada. Además, es Navidad, todo el mundo se desea felicidad, y priman los buenos sentimientos. Fotos parlamentarias con los periodistas, despedida y cierre. Una política nacional emocionante. Feliz Navidad.
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