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DRAGONES Y MAZMORRAS

Polémicas literarias

Empiezo con lo prometido la semana pasada: Houellebecq. Aparte de que he leído la novela y me ha gustado, cosa que no es puñalada de pícaro, poco tengo que añadir a lo explicado y comentado por Antonio López Campillo en este periódico (véase El Islam contra la libertad), a cuyo esclarecido juicio les remito.

En Plataforma, su tercera novela, que también ha publicado Anagrama y traducido Encarna Castejón (acertado criterio el de no cambiar ni de editor ni de traductor mientras se pueda), Houellebecq continúa su labor de disección de la realidad vigente, sin ahorrarnos ningún trago. Lo suyo es naturalismo puro y duro, y sirva esto de homenaje al centenario de la muerte de Émile Zola. Nadie piense que, no obstante las enormes diferencias que les separan, hago este acercamiento entre ambos de manera inocente. Houelleecq no se cree destinado, como Zola, a mantener ningún papel de centinela de la inteligencia, ni de los valores que sostienen nuestro mundo, pero ha pasado un siglo y, otra vez, por culpa de las opiniones de un escritor, el problema de la libertad se dirime en los tribunales.

Es el mismo mar de fondo que palpita en la siniestra carta de Tahar Ben Jelloum en la que acusa a Pedro Almodóvar de “nieto del franquismo” y “cómplice de un Estado colonizador que cultiva la amnesia respecto de sus raíces judeo-musulmanas, árabo-andaluzas (sic), raíces mestizas y ricas en aportaciones culturales al mundo”, porque no asistió al festival del cine de Marrakesch. Sin duda el escritor marroquí de expresión francesa, que cuando quiere está en Pinto y cuando no en Valdemoro (pueblo que, en aras de la corrección política debería ahora de llamarse Valdeárabe o mejor aún Valdemagrebí) no se ha enterado de que hace ya mil años que murió Almanzor en Bordecorex (pueblito de Soria que debería convertirse en lugar de peregrinación de la cristiandad agradecida, con más motivos tangibles que Santiago de Compostela) y que los españoles no tenemos ninguna obligación de servidumbre respecto al Islam, excepto la servidumbre de paso, cosa que no excluye la amistad, por supuesto. El cineasta español de expresión manchega le ha contestado en el mismo periódico que él vive en democracia y va a donde le da la gana.

Lo último en materia de polémicas concierne al gremio de los poetas que andan con el limo revuelto debido, cómo no, a una antología. Se trata esta vez de la realizada por José Ángel Valente, Andrés Sánchez Robayna, Eduardo Millán y Blanca Varela (ignoro en qué grado de intervención), publicada en Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores. Se titula Un cuarto de siglo de poesía española (1950-2000) e incluye a poetas nacidos entre 1910 y 1959. Según me dicen (pues aún no obra en mi poder) los autores se ceban con José María Castellet, aunque no sé si con Jaime Gil de Biedma, cerebro de sus denostadas antologías. Está claro que con ésta algunos se han sacado la espina que arrastraban desde los Nueve novísimos. Eso es lo que pasa con las antologías, que unos entran y otros se quedan fuera, al menos hasta que los excluidos se encarguen de hacer otra antología.


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