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CURIOSIDADES DE LA CIENCIA

¡Peligro, tiburones!

En esta ocasión, la voz de alerta no sale de la boca de un vigilante para prevenir a los bañistas de la presencia del escualo en las aguas costeras, sino que el grito es un angustiante SOS emitido por los científicos marinos que ven cómo las poblaciones de algunas especies de tiburones están siendo diezmadas.

De este grave problema ecológico se hace hoy eco la revista Nature, donde puede leerse que el llamado tiburón oceánico o de puntos blancos, conocido científicamente como Carcharhinus longimanus, está al borde de la extinción. Es una noticia difícil de creer, sobre todo si se piensa que este cazón era hasta hace poco uno de los tiburones más comunes del mundo, junto con otros carcarriniformes, como la tintorera y el tiburón lustroso. Pero un nuevo censo efectuado en el Golfo de México confirma lo que algunos biólogos marinos vienen denunciando desde hace tiempo. En los últimos 50 años, la población de tiburones de puntos blancos en esta latitud oceánica se ha visto reducida en un 99 por 100. Los científicos sospechan que este descenso, que pone a este pez al borde de la extinción, ha ocurrido igualmente en otras zonas del mundo y, lo que resulta aún más preocupante, con otras especies de tiburones. “Lo que resulta chocante es que nadie lo había notificado hasta ahora”, han declarado en Nature dos de los responsables del censo, Julia Baum y y Ransom Myers, de la Dalhousie University, en Halifax (Canadá). Con anterioridad, esta pareja de científicos había notificado un descenso preocupante en las aguas del Golfo de otras dos especies de escualos: el jaquetón sedoso, cuya población se ha visto reducida en un 90 por 100 en la última mitad del siglo pasado; y el tiburón martillo, cuyo número en las aguas del Atlántico ha descendido en un 89 por 100 en los últimos 15 años.
 
En palabras de Baum y Myers, los escualos están padeciendo una extinción globalizada; la historia del cazón oceánico o del exótico tiburón martillo se repite para otras especies en cualquier lugar del planeta. Un triste final para 400 millones de años de evolución de unos peces que han logrado ganarse el respeto del resto de los habitantes marinos. Su éxito evolutivo es sorprendente: existen alrededor de 400 especies cubriendo la casi totalidad del planeta e incluyen las criaturas más impresionantes y mortíferas que ha diseñado la madre naturaleza: los tiburones ballena y peregrino alcanza los 15 y 13 metros de longitud; el tigre, que no sobrepasa los 6 metros, ataca a todo lo que se encuentra a su paso; y el marrajo, de 4 metros, puede perseguir a su víctima a 72 kilómetros por hora. Situados en lo más alto de la pirámide alimenticia del medio salado, los tiburones se erigen como los grandes depredadores del mar: cazan focas, leones y elefantes marinos, tortugas… Sus únicos depredadores conocidos son otros tiburones y el hombre. Y este último ha venido a complicarles la existencia.
El tiburón constituye un recurso marino de gran importancia para muchas culturas y comunidades a través del mundo, llegando a constituir el sustento para muchos pescadores. Este pez de esqueleto cartilaginoso es capturado con fines comerciales en más de un centenar de países y, en muchos casos, las capturas se realizan de forma incontrolada, irracional e insostenible. Cada año se capturan más de 800.000 toneladas métricas de tiburones, según el Departamento de Comercio de Estados Unidos. Los más de 200 millones de ejemplares que se pescan anualmente están diezmando su población hasta tintes dramáticos. En el año 2000, la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) incluía 95 especies de tiburones y rayas; de éstas, 19 estaban catalogadas como vulnerables; y 17, como en peligro de extinción. Las causas: la destrucción de su hábitat y la sobrepesca.
 
La mayoría de los tiburones son capturados por coleccionista de trofeos, por vendedores de souvenirs, por fabricantes de pociones “mágicas” contra el cáncer y otras enfermedades y, sobre todo, por pescadores que viven en parte o totalmente de estos peces. Baum y Myers estiman que muchos escualos mueren atrapados accidentalmente en las gigantescas redes que emplean los atuneros y a manos de quienes se dedican al comercio de sus aletas. La sopa de aleta de tiburón es un plato muy solicitado sobre todo en los países asiáticos, donde empezó a consumirse durante la dinastía Song, hacia el año 998. Muchos pescadores amputan la aleta del tiburón y el cadáver del pescado lo devuelven al mar. Algunos países prohíben esta práctica, pero constituye una tentación irresistible para los pescadores de las zonas más deprimidas. Basta con pensar que en los mercados de Hong Kong el kilo de aletas de tiburón se paga a cientos de euros. Pero con la generalización de esta práctica para abastecer la demanda de aletas, los pescadores acabarán matando la gallina de los huevos de oro.
 
Es por ello por lo que Myers propone una prohibición a nivel mundial que acabe con la captura de tiburones para hacerse con sus aletas. Canadá, Australia y Estados Unidos ya han tomado cartas en el asunto. Pero a fecha de hoy es un asunto que aún no se ha abordado con profundidad en la Unión Europea. La World Conservación Union (IUCN) está preparando una campaña para concienciar a los pescadores de distintos países del daño ecológico que supone el mercado de aletas de tiburón. El reto no es fácil. La reducción de las capturas sólo puede lograrse dentro de un plan sostenible que incluya un compromiso internacional para la conservación de los tiburones.
 
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