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OBITUARIO

Paul Samuelson, QDEP

Falleció uno de los economistas más prestigiosos del siglo XX. Un escritor cuyas obras fueron leídas en los cincos continentes y fueron parte de la formación de las últimas generaciones de economistas. Falleció un profesor notable que dejó tras de sí numerosos discípulos, que hoy dominan la academia y la política económica de la Casa Blanca. Pero ¿quién era Samuelson? ¿Qué pensaba?

Falleció uno de los economistas más prestigiosos del siglo XX. Un escritor cuyas obras fueron leídas en los cincos continentes y fueron parte de la formación de las últimas generaciones de economistas. Falleció un profesor notable que dejó tras de sí numerosos discípulos, que hoy dominan la academia y la política económica de la Casa Blanca. Pero ¿quién era Samuelson? ¿Qué pensaba?
Paul Samuelson.
Samuelson fue un economista neoclásico. Según su colega Robert Solow, también ganador del Nobel, "proporcionó las herramientas y las ideas que aplican todos". ¿A qué herramientas se refería? Al instrumental neoclásico. Samuelson entendía que en cada economista clásico hay oculto un economista moderno. Para él, un "economista moderno" es aquel que utiliza la modelización y la formalización matemáticas. De hecho, ridiculizaba a los que no las manejaban y tachaba sus escritos de "no científicos".

Para algunos, el pensamiento neoclásico contribuyó a que la economía sea una ciencia más formal y rica; otros, en cambio, sostienen que el modelo de las ciencias duras no es apropiado para la economía. La añoranza de Buchanan, por ejemplo, lo llevó a recordar que su generación de economistas sentía "pasión por salvar el mundo". Hoy, los alumnos que se acercan a las facultades de economía acuden atraídos por la matemática.

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Samuelson adoraba tanto el neoclasicismo, que en 1954 llegó a afirmar que los economistas incapaces de seguir la revolución matemática surgida luego de la Segunda Guerra Mundial eran los que buscaban cobijo en la historia del pensamiento económico.

El difunto fue un economista que, al igual que George Stigler o Gregory Mankiw, asumía que cualquier escrito con veinte o treinta años de antigüedad era irrelevante. Pensaba que, en la medida que una teoría económica fuera relevante, inevitablemente pasaba a ser incorporada al cuerpo general de la disciplina. He aquí la teoría whig de la historia de la ciencia, es decir, la creencia de que los economistas modernos han leído, asimilado e integrado la totalidad de los conocimientos elaborados con anterioridad y, por tanto, la evolución de la ciencia sigue siempre un curso ascendente, progresivo y lineal.

O sea, que para Samuelson leer a Adam Smith, Jean-Baptiste Say o John Maynard Keynes resultaba en una pérdida de tiempo: todo lo que tenían que aportar lo había incluido él en su célebre manual de economía. Por citar un ejemplo: ¿acaso podemos confiar en su interpretación de la Ley de Say? ¿No deberíamos estimular a los jóvenes estudiantes y a los economistas a leer estos textos e interpretarlos por sí mismos? 

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Mises.Samuelson desconfiaba de los mercados libres. No creía en la soberanía del consumidor, ni en que los precios, las tasas de interés, las ganancias y las pérdidas fueran guías de la función empresarial. Creía más bien en la planificación central. Sorprenderá a más de uno que el mismo economista que criticó a Marx, Lenin y Stalin defendió en 1989 la economía socialista soviética: "Puede funcionar e incluso prosperar", sostuvo.

Contrariando la teoría de la imposibilidad del cálculo económico en el socialismo de Ludwig von Mises, Samuelson señalaba: "Una sociedad en que la mayoría de las decisiones económicas son adoptadas de manera administrativa, donde los beneficios no son el motivo principal de la producción, puede crecer durante largos períodos de tiempo". Claramente, se equivocó: en su momento, y sin ninguna mención explícita, procedió a hacer la corrección oportuna en su manual de economía. 

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Ni marxismo, ni capitalismo: Samuelson se situaba en el centro, en una tercera vía. Esto derivó en el desarrollo de la "teoría de las fallas del mercado", justificativa del Estado de Bienestar y de por qué el gobierno debía desempeñar un rol central en la economía procurando bienes públicos. Dicho en pocas palabras: los problemas provenían del capitalismo salvaje; el gobierno siempre proveía una solución.

Llegados a este punto, muchos recordarán el ejemplo del faro, más tarde ridiculizado por otro premio Nobel: Ronald Coase. Habrá que analizar si las aludidas fallas del mercado son tales o, más bien, condiciones del mundo real. Pero, aun aceptadas tales fallas, la literatura se pregunta: ¿puede el gobierno corregirlas, o más bien retroalimenta los problemas?

Las fallas de la política, o del estado, son ignoradas por Samuelson, y también por la mayoría de los programas de estudio. 

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Samuelson fue además uno de los que contribuyó a la síntesis neoclásica del keynesianismo, un modelo que para muchos desfiguró a Keynes. Axel Leijonhufvud escribió un artículo en el que se preguntaba, justamente, qué habían hecho los modernos con Keynes; o, dicho en otros términos: ¿qué ha hecho Samuelson con Keynes? En la misma línea, Ricardo Crespo concluyó que Keynes era un economista "profundamente antikeynesiano", como se declaró él mismo en 1946, el año de su muerte.

Como decía Richard Kahn, amigo y discípulo del autor de la Teoría general del dinero, se ha abusado de la palabra Keynes: con el tiempo, y debido a la acción de malos políticos, quedó asociada a soluciones inflacionarias, falaces y facilistas a los problemas de la desocupación y a un estado fuertemente interventor. A juicio de Crespo, sólo con importantes restricciones y matices (y en determinadas circunstancias) Keynes habría estado de acuerdo con las recetas que se le atribuyen. 

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Samuelson fue siempre contundente en sus afirmaciones, pero –al mismo tiempo– condescendiente con sus colegas, aun cuando mantuviera diferencias con ellos. Sin embargo, al final de su vida algo cambió, posiblemente por el desencadenamiento de la crisis financiera internacional de 2008. En una entrevista muy divulgada sostuvo: "En el fondo de este caos financiero, el peor en un siglo, encontramos el capitalismo libertario de laissez-faire que predicaban Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que se le permitió desbocarse sin reglamentación alguna. Ésta es la fuente primaria de nuestros problemas. Hoy, estos dos hombres están muertos, pero sus envenenados legados perduran".

Lo cierto es que tanto Friedman como Hayek habrían asignado la responsabilidad de la crisis a la Reserva Federal de los Estados Unidos, a la mala política monetaria aplicada por Greenspan y Bernanke. Justamente, Bernanke, alumno de Samuelson, tiene ahora la responsabilidad de mostrar en la práctica los conocimientos que aprendió de su gran maestro.


ADRIÁN RAVIER, economista de la Fundación Friedrich A. von Hayek.
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