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Hagiografía de Gabo

La traducción al español del libro de Gerald Martin intitulado Gabriel García Márquez. Una vida contiene con las notas 762 páginas, así que se trata de un libro bastante grueso. Está expuesto en prácticamente todas las librerías españolas. Gerald Martin tiene una cátedra en la Universidad de Pittsburg, y antes trabajó en Londres y colaboró con diferentes institutos de literatura latinoamericana en Francia y los Estados Unidos. Dice haber dedicado diecisiete años a investigar sobre García Márquez, y entrevistado a más de quinientas personas. Se trata, pues, de la obra magna de un universitario sobre un escritor súper famoso. ¿Por qué, entonces, deja al lector decepcionado?

Martin ofrece aquí, con una prosa elegante, un compendio de lo que conoce de García Márquez, pero hay pocas novedades y poca distancia crítica. La primera parte dice más o menos lo mismo que Vivir para contarla, la autobiografía que publicó el colombiano hace algunos años. Y lo que se dice de la relación del biografiado con los demás escritores del boom se corresponde con lo que contaron José Donoso en Historia personal del boom y Ángel Esteban y Ana Gallego en De Gabo a Mario. Por lo que hace a las páginas que dan cuenta de la relación entre García Márquez y Fidel Castro, apenas aportan algo a lo que aportaron Ángel Esteban y Stéphanie Panichelli en Gabo y Fidel: el paisaje de una amistad.

Ya que el método fundamental ha consistido en entrevistar a amigos y familiares del Nobel, no sorprende que la resultante sea un conjunto de anécdotas relativamente triviales que contribuyen poco a la interpretación de sus obras. Puede ser útil reunir detalles sobre la vida de un autor, pero en este caso hay poca novedad. Lo importante estaba ya dicho. Por eso, el lector podría preguntarse para qué sirve la crítica literaria como disciplina si uno de los más destacados investigadores del campo, después de diecisiete años, no ha podido reunir datos más interesantes que los que aquí se ofrecen.

No se trata de una biografía autorizada, pero sí tolerada. La selección de datos y el tono, muy positivo, hacen pensar en el libro de Ignacio Ramonet Fidel Castro. Biografía a dos voces. El dictador cubano se dejó entrevistar por Ramonet cuando iba a cumplir ochenta años, y cincuenta la Revolución cubana: el texto resultante se lee como un monólogo preparado por el propio Castro para dejar una imagen positiva de sí mismo a la posteridad. A Martin, por lo visto, no le disgusta hacer de amanuense de García Márquez. Todo lo contrario. Y como parece tener exactamente la misma visión del mundo, de la literatura y de la política que el colombiano, aprovecha para insertar declaraciones políticas contrarias a ciertos líderes de Estados Unidos y Gran Bretaña pero no, nunca, a Castro. Así que se podría decir que, si García Márquez se aprovecha de él, también él se aprovecha de aquél para aventar sus opiniones. Para Martin, Castro es "un libertador socialista que resultaría ser el político latinoamericano con el mayor potencial para convertirse en la figura autoritaria más duradera y amada de todo el continente" (p. 410). En la guerra de las Malvinas, tanto García Márquez como Fidel optan por "dictadores latinoamericanos" antes que por "colonialistas europeos", observa Martin satisfecho (p. 469). Es difícil saber, claro, si Martin ha decidido estudiar a García Márquez por tener estas ideas políticas, lo cual parece lo más probable, o si, por el contrario, ha adoptado las opiniones de García Márquez por mimetismo.

Martin menciona el contenido y el estilo de las obras garciamarquinas y apenas incluye críticas negativas; sin embargo, admite que la última novela de su biografiado, Memoria de mis putas tristes, está menos lograda que las precedentes. Martin habla relativamente poco del trabajo de escritura de su autor. Tampoco ha ido a los archivos a consultar cartas o artículos. Ya que se basa fundamentalmente en entrevistas con familiares y amigos del escritor, es lógico que salgan muchas referencias a la infancia y juventud de éste y, por otro lado, a cenas, premios y lazos de amistad con personajes políticos de primera línea, en lugar de un cuestionamiento del colombiano en términos literarios o políticos. Como no podía ser de otra forma, Martin alude al abandono que sufrió García Márquez cuando su madre le dejó con los abuelos, aunque más tarde volvió a aparecer... para desaparecer de nuevo. También habla del carácter difícil del padre, así como de sus aventuras amorosas y económicas. No menciona, en cambio, una posible conexión entre estas circunstancias y un rasgo psicológico de su biografiado: su "voluntad de triunfar" y su "deseo de alcanzar la fama, la gloria y la riqueza" (p. 349). Añade más adelante que García Márquez "quiere siempre ganar a toda costa, contra cualquiera que se interponga en su camino, sean sus amigos y su familia, su esposa y sus amantes, sus rivales de profesión" (p. 415). El que fue abandonado podría querer vengarse de todo y de todos. A pesar de la admiración que le profesa, Martin cree que García Márquez sintió en su momento envidia de Miguel Ángel Asturias por ser el referente de la izquierda latinoamericana y haber obtenido el Nobel: hoy, también él ha conseguido ambos objetivos. En cuanto a Vargas Llosa, Martin lo juzga según la psicología de García Márquez e insinúa que aquél podría tener envidia de éste, precisamente, por su condición de ídolo de la izquierda latinoamericana.

Martin menciona el hecho de que el adorado abuelo de García Márquez pasó un tiempo en la cárcel por haber matado a un hombre, e insinúa que el lazo tan fuerte que le unía con un hombre autoritario que no rechazaba la violencia puede haber influido en su fascinación por los patriarcas en la vida política. Cita su fascinación ante líderes políticos de diferentes países, como Kadar, Echevarría, Torrijos, Clinton o Castro, sin subrayar la diferencia entre ellos. Parece que tanto a García Márquez como a Martin les da lo mismo si son líderes electos o no. Martin apunta que hay quien critica a García Márquez por su "oportunismo" e "ingenuidad" en política, pero él lo tiene por un ser clarividente (pp. 421-422).

Indeterminación e incoherencia

Sin subrayar la contradicción, Martin informa de que García Márquez colabora encantado con Castro para presentar ante la comunidad internacional la posición de Cuba desde un ángulo beneficioso para la dictadura a la vez que se integra en el Tribunal Russell para condenar a las dictaduras del Cono Sur. De la misma manera, parece que ni Martin ni García Márquez ven contradicción alguna en el hecho de que éste, por un lado, ayude a Castro con la propaganda y, por otro, forme parte de la Comisión McBride de la Unesco para discutir sobre la libertad de información y la organización del flujo de la información desde los países subdesarrollados a los desarrollados. No parece importante si se trata de información o de propaganda, o si un dato proviene de una dictadura o de una democracia.

Martin tampoco subraya la falta de coherencia en la vida privada de García Márquez. Éste se ha quejado amargamente de que los Estados Unidos le hayan negado un visado durante treinta años por ser filocomunista. En 1991 cambió el reglamento y por fin pudo entrar (p. 551). Lo curioso es que quiera ir a un país al que ha combatido de todas las formas posibles desde su plataforma cubana. Cuando los médicos, hace algunos años, le constataron un linfoma, ¿adónde fue a curarse? A Los Ángeles (p. 594). ¿Adónde ha mandado a estudiar a sus hijos? Siempre, a colegios anglófonos, estuviera donde estuviera la familia. Pero jamás ha dejado de criticar a los Estados Unidos y a Gran Bretaña. No se ha hecho ciudadano cubano, ni ha educado en Cuba a sus hijos. ¿Por qué no? El hecho de que en 1989 Castro ejecutara a uno de sus amigos cubanos, Tony de la Guardia, no parece haber influido en su amistad con el tirano. ¿No podría haber sido interesante investigar este punto? Martin no subraya que García Márquez es incoherente; al revés, lo admira.

Otra contradicción tiene que ver con su admiración por los hombres fuertes: "La obsesión, y desde luego la simpatía de García Márquez por los hombres de poder es prácticamente única en las letras contemporáneas". Martin ha notado que, "aunque siempre ha sido socialista", el colombiano muestra una "permanente nota de identificación aristocrática" (p. 531). Martin no enfatiza la contradicción entre dirigir la simpatía del lector hacia coroneles y patriarcas en vez de hacia la hojarasca; es más, sigue considerándole un autor progresista. De igual manera, habla de la empatía de García Márquez por las mujeres (p.191), sin destacar que la profesión femenina que más se menciona en su obra es la prostitución. El Nobel no habla tampoco a favor de la inclusión de los extranjeros en las sociedades latinoamericanas; todo lo contrario: suele ridiculizarlos. Ni siquiera tiene muy presentes a los indígenas y a los afroamericanos.

Aunque, bien mirado, posiblemente esté de más pedir coherencia a Gerald Martin y a Gabriel García Márquez. Porque no están, precisamente, solos en eso de predicar una cosa y hacer otra. Hace algunos años, el PEN Club de Nueva York organizó un homenaje a este último, pese a que el PEN Club es un acérrimo defensor de la libertad de la expresión y García Márquez, el colaborador más conocido de un líder que no admite ese derecho en el país que sojuzga (p. 606).

Para terminar, diré que Martin es tan ambiguo como el propio García Márquez, y que hay en estas páginas una pirotecnia verbal que seguramente hará que muchos lectores no se den cuenta de todo lo que no dicen el biógrafo y el biografiado.

Gerald Martin, Gabriel García Márquez. Una vida, Debate, Barcelona, 2009, 762 páginas.

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