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FIGURAS DE PAPEL

Palabras como luces

Sea lo que sea su tema, tengo una afición viva y constante a los libros de Jean d’Ormesson. Escritor refinado y dueño de vasta cultura, fue director de Le Figaro y es miembro de la Academia Francesa de Letras. En su brillante carrera literaria, destacan libros ya clásicos como Por capricho de Dios, la trilogía que integran El viento de la tarde, Todos andaban locos por ella, La felicidad en San Miniato, su Historia del Judío Errante y, entre otros, sus memorias C’etait bien. A todos ellos debemos agregar uno más, reciente y hermoso. Se trata de Et toi mon coeur pourquois bats-tu (Robert Laffont).

Es una obra deliciosa, erudita y sin pedanterías. Uno de esos libros que permiten amar la literatura. ¿De qué se trata? Es una antología de la literatura francesa. Pero no de carácter universitario; tampoco de aquellas que se esfuerzan por los enfoques de carácter ético, metafísico, ético, estético, político o social. No. Nada de eso. No tiene excusas ni justificaciones, pues no busca otra que exaltar la emoción de los lectores.
 
No son suyas las palabras aquí reunidas, sino de otros escritores; sí lo es la elección de los bellísimos textos que incluye a lo largo de cuatrocientas páginas, y que denotan un gusto exquisito. (Y tú, corazón, por quién lates).
 
No hay, lo admite el propio d’Ormesson, otro criterio que el azar, las afortunadas lecturas erráticas recuperadas por una visión enteramente personal, sin orden alfabético ni cronológico, llevado solamente por la emoción. La selección ha sido realizada a fuerza de repetición, de familiaridad con estos textos, y de una honda admiración. Tanto es así, admite Jean d’Ormesson, que por haberlos rumiado interiormente, estos breves textos (mayoritariamente extraídos de la poesía francesa) se confunden con su propio espíritu. (¿Y tú mi corazón por quien lates?)
 
A manera de ejemplo, me gustaría citar algunos de esos fugaces momentos que recupera este bello libro (que puede abrirse por cualquier página para que el deslumbramiento nos invada por igual). Veamos. “La parole, Ronsard, est la suele magie”, de Ronsard. Otro ejemplo: “Ah! Jeunesse!... jeunesse!.../Passez-moi la bouteille”, de Conrad. “O soleil! Toi sans qui les choses/ Ne seraient que ce qu´elles sont”, de Rostand. O estas palabras de Corneille: “Cette obscure clarté qui tombe des étoiles”. Y entre tantas, tantas más, una más. ¿Pero cuál? Éstas palabras de Viau: “L’aurore sur le front du jour/ Séme l’azur, l’or et l’ivoire/ Et le soleil, lassé de boire,/ Commence son oblique tour...”.
 
Aquí encontramos palabras de Rouseau, Baudelaire y Zola, novelistas como Sthendal y Flaubert, el incomparable Chateaubriand. No faltan Verlaine ni Rimbaud. Tampoco Marcel Proust, ni Céline ni Claudel, ni la fría inteligencia de Paul Valery. También están Aragon, Musset, Apollinaire, Péguy... Y así, apelando al talento, el placer y la emoción de estos y otros tantos grandes de las letras francesas, este libro singular muestra la vida según d’Ormesson, y nos sumerge en esas palabras encantadas que penetran nuestra emoción y con su misterioso poder transforman nuestra existencia, haciendo nuestra vida más bella.
 
Dean d’Ormesson, Et toi mon coeur pourquois bats-tu, Roberto Faffont, Paris, 2003.
 
 
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