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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Otra derecha

Mientras leía el magnífico libro de José María Marco La nueva revolución americana me confirmé en la idea, perfectamente expuesta por aquél (que, por otra parte, abunda en informaciones, análisis, críticas y entusiasmos sobre ese gran y contradictorio país que son los Estados Unidos), de la existencia de otra derecha.

Mientras leía el magnífico libro de José María Marco La nueva revolución americana me confirmé en la idea, perfectamente expuesta por aquél (que, por otra parte, abunda en informaciones, análisis, críticas y entusiasmos sobre ese gran y contradictorio país que son los Estados Unidos), de la existencia de otra derecha.
José María Marco, que, creo, ha informado mejor que ningún otro español sobre la sociedad norteamericana, dibuja en las páginas dedicadas a Reagan, que fue un gran presidente después de haber sido un mediocre actor –el otro día, por casualidad, vi una de sus pésimas películas, y me reía de compasión–, una visión de algo que podría efectivamente calificarse de nueva, u otra, derecha.
 
Ese hilo reformador, a la vez novedoso y tradicional, o si se prefiere liberal y conservador, encontró su apogeo en los USA con Reagan, en el Reino Unido con Margaret Thatcher y con Tony Blair, en España con José María Aznar, y, quién sabe, en Alemania con Angela Merkel y en Francia con Nicolas Sarkozy, constituye una revolución cuyos resultados y beneficios aún no se han constatado del todo.
 
Para decirlo a mi manera, con mis años, mis manías, mis desilusiones y mi escepticismo: existe por el ancho mundo una derecha de izquierdas, o (precisando, para que no se enfurezca el servicio de seguridad) una derecha que, sin renegar de todas sus tradiciones, ha desbancado a la izquierda de sus posiciones tradicionales (reales o supuestas). O sea, una derecha más social, ya que hace que suba el empleo y disminuye los impuestos, favorece el desarrollo económico, hace que se incremente el bienestar de los países en que gobierna y respeta infinitamente más la libertad individual.
 
Margaret Thatcher.Yo a eso lo califico de progresista, y me resulta evidente que no fue siempre la política de las derechas; por ello he tenido ocasión de escribir que no soy de pero estoy con la derecha cuando es liberal. Porque el liberalismo no fue siempre de derechas –y en EEUU el término sigue designando a cierta izquierda–, pero se da el caso de que hay una derecha mucho más liberal que todas las izquierdas reunidas, que son totalmente conservadoras y reaccionarias, salvo el New Labour en el Reino Unido, pero es una izquierda de derechas o, en todo caso, una izquierda que ha respetado y hasta ensalzado las reformas realizadas por Margaret Thatcher, producto genuino, a más no poder, de la derecha británica.
 
Todo el mundo sabe que lo que define hoy a la izquierda europea, fundamentalmente socialburócrata, es su conservadurismo. Ha sustituido la lucha de clases y el espejuelo de la dictadura del proletariado por el "Estado del Bienestar", un Estado prepotente que pretende controlarlo todo, nuestra vida privada, nuestra salud ("Fumar mata". Bueno, ¿y qué?), la cultura, la enseñanza, la economía, los ferrocarriles, hasta el clima. (Cualquiera podrá percatarse de que muchas derechas hacen lo mismo). Y su concepción de la "protección social" podría resumirse diciendo que consiste en que, a través del Estado, los trabajadores, que no los banqueros, subvencionen a los gandules.
 
Con todo, lo más grave, para mí, ha sido y es su ceguera política y su cobardía en cuestiones esenciales como, ayer, su benevolencia, compromiso y colaboración con el totalitarismo comunista; y resulta que hoy vuelven a las andadas, con el nuevo totalitarismo islamista. Por cierto, recordemos que Reagan fue el presidente norteamericano que más firme se mantuvo frente a la URSS, lo cual precipitó el derrumbe soviético. Por cierto: ese derrumbe representó nada menos que el triunfo histórico y mundial del capitalismo, la demostración "científica" de su eficacia, la refutación de todas las teorías marxistas o anarquistas; y ahí están Rusia y China, convertidas al capitalismo (a la democracia, menos), que en pocos años multiplican por mil su potencia económica.
 
¿Y qué dice la socialburocracia? Nada. Cuando puede se refugia en el capitalismo de Estado, y sigue considerando al capitalismo, al mercado, a la mundualización y a la riqueza como enemigos que, si bien ya no pueden ser derrotados, han de ser controlados, encauzados, sometidos por el Estado todopoderoso. Es, definitivamente, un desastre.
 
Pero, claro, como vivimos en sociedades apocadas, donde el miedo y el odio dominan a amplios sectores de la ciudadanía, la izquierda reaccionaria puede aún ganar elecciones municipales. Y esto nos conduce a la actualidad española: 150.000 votos más que el segundo partido constituye una cifra que puede tumbar o hacer triunfar a un candidato a la presidencia en países con 300 millones de habitantes, como USA, y la victoria del PP en 2008 se ha convertido en una hipótesis razonable. Ahora bien, ¿qué es el PP? Yo no tengo pelos en la lengua, ni carné, y me da la impresión, desde fuera, pero no desde muy lejos, de que, pese a la consabida "disciplina de partido", en ese partido coexisten varias corrientes. Lo cual nada tiene de extraño o escandaloso.
 
Relacionado con lo antedicho sobre la nueva derecha, me parece que José María Aznar la representaba bastante bien, y formo parte de quienes lamentan su alejamiento (relativo) de la política, aun respetando los motivos por él invocados. Para circunscribirme al caso de Madrid, ya que la prensa, y concretamente El País, tanto jaleo arma en torno al bueno de Ruiz-Gallardón, enfrentado a la malévola y carca Esperanza Aguirre, puede que no sea éste un mal ejemplo de las corrientes que existen en el PP.
 
Evidentemente, yo pienso exactamente lo contrario de lo que opina El País; o sea, que me parece que Esperanza Aguirre constituye un ejemplo preclaro de esa otra derecha liberal, y además es una señora enérgica y eficaz, mientras que Ruiz-Gallardón no es ni chicha ni limoná, siempre parece disculparse por ser del PP, por aquello de su padre y su tía, y lo esencial de su ideología se resume en el oportunismo. Bueno, no es el único.
 
Se me dirá que los dos han obtenido un éxito rotundo en las recientes elecciones. Es cierto, pero tal vez no sea imposible que muchos, como yo, hayan votado por los candidatos del PP –¡no íbamos a votar Simancas, o a Sebastián!– con distinto ánimo: a Esperanza con entusiasmo y a Ruiz-Gallardón... porque no había más remedio.
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