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ECONOMÍA

¿Nos expolian el oro?

Hace unos días Madrid acogió la primera edición del Gold and Silver Meeting, un punto de reflexión clave sobre las implicaciones inversoras y monetarias del oro y la plata. La primera de las conferencias la ofreció Vern Rampton, presidente de la compañía canadiense Kinbauri Gold Corporation, dedicada fundamentalmente a la extracción de oro y cobre.

Hace unos días Madrid acogió la primera edición del Gold and Silver Meeting, un punto de reflexión clave sobre las implicaciones inversoras y monetarias del oro y la plata. La primera de las conferencias la ofreció Vern Rampton, presidente de la compañía canadiense Kinbauri Gold Corporation, dedicada fundamentalmente a la extracción de oro y cobre.
Rampton hizo un sorprendente anuncio en la conferencia que obviamente trascendió: España se convertirá en uno de los mayores productores de oro de Europa el año que viene. La típica reacción ante este tipo de noticias es, primero, sentirse orgulloso de que el país de uno desarrolle nuevas y potentes industrias; la segunda, sin embargo, es preguntarse: ¿qué obtendré yo a cambio? Al fin y al cabo, todo ese oro que Kinbauri extraerá se encuentra en España. ¿Qué derecho tienen a llevárselo? ¿Acaso no deberían compensarnos por venir a nuestro país y llevarse nuestro oro? ¿Por qué el Gobierno español no crea una empresa pública para sacar todo ese oro y repartir los beneficios entre los españoles?

El problema de este tipo de razonamientos es, como con casi todos los errores económicos, que sólo se fijan en los efectos últimos de las decisiones políticas y no se plantean qué consecuencias no directamente observables se producen.

Primero deberíamos preguntarnos por qué ha sido Kinbauri Gold Corporation y no otra empresa (incluso una empresa pública) la que ha iniciado las extracciones de oro. La respuesta más inmediata y sencilla es que se trata de la propietaria de los terrenos en los que se realizarán las excavaciones. Bien, pero como no parece que Kinbauri haya sido la propietaria de esas tierras desde que el mundo es mundo, ¿por qué el anterior propietario no invirtió para extraer el oro? Pues, o bien porque no sabía que ahí había oro, o bien porque no lo consideró suficientemente rentable.

En cualquier caso, Kinbauri fue la primera empresa que detectó la existencia de amplios yacimientos de oro en España, o que consideró que era posible explotarlos de manera rentable. ¿Acaso no es importante que las empresas se dediquen a aquello que necesitan los consumidores lo antes y de la manera más eficiente posible? Eso es lo que ha hecho Kinbauri: preocuparse por extraer oro de unas minas abandonadas durante casi 2.000 años.

No sólo sería injusto y absurdo que ahora protestáramos por que "los españoles" no hemos tenido la oportunidad de adelantarnos a los canadienses. Planteémonos cuáles serían los efectos de que ahora el Gobierno español nacionalizara las minas de Kinbauri, o les impusiera un tributo muy elevado a la extracción. En primer lugar, las empresas extranjeras se lo pensarían dos veces antes de venir a España a invertir en cualquier cosa. Al fin y al cabo, ¿cuál es la diferencia entre expropiar a una empresa que descubre oro y expropiar a una que descubre, pongamos por caso, una vacuna contra el sida? Ninguna: las dos han utilizado medios materiales y probablemente humanos de España. La expropiación redunda en menos capitales extranjeros y, por tanto, en menos riqueza para nuestro país.

Evo Morales.Y, aún más importante, ¿qué sucedería si esta actitud nacionalizadora se extendiera a todos los confines del planeta, tal y como proponen populistas como Chávez y Morales? Pues que la gente se dejaría de preocupar (esto es, de invertir) por descubrir nuevos recursos o por abaratar los costes de su explotación. Si las remuneraciones por descubrir e innovar exitosamente desaparecen, ¿para qué esforzarse en ello?

Esto nos dejaría un único actor habilitado para estos menesteres: el Estado. Sí, el mismo Estado que, por ejemplo, y por no salir de España, no se ha enterado de que teníamos yacimientos de oro que podían explotarse de manera rentable. ¿Realmente queremos que una camarilla de incompetentes monopolice las iniciativas empresariales? ¿Realmente queremos que nuestras necesidades se satisfagan tarde y mal?

Además, hay otro factor de capital importancia: extraer el oro no es gratis, sino que está sometido a un elevado riesgo. Por un lado, las prospecciones son inciertas. Kinbauri considera que hay alrededor de 2.3 millones de onzas, pero bien podría equivocarse. Del mismo modo, los 400 millones de dólares que pretende invertir sólo se rentabilizarán si el precio del oro sigue por encima de los 400 dólares la onza. Aunque parezca un ridículamente bajo para el metal amarillo (hoy roza los 1.000 dólares), no está de más recordar que el precio medio del metal amarillo entre 1984 y 2004 estuvo en general por debajo de los 400 dólares.

Así pues, se trata de una operación que dista de mucho de materializarse en beneficios libres de riesgos. ¿Por qué todos los españoles hemos de costearla mediante, por ejemplo, una empresa pública extractora? Puede que haya gente muy osada que no vea riesgo alguno, mientras que otros pueden pensar que se trata de un proyecto ruinoso porque ni habrá tanto oro como se prevé, ni el precio del mismo seguirá tan alto como ahora en los próximos años. No tiene mucho sentido que quienes desconfíen de la rentabilidad del plan empresarial financien coactivamente a quienes sí creen en él.

Y es que hay un detalle en el que pocos han recaído. Vern Rampton, presidente de Kinbauri, no vino a España a vanagloriarse de lo inteligente que es la junta directiva de su empresa, o a hacer que nuestro patriotismo suba enteros gracias al desenterramiento de oro español. No: vino a buscar inversores.

Kinbauri Gold Corporation cotiza en bolsa. Ahora mismo, cada acción de la empresa cuesta alrededor 60 céntimos de dólar, y Vern Rampton estima que para 2010, gracias a los beneficios de la extracción de oro, rozará los 5 dólares (su valor se multiplicará más o menos por ocho). Tal vez esté loco y sus expectativas no se cumplan, pero de ahí que la rentabilidad futura no sea un ejercicio de habas contadas. Y precisamente por esa incertidumbre, ni los españoles tenemos que invertir forzosamente en extraer oro ni, si alguien se lanza a extraerlo, nos está expropiendo algo: todos aquellos (españoles o no) que creamos en la viabilidad del negocio somos libres para invertir nuestro dinero en él, basta con que compremos acciones de Kinbauri. Así es como el capitalismo distribuye recursos y aúna esfuerzos: no en función de las filiaciones colectivas, sino de las decisiones individuales.

Defender que debe ser el Gobierno español quien extraiga el oro de Asturias y Galicia equivale a defender que debemos obligar a cada español a comprar una acción de Kinbauri Gold Corporation. ¿A que suena absurdo? Pues eso es exactamente lo que algunos están diciendo.
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