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LA POLÍTICA, A PESAR DE TODO

No renegar de Irak

La cita congresual del Partido Popular tiene lugar bajo un clima de intensa presión política. Son muchas las fuerzas que actúan sobre sus dirigentes y militantes, desde fuera y desde dentro, a fin de que rectifique y se enmiende. La piedra de toque sigue siendo Irak y la guerra contra el terrorismo. Y la cabeza de Aznar, el precio a pagar.

Nos guste o no, la política a escala internacional pasa hoy por el conflicto de Irak. Esta circunstancia repercute ineludiblemente en la agenda política de los países de todo el mundo, en los procesos electorales, en la vida cotidiana. En tierra mesopotámica han cristalizado los grandes asuntos estratégicos del momento actual, junto a viejas pendencias postergadas o latentes entre naciones e ideologías que marcan la temperatura actual del planeta. Hoy puede afirmarse sin retórica ni hipérbole que el futuro de la Civilización se decide en la batalla de Irak, al menos en el horizonte inmediato y de las próximas décadas. No es sólo el porvenir, la seguridad y el bienestar de los iraquíes y los habitantes de la región lo que está en juego. La certidumbre de la civilización, el equilibrio mundial de fuerzas geoestratégicas y, en fin, el destino de las sociedades libres amenazadas por el reto liberticida y totalitario del nuevo siglo están literalmente en la palestra, a merced del curso de los acontecimientos y sus resultados.
 
No extraña, en consecuencia, que borbotee tanta pasión y hierva tanta expectativa tras los posicionamientos y las actitudes sobre este conflicto. Ni que imperen tampoco la demagogia, el melodrama y la obscenidad hasta límites penosos, como ocurre con el espectáculo mediático de los secuestros a ciudadanos occidentales, impulsado por quienes deliran con el rapto de Europa y del Occidente todo. Comoquiera que sea, no es posible rehuir el duelo ni un minuto más. Ni conveniente que se asuma con ánimo resignado o complejo de culpa.
 
59 Asamblea General de las Naciones Unidas. No hay debate político internacional o debate del estado del mundo en la sala. Tiene lugar, en cambio, una disputa monográfica sobre Irak en un clima de enfrentamiento plenario, en el que la diplomacia queda superada por la transparencia más impúdica. Empezando por los máximos responsables. El secretario general de la organización, Kofi Annan, declara que la intervención aliada en Irak es “ilegal”, y para ilustrar su perspectiva del imperio de la ley, cita el código de Hammurabi como ejemplo a seguir. Mayor sinceridad no puede pedirse. Varios escalones más abajo, Zapatero proclama la “Alianza de civilizaciones” como alternativa al “choque de civilizaciones” y esto ya es el acabose. Aunque sin gracia. Cometen un tremendo error quienes frivolizan o hacen bromas con esta actuación, comparando a ZP con Gloria Fuertes, con Bambi y Mister Chance/Peter Sellers, o tildándolo de “romántico”, “idealista”, “utópico”, sabio “zen”, “hombre tranquilo” y “sentimental”, “poeta de la paz” y “hara khrisna”, y aun de maestro de escuela educando en valores o de alumno candoroso componiendo un villancico antes de Navidad. Casi todos estos comentarios derrapan en una dirección equivocada: la vía de la mofa que se quiere ingeniosa a la vez que reprobatoria del talante de ZP. Ocurre que al pretender ponerle en evidencia o hacerle burla, agrandan el mito y acrecientan el engaño. El Gran Artificio. La Gran Farsa.
 
 
 
¿Y qué dice el PP al respecto? Toma la palabra Zaplana y con intención descalificadora afirma que el discurso del actual presidente del Gobierno de España “parece más de redacción de colegio, de niño voluntarioso, que, sin duda, tiene alguna buena idea”. Para Jaime Mayor Oreja los testimonios de Zapatero “no dejan de ser una expresión que puede estar llena de buena voluntad y puede sonar muy bien, pero…”. Pero, ¿qué? Entiéndase bien: no hay aquí buena idea ni buena voluntad ni nada similar. La soflama de Zapatero suena a rayos y centellas, expulsa un aire viciado, un nivel de rencor, una mala fe, que tiran de espaldas. Porque tiran a matar.
 
A Zapatero, a su Gobierno y al PSOE le importan un comino Irak, la paz mundial, Sadam, Chirac y Kofi Annan. Sólo aspiran a hacerse con todo el poder en España para así destruir a su enemigo, que es, no se olvide, todo aquel que no se pliega a su laica voluntad. La “guerra de Irak” representa la mayor inversión con que cuentan para dominar y “contestar” al PP, y para conquistar la sociedad, después de asaltar el Estado. ¿Hasta dónde llegarán con el comodín de marras? Póngase el lector en la situación más disparatada, imagine y acertará. He aquí la penúltima gansada. “Si Rajoy me obligó a ver fotos de la guerra de Irak, que aguante las mías en Vogue”, exclama Carmen Calvo ataviada con una camisa mona. Esta pesadilla nos aguarda a todos en las próximas fechas. Espérese si no a oír a la Chacón y a la Pajín cuando abran la boca. Léanse los editoriales de El País y aténgase uno a las charradas de Cebrián, a las barbaridades de Garzón o a los exabruptos de Llamazares. Y repárese, en fin, en la máxima presión y la intimidación que están escenificando de cara al XV Congreso del PP, para calcular lo que se avecina. Los más variados argumentos están dispuestos —envueltos en celofán, aunque provengan de alguna mutación del ántrax— a fin de “centrar” a los populares y convertir su “furia española” en una nueva versión del Naranjito sobre el que sobrevuela una gaviota posmoderna, con menos traza de gavilán que de paloma. Pero el asunto que planeará sin remedio sobre el cónclave será la guerra de Irak. Lo quieran o no. Como ha ocurrido en el reciente congreso laborista en Inglaterra. Blair, sin embargo, no ha pedido perdón, ni ha renegado de la política antiterrorista. Tampoco Bush. ¿Por dónde irán Rajoy y el PP de la “renovación”?
 
El Partido Popular no debe sortear más este envite. No puede renegar de Irak ni de todo lo que significa. Ya no puede eludir ese fantasma. Mientras el PP no afronte con claridad y valentía el desafío, estará a merced de su espectro, de que cualquiera le siga haciendo chanzas y sacando los colores a cuenta de Irak, al menos pretexto. No hay que rehuir el tema porque hay buenas razones para su defensa. En su día, el PP fue el único partido español que, al menos formalmente y aun con timidez, lo asumió. Aunque sea desde la oposición, debería ahora recuperar el “espíritu de las Azores”. Hoy, no puede renegar de Irak ni de quienes dieron la cara y se jugaron el tipo por su causa. Y todavía lo hacen. Hoy, cuando es más necesario el esfuerzo que nunca.

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