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CUBA-EEUU

¡No con mi dinero!

No sé si habrán notado la sofisticación a que ha llegado el compañero antiyanqui en jefe para amistarse con su archienemigo el yanqui. Lo digo con motivo de la feria del agronegocio que organizaron capitalistas norteamericanos en Cuba.

“¿Te acuerdas”, dice ahora Fidel, “que hace tiempo nos retorcimos los meñiques porque estábamos peleados para siempre y por toda la vida y no íbamos a ser amiguitos nunca más? Pues ya se me olvidó. Y si quieres me corto el meñique”. Se trata de una negociación entre dos familias muy poderosas —la de Fidel y la empresa Archer Daniels Midland (ADM), organizadora de la muestra— que, además, se relacionan por vínculos ideológicos. ADM y Fidel tienen más de un punto y más de dos en común.

ADM es el mayor receptor de corporate welfare, es decir, ayuditas —ayudonas— que salen de tus impuestos, lector, y de los míos. Cuando el Internal Revenue Service hace la vista gorda con la declaración de impuestos de las grandes empresas en tanto le pone linterna y lupa a la del infeliz trabajador, eso ni es gratuito ni perverso ni malsano, al menos no lo era en su origen. Es un plan que viene desde que se instituyó la Unión y que consideraba imprescindible fomentar lo que Marx llamó la acumulación del capital, porque el capital, a la postre, pagaría más impuestos y mejoraría la nación en todos los sentidos. Claro, como lo explica Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, entonces la riqueza no era el resultado de las maniobras del más listo, el más pillo, el más trapisondista (como ahora, Sunbeam, Enron, WorldCom, etcétera, etcétera, etceterina), sino del esfuerzo del de corazón más recto, el más trabajador, el más austero, el más justo con sus semejantes, es decir, una prueba palpable de la complacencia de Dios.

ADM se ha convertido en algo que no tiene nada que ver con aquellos pietistas y calvinistas. Veamos lo que le dijo no hace demasiado Dwayne Andreas a Dan Carney, lo cual evidencia bastante sus concomitancias con el dictador cubano. “No hay un grano de nada en el mundo que se negocie en el mercado libre. ¡Ni uno! El único lugar en que puede verse el mercado libre es en el discurso de los políticos. Los que no viven en el medio oeste de los Estados Unidos no acaban de entender que éste es un país socialista”. Los caballeros de ADM no tienen nada que ver con el espíritu primigenio de los fundadores de esta nación y no es que hayan dejado de creer en Dios, sino que ya no creen ni en sí mismos. Una caterva de potentados que lo único que pretenden es asegurar el futuro de su descendencia hasta la decimocuarta generación, aunque, eso sí, si es posible dándose grandes golpes de pecho y contribuyendo a las “buenas causas”.

“Creo que ha llegado el momento para los americanos”, nos tiene dicho Dwayne Andreas, el chairman de la hipopotámica corporación cogioca de nuestros dineros, “de encarar el hecho de que debemos aceptar los impuestos que contribuirán a que nuestro país continúe siendo fuerte y para preservar nuestra democracia”. ¿Qué impuestos, amable señor, impuestos a quién? ¿Y para quién? ¿Para ti? ¿Y para dárselos al compañero malapaga en jefe, por ejemplo, como quiere hacer ADM ahora? Porque eso es lo que está al final de la food&agribusiness exhibition en La Habana. No contribuir con el diezmo, en la vieja tradición judeocristiana, para los demás, sino donar un diezmo, como dice ADM que hace, para los necesitados. ¿Para los necesitados cubanos o para el culpable de que los cubanos anden todos necesitados? Concederle créditos no a un régimen, sino a un tipo que sencillamente no paga, que no le pagó siquiera a su madre cuando le expropió las tierras.

Fidel Castro puede comprar en los Estados Unidos en efectivo. Pero quiere —y ADM empuja en ese sentido— que este país le otorgue créditos. Es decir, pretende crear deudas que por supuesto no va a pagar, porque ese tipo no ha pagado una sola de sus deudas, ni los cafés con leche que tomaba al fiado de joven ni los multimillonarios créditos que le concedió la URSS, nada, nunca, él no es de los que pagan. ¿Por qué no le paga a la Unión Europea y a Canadá, que tanto lo ayudaron hace unos años y ahora ven con alarma y rabia que los dineritos que posee los emplea en pagar al cash lo que les compra a los yanquis? ¿Por qué no les paga a Rusia y el resto del ex campo socialista, así sea una mínima porción de lo que les debe? ¿Por qué no les paga a los argentinos parte de los más de mil millones que les adeuda —en préstamos que fueron, por cierto, para “romper el embargo americano”— ahora que tanto lo necesitan?

Hay quien dice que es una gozada contemplar al pariente Fidel estafar a esos capitalistas con alma de socialistas. Pues sí —respondo— y no. Sí porque cuando un galifardo va a Cuba y Fidel lo despluma, me digo: me alegro, para que te enteres de lo que cuesta un peine, y en última instancia quien va a pagar los platos rotos es el taxpayer español. Y cuando un italiano o un canadiense van y se creen las idioteces de Fidel y terminan cacareando, me digo: me alegro, por no hacer caso y para que sepan lo que es negociar con el hipócrita más sablista del mundo, y quien pagará será el taxpayer italiano o canadiense. Pero si va ADM y le extiende créditos a Castro y el gobierno de este país los asegura, quien terminará pagando los platos rotos seré yo, taxpayer en los Estados Unidos. ¡Y no va! ¡Con mi dinero sí que no!

O con el dinero tuyo, lector mío, que también cae en la colada.

© FIRMAS PRESS

José Antonio Zarraluqui es escritor cubano, editor de mesa de El Nuevo Herald de Miami.

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