Menú
EL VIEJO REYNO, EN LA ENCRUCIJADA

Navarra, desnortada

¿Qué está ocurriendo en la Comunidad Foral? Sencillo: los dirigentes de Unión del Pueblo Navarro llevan demasiados meses obsesionados con la aritmética electoral, lo cual explica su comportamiento esquizofrénico.

¿Qué está ocurriendo en la Comunidad Foral? Sencillo: los dirigentes de Unión del Pueblo Navarro llevan demasiados meses obsesionados con la aritmética electoral, lo cual explica su comportamiento esquizofrénico.
Los cálculos que Miguel Sanz dice hacerse son conocidos. En el Legislativo navarro, UPN tiene 22 parlamentarios, Nafarroa Bai y el PSN, 12 cada uno, y Convergencia de Demócratas Navarros (una escisión de UPN) e Izquierda Unida, 2 cada uno. La suma UPN-CDN arroja 24 escaños, dos menos que la que conseguirían PSN, NaBai e IU si unieran los suyos. Los regionalistas consideran intocables los 12 parlamentarios nacionalistas –un 25% del electorado–, y andan empeñados en construir una mayoría constitucional-foralista con el otro 75%. De aquí surge la conclusión de deben romper con el PP para situar a UPN como partido bisagra entre aquél y el PSN. Con un arco constitucional formado por PP, UPN y PSN, la formación regionalista se alternaría con unos y otros para garantizar que el anexionismo vasco no acceda jamás al Palacio de Navarra.
 
Estos son los mezquinos cálculos, de los que la polémica presupuestaria no es más que el envoltorio hipócrita. Los dirigentes de UPN confunden las miserias electoralistas con las actitudes propias de los hombres de Estado. Se equivocan de medio a medio. Incapaces de analizar el asunto con perspectiva histórica, de ver que la política no se circunscribe a la Cámara de Comercio, el Diario de Navarra –ya del otro lado, por lo demás– y el Parlamento Foral, los regionalistas muestran una enorme ceguera ante el verdadero problema subyacente a la caótica crisis en que Sanz ha sumergido a UPN y a Navarra. Y como no abordan el verdadero problema, ni pueden ni podrán solucionarlo. El espectáculo del presidente de UPN corriendo ansioso y desencajado de un medio a otro, y el de su partido tratando de explicar lo inexplicable, esconde el drama de la derecha navarra... y no sólo de ella, sino de toda una sociedad que asiste estupefacta al juego de bajezas, traiciones, mentiras y manipulaciones que protagonizan unos dirigentes presas del pánico.
 
¿Por qué la derecha navarra es presa del pánico? Nada tienen que ver los Presupuestos, ni siquiera la actitud del PSN hacia el Gobierno foral. La clave está en la actitud que la propia derecha navarra –como la española– ha mantenido en los últimos treinta años hacia el nacionalismo antiliberal, antidemocrático y antiespañol. El caso navarro es especialmente dramático por el Anschluss que pende sobre la Comunidad Foral: ese 25% de voto nacionalista quita el sueño a los regionalistas.
 
En 1978, los planes del nacionalismo vasco respecto al Viejo Reyno no fructificaron: la acción combinada y coordinada de PNV y ETA hizo ceder a la UCD, pero forzó la aparición de UPN, que frenó en seco los planes anexionistas, aglutinó el navarrismo y forzó al PSN a desligarse del vasquismo. Ahora bien, el nacionalismo vasco sacó una provechosa enseñanza de la Transición: la anexión política sólo sería posible desde una previa asimilación cultural, educativa y social de la Comunidad Foral. Así las cosas, se puso manos a la obra, y desde entonces hay una guerra cultural abierta en Navarra declarada por el nacionalismo vasco, que ha vertido muchísimo dinero sobre grupos y asociaciones afines, infiltrado la Administración foral y dado cobertura política a la desestabilización etarra de la vida cotidiana. 
 
Por lo que hace al constitucionalismo navarro en el poder, comenzó a ceder en nombre del respeto, la moderación y el consenso; pero cuanto más cedía UPN, más presionaba el crecido anexionismo vasco. Navarra hizo suyo un engendro nacionalista, el batua, que aniquiló el vascuence navarro en poco tiempo, y aceptó como suyos unos usos y tradiciones que no lo eran en absoluto. Cada Gobierno foral cedió, cedió y volvió a ceder. La espiral sociocultural vasquista ganó cuerpo en los ochenta, y se hizo insoportable en los noventa: el nacionalismo cultural ha ido cobrando cada vez más fuerza en la sociedad civil y la Administración navarras, y presionado más en todos los campos. Al final, relegó el navarrismo al ámbito institucional y político, y éste se ha mostrado incapaz de salir de allí y bajar a la arena cultural y social, que era donde se estaba jugando –y perdiendo– el futuro.
 
Los nacionalistas tenían razón: la sociedad navarra comenzó a ver como normal y propio algo que no era ni lo uno ni lo otro. Que nadie se engañe: a los navarros se les está conduciendo lenta y mansamente hacia Euskadi desde hace treinta años. Los gobiernos de PSOE, UPN y CDN no sólo no han librado la batalla cultural contra el anexionismo, sino que, rehenes de los habituales complejos, han colaborado con lo que no es sino una ofensiva en toda regla: unos, como Sanz, a regañadientes; otros, como Juan Cruz Alli, con entusiasmo; algunos, como Urralburu, con despreocupación. Pero todos han jugado a favor del Anschluss.
 
Así llegamos a octubre de 2008. Ahora, a los regionalistas les entran las prisas y el pánico, pero siguen sin preocuparse de lo que debieran: de la deseuskaldunización de Navarra. Las dos áreas más delicadas de la Administración están copadas por el abertzalismo. Desde el Departamento de Educación –en manos de CDN– se impulsa la extensión del batua hasta límites desorbitados; desde el Departamento de Cultura se fomenta y subvenciona la extensión de una cultura nacionalista puesta al servicio de la anexión. Son la punta de lanza del anexionismo que UPN tanto teme... pero que lleva años cebando con dinero público.
 
Tras treinta años de retirada cultural y social del navarrismo y del españolismo, Miguel Sanz recoge los frutos amargos de una política que también es suya: nunca como en los últimos ocho años ha avanzado tanto el nacionalismo cultural, social y político. Hoy, los navarros son más ingenuamente proeuskaldunes que nunca, y UPN ha consentido. Así que sólo al despistado pudo sorprender que el anexionismo vasco estuviera a punto de hacerse con el poder en 2007.... y que esté frotándose las manos en esta hora.
 
Histérico, obsesionado, Sanz trata de reparar los destrozos de treinta años con maneras de trilero. Y además comete un nuevo e histórico error: busca una alianza constitucional y foral que sólo existe en la mente de los regionalistas. Desde que el PSN permitió que UPN siguiera en el poder en 2007, los socialistas se han comportado con absoluta deslealtad hacia la formación regionalista. Cada vez que han podido, han votado con el nacionalismo vasco. Cada vez que han podido, han chantajeado. Cada vez que han podido, han socavado la Constitución y el Amejoramiento.
 
Miguel Sanz.Sólo el voluntarismo puede explicar que Miguel Sanz y buena parte de UPN vean en el PSN un aliado constitucional fiable frente al nacionalismo. Lo cierto es que los socialistas navarros se encuentran infectados hasta el tuétano de nacionalismo vasco; de hecho, fueron los primeros en caer. No sólo no son un aliado fiable en la defensa de la Constitución y el Amejoramiento, sino que ni siquiera se esfuerzan en ocultar que no lo son. En el año 2007, el PSN no pensaba en otra cosa que no fuera pactar con NaBai, el partido de Patxi Zabaleta (ex dirigente no arrepentido de ETA-Batasuna), PNV y EA. Hoy, no duda en votar en cuestiones capitales con el anexionismo; incluso defiende y ampara a grupos y asociaciones de la izquierda batasuna en Pamplona. La relación especial entre PSN y UPN sólo existe en la mente de los barandas regionalistas.
 
Sanz se equivoca no sólo en lo relacionado con el PSN. ¿Cree realmente en la palabra de Rodríguez Zapatero? En el año 2006, el presidente del Gobierno estaba negociando con ETA la anexión del Viejo Reyno, previa expulsión de Miguel Sanz y UPN del Palacio de Navarra. Para las elecciones de 2007, el partido de Rodríguez Zapatero había pactado con NaBai el reparto del Gobierno de Navarra y del Ayuntamiento de Pamplona: el primero sería para Fernando Puras y el segundo para Uxue Barkos. El golpe de mano estaba preparado para la noche electoral del 27 de mayo, y sólo la suerte en forma de aritmética electoral frustró un pacto que satisfacía a Zapatero, al nacionalismo vasco y a ETA. Lo vea o no Sanz, el PSOE del presidente del Gobierno es, hoy por hoy, el gran peligro para su proyecto de una Navarra española.
 
Navarra está abocada a una crisis institucional que la llevará de nuevo al proceso constitucional de 1978. No cabe la sorpresa, pues lo que está emprendiendo Zapatero es un cambio de régimen. El comportamiento histérico de Sanz se explica por su temor a que ese 25% de voto nacionalista se pueda sumar al socialista. Pero es precisamente aquí donde UPN sigue errando y equivocándose: el maremágnum montado por Sanz se deriva de la creencia regionalista de que ese 25% es intocable e inalterable, un voto perdido para siempre. Lo que demuestra que no han aprendido nada, porque en política todo porcentaje cambia si se ponen los medios y la voluntad necesarios; a eso, ni más ni menos, se ha dedicado el nacionalismo vasco en los últimos treinta años, ante las mismas narices de UPN. Y seguirá haciéndolo. Y subirá al 26, al 30, al 40% del voto.
 
Hay un camino que UPN no ha seguido aún, y que no parece capaz de seguir en el futuro. El peligro que se cierne sobre Navarra no se conjura rompiendo con el PP, absteniéndose en los Presupuestos o alcanzando pactos con José Blanco o el PSN, sino librando la batalla cultural e institucional contra el nacionalismo en la sociedad navarra. Para vencer necesita deslegitimar esa ideología anexionista y antidemocrática, desmontar sus falacias históricas y culturales, denunciar la importación de una cultura ajena por completo a Navarra y que corroe sus cimientos sociales... Asimismo, ha de desabertzalizar la Administración, frenar la euskaldunización educativa y social, acabar con la impostura del batua, llevar a cabo una política cultural y educativa de signo constitucional y, sobre todo, velar por que la Constitución se cumpla en todo el territorio. Es decir, ha de hacer todo aquello que Miguel Sanz y sus semejantes tienen miedo de hacer, por sus complejos culturales e ideológicos.
 
 
ÓSCAR ELÍA MAÑÚ, analista del GRUPO DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS (GEES).
0
comentarios