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COMERCIO

Nacionalismo económico

Uno de los errores más antiguos, más extendidos y más perjudiciales para los pueblos es la creencia de que para la economía es más importante el productor que el consumidor y que es mejor comprar un producto nacional que uno importado, aún cuando este último sea más barato o de mejor calidad. De este error surge el afán de proteger a la industria nacional, restringiendo las importaciones con elevados aranceles.

Este error característico de gobiernos tanto de izquierda como de derecha va en contra de la enseñanza de los economistas serios, desde Adam Smith hasta Ludwig von Mises.

Ya en 1776, en la "Riqueza de las Naciones", Smith explicaba que "en todos los países, el interés de la inmensa mayoría de la población es y debe ser siempre comprar lo que necesita a quien vende más barato". Lo que conviene al país es siempre comprar al productor que vende más barato, sea nacional o extranjero. Tan sencillo y tan difícil de entender.
 
En una economía libre, el consumidor es el soberano. Sus decisiones son inapelables. Lo que le conviene al país es lo que le conviene los consumidores, no lo que le interesa a empresarios, sindicatos o políticos. Los productores deben competir continuamente entre sí por innovar, crear y ofrecer a los consumidores los mejores bienes y servicios al menor precio, sin importar su procedencia. Los productores que no pueden competir deben dejar el mercado a otros más capaces y que sirvan mejor las necesidades de los consumidores.
 
Cuando se dice "compre lo que produce el país", lo que se busca es convencer a los posibles consumidores a comprar determinados productos nacionales porque son mejores y más baratos. Pero no se pretende que nadie los compre si son más caros o de peor calidad que otros. Y si alguien lo hiciera, no traería beneficio alguno para el país. Porque a la nación no le conviene producir lo que puede comprar a menor precio de otros países. Es lo mismo que un padre de familia, explicaba Smith. Este debe trabajar en lo que mejor sabe hacer y no tratar de producir lo que le resultaría más barato comprar a otros.
 
Si un artículo extranjero cuesta menos que un artículo nacional es absurdo comprar el artículo más caro. Lo conveniente para el país sería que el consumidor compre el artículo extranjero y con la diferencia sobrante adquiera otro bien o servicio. La sociedad será más rica luego de la transacción: tendrá el artículo más la diferencia en dinero. ¿Significa ello una reducción del empleo nacional? No. Al comprar el artículo extranjero se le da a los extranjeros un vale para que puedan comprar algún bien o servicio de nuestro país. El círculo siempre se cierra y los extranjeros importan un producto nacional, creando nuevos empleos.
 
Las transacciones a veces se complican porque van por terceros países y se realizan en distintas monedas. Pero un hecho permanece inalterable: toda compra o venta es una transacción que beneficia a ambas partes. Para entenderlo, debe tenerse en cuenta que las transacciones no son sino trueques, de un producto por otro, o de un servicio por otro. El dinero es solo un medio que facilita el intercambio. La compra de un artículo extranjero implica intercambiarlo por otro artículo paraguayo. El país gana. Aumentar las importaciones significa aumentar las exportaciones.
 
Pero en la competencia suelen perder algunos productores, que en lugar de bajar sus precios buscan la "protección" de los gobiernos. Sus trabajadores se manifiestan en contra de la "competencia desleal" y la "invasión de productos foráneos", el problema se politiza y los gobiernos frenan la importación creando impuestos que encarecen los bienes extranjeros. Ello favorece al empresario local a costa de los consumidores. El país también pierde porque al frenar la importación se frena la exportación. Si los extranjeros no pueden vendernos, tampoco pueden comprarnos. El resultado habría sido el mismo si se prohibieran las exportaciones.
 
Para que todos compren lo que produce el país y para que el país pueda crecer y elevar su competitividad, nada mejor que liberalizar la economía, eliminar los aranceles y trabas al comercio y dejar que los consumidores compren los bienes más baratos y mejores, sin importar su procedencia.
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