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De Cádiz a Internet

Lo que sigue es el prólogo a España y Libertad (Martínez Roca).

La lectura de los artículos que recoge este volumen es decididamente recomendable para el amante del columnismo, pero es absolutamente imprescindible para quien desee comprender la España actual y reflexionar sobre el sentido que, aquí y ahora, cabe dar al concepto de libertad. Precisamente España y Libertad son las dos ideas sobre las que se levanta la obra de Federico Jiménez Losantos, los significantes sobre los que siempre vuelve, los significados sobre los que siempre gira. De Cádiz a Internet, el liberalismo español está tan unido a una cierta noción de España y de ciudadanía –como estatus de los individuos libres– que a menudo está justificado tomar los términos que dan título a esta obra por sinónimos.

Con el cambio de siglo, nació en la red de redes una iniciativa modesta y audaz para ofrecer información con agilidad y difundir opinión sin cortapisas aprovechando las facilidades de las nuevas tecnologías, es decir, saltando olímpicamente por encima de las barreras de entrada que hasta hace poco se levantaban ante el insensato que pretendiese crear un nuevo medio de comunicación escrito. Otras empresas se adentraron en proyectos similares; ninguno de ellos ha cosechado el éxito arrollador de Libertad Digital, el primer diario generalista en idioma español de los que funcionan exclusivamente en Internet. Aunque el número de sus seguidores no ha dejado de crecer desde que vio la luz en marzo de 2000, su gran salto coincidió con acontecimientos que aparecen glosados con abundancia en estas páginas y que supusieron la aparición de nuevas amenazas contra España y contra nuestro sistema democrático. Amenazas que empezaron a condicionar la política nacional con el giro estratégico del PSOE en la segunda mitad de la segunda legislatura de Aznar.

La izquierda española era consciente de que no le favorecía lo más mínimo el contraste entre las sucesivas gestiones socialista y popular, entre las consecuciones de los gobiernos de Felipe González y de José María Aznar. Especialmente en materia económica, contraterrorista y de lucha contra la corrupción, asuntos que –al menos hasta el 14 de marzo de 2004– se creían de vital importancia para la mayoría de los votantes. Así que el PSOE decidió reeditar extemporáneamente el más sañudo sectarismo del viejo socialismo español como única vía para recuperar un poder que veían cada vez más lejos, especialmente con un partido descabezado y desorientado que había ido a caer, contra todo pronóstico y gracias a la inestimable ayuda del socialismo catalán, en manos del inexperto e ignoto José Luis Rodríguez Zapatero. Paralelamente, los nacionalismos periféricos sufrían las consecuencias de una coyuntura política poco propicia a sus intereses, con Aznar instalado en la mayoría absoluta y con la gran coartada del sedicente nacionalismo moderado en franca decadencia: el barco pirata de la ETA a punto de naufragar, los agitadores de árboles y su triste entorno acorralados, diezmados, perseguidos con más eficacia que nunca por instancias nacionales e internacionales, aislados por la opinión pública, con la decisiva batalla del lenguaje perdida. Pero la vía desesperada de la radicalización acabó triunfando, hecho de cuyas consecuencias sólo hemos empezado a tener noticia.

La utilización desaprensiva de catástrofes naturales y catástrofes artificiales por un frente anti PP rápidamente aglutinado en torno al nuevo líder socialista, su dominio de la propaganda y el apoyo del imperio mediático y sus adláteres, unidos a la lamentable incapacidad de la Derecha para comprender y manejar los resortes de la comunicación, provocaron el vuelco político. Tras los atentados del 11-M y las manipulaciones del 13-M, las elecciones premiaron a un partido que llegaría al Gobierno dispuesto a derogar por decreto las grandes medidas legislativas anteriores, a explotar hasta la náusea una "memoria histórica" diseñada a la medida de sus necesidades presentes, a ofender de forma deliberada y calculada a los católicos, a minar la fuerza moral y la unidad de las víctimas del terrorismo, a entregarse a la reforma encubierta de la Constitución a través de un nuevo Estatuto de Autonomía para Cataluña, a rendirse preventivamente ante una ETA exhausta y a derribar en cuatro días todo el prestigio acumulado en el plano internacional, incluyendo el ataque abierto a intereses y símbolos estadounidenses, el abrazo a liberticidas hispanoamericanos y la fiesta "buenista" de la Alianza de Civilizaciones.

Mientras todo esto sucedía, Libertad Digital informaba, analizaba, denunciaba y opinaba sin sujeción a ninguna dependencia que no fuera la de su ideario liberal y la de su defensa de España como nación de individuos libres e iguales ante la ley. El diario ha permanecido en no pocas ocasiones como la única voz insobornable y sin complejos en el mundo liberal-conservador, lo que sin duda ha contribuido a la fidelidad de sus lectores, a su espectacular crecimiento –con más de veinticinco millones de páginas vistas al mes– y a su conversión en medio de referencia de una nueva generación de españoles, felizmente ajena a la inercia y a las trampas retóricas de sus mayores. En esta empresa, Federico Jiménez Losantos ha sido más que el editor. Ha sido y es la primera firma, con centenares de artículos donde la cultura histórica y la erudición literaria guían el bisturí del analista y afilan la sagacidad del periodista político.

Como ha escrito Amando de Miguel, "se nota que don Federico es un poeta" porque "sus adjetivos son definitivos". Con un lenguaje implacable que desnuda los hechos y las intenciones de los actores políticos, asistido por la perspectiva del conocimiento histórico y por el largo oficio, sin aguar con componendas la denuncia, a veces feroz, de los desmanes nacionalistas, de las tropelías de la izquierda y del imaginario progre, el autor de Lo que queda de España, Los nuestros y El adiós de Aznar revisa los asuntos que han merecido nuestra atención en los últimos tiempos: la amplia ofensiva contra el sistema de 1978, el guerracivilismo maniqueo, las sombras que se ciernen sobre nuestros derechos y libertades. Del pacto de Perpiñán a la disparatada actuación del ministro Moratinos; de los atentados del 11-M al empeño de los titiriteros subvencionados en darnos lecciones de moral; de los avatares del PP de Rajoy, Piqué y Gallardón a la hegemonía prisaica; de la boda real a los Papas; de la guerra de Irak al plebiscito disfrazado de referéndum sobre la Constitución Europea; del castrismo al islamismo… nada escapa a la poderosa lupa, al examen minucioso, a la ironía, a la denuncia, a la prosa brillante y mordaz de este escritor, de este intelectual convertido, desde la pasión por España y por la libertad, en el comunicador más influyente del país. Aquí están sus mejores artículos en Libertad Digital. Que los disfruten.

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