Las protagonistas siguen siendo las ministras y sus altas cargas (femenino socialista de altos cargos por si alguien ha interpretado otra cosa), en particular las de mi ramo, la infatigable Carmen Calvo y la no menos pizpireta Rosa Regás. Esta última ha vuelto a demostrar su “talante” democrático poniendo en entredicho el del gobierno anterior, lo que la pone a ella imagínense dónde. Pero, ¡basta!, la pobre señora aburre ya de puro fanática. Para mí que es la Torquemada que no quiso poner a los cineastas Carmen Calvo. Muy adecuado para una Biblioteca Nacional. Entre las muchas tonterías que estuvo diciendo cuando se fue a hacer patria a Buenos Aires, se llevó la palma su declaración de que se pondría a disposición del público los libros publicados desde 1931 y no desde 1957, como se hacía hasta ahora. Supongo que “la Cuerpa”, que es como cariñosamente se conoce al cuerpo de bibliotecarios, reconociendo así el predominio femenino en el mismo, estará que trina, porque la ex-quisita ex-editora, tras varios meses en el puesto todavía no se ha enterado de que el depósito legal sólo existe desde 1957 y difícilmente se puede poner “a disposición del público” algo que no se puede garantizar que está en la Biblioteca, ya que hasta esa fecha no era obligario registrar ni “depositar” los libros publicados. Es evidente que lo único que quería la pobre era presumir de progre ante los argentinos haciendo ver que hasta ahora en la España de Aznar la BN estaba restringida a una élite y además no se podían ver los libros publicados durante la República que, como todo el mundo sabe excepto tal vez ella, han sido reeditados constantemente desde entonces lo que se puede comprobar facilísimamente consultando los catálogos de las editoriales y los propios fondos de la Biblioteca Nacional.
Quizás RR tampoco sepa que fue Juan Pablo Fusi quien, bajo el primer gobierno socialista, inició las restricciones a las salas de lectura para evitar que los estudiantes y opositores coparan las instalaciones. Pero ella, con ese complejo de superioridad de las de su casta, piensa que ningún director de la BN ha leído hasta ahora. ¡Como que se compara con Borges! Dicen las malas lenguas que pretendía llevarse códices e incunables a su despacho y como le explicaran que no se podían mover de su sitio y los demás directores cuando querían consultar algo de ese tipo se desplazaban, ella replicó: “Seguramente no estaban tan interesados como yo”. Aunque tal vez sea un bulo como aquello que me contaron de que Luis Alberto de Cuenca, cuando entró en posesión de su cargo en la BN pidió que le pusieran un crucifijo en su despacho. Conozco a ambos, y así como puedo asegurar que lo de LAB es harto improbable, por no decir falso, lo de RR le va como anillo al dedo al personaje.