Menú
LA POLÍTICA A PESAR DE TODO

Maricomplejines no quiere gobernar

Con el cambio de Gobierno acaecido en España tras el 11-M y el 14-M, el Partido Popular pasa a la oposición, aunque desde entonces parezca más bien instalado en el limbo. Han pasado unos pocos meses, pero el lapso de tiempo se siente como una eternidad y, lo que es peor, sólo como un presagio de lo que nos espera.

Con el cambio de Gobierno acaecido en España tras el 11-M y el 14-M, el Partido Popular pasa a la oposición, aunque desde entonces parezca más bien instalado en el limbo. Han pasado unos pocos meses, pero el lapso de tiempo se siente como una eternidad y, lo que es peor, sólo como un presagio de lo que nos espera.
El PP, en sospechada actitud penitente, da la impresión de conformarse con lo que hay y de no querer volver a gobernar ya más, para que no le hagan lo mismo, otra vez.
 
Uno tiene la inclinación a pensar que el verano y las vacaciones son el mejor periodo para la política: es cuando se encuentra como aletargada, a la sombra, literalmente agostada. Los gobernantes, y, políticos, en general, desaparecen de la escena pública y se toman unos días de asueto, dando también un respiro a la población, que se ve así libre de ruedas de prensa, declaraciones oficiales y, sobre todo, de actuaciones gubernativas y desafíos legislativos. Pero la fantasía se desvanece al percatarnos de que esta situación es transitoria, que ya se anuncia la vuelta al cole y que, unos, los ministros y las ministras, no han perdido el tiempo, mientras los otros, la escuálida y encogida  oposición, no han hecho los deberes necesarios con que poder afrontar dignamente el nuevo curso político, previsiblemente caliente y lleno de zozobras. No es que echemos de menos a la clase política y sus resoluciones, pero puestos a tener que sobrellevarlas sobre nuestras espaldas y acechando nuestros bolsillos, por lo menos que su presión no venga siempre del mismo lado, o sea, de las posiciones del socialismo gubernamental realmente existente, que en tales faenas tienen probado que se manejan muy bien.
Quiero decir: a la vista de cómo llegamos a la cuesta de agosto, el balance presenta un panorama decepcionante, en el que el actual Gobierno se ha llenado la boca de anuncios, pillando a los populares en continuos renuncios, esto es, dejándoles en fuera de juego o con ganas de abandonar la partida, a la vista de que siempre sale el rojo en la ruleta. Par y pasa. Los ministros han encomendado a sus segundos que preparen el terreno con más de lo mismo (“lo mal que se hicieron las cosas con el PP”) y que lancen algunas propuestas-de-proposiciones de ley y otros globos sonda que confundan al personal, con la intención de pescar en río revuelto, aunque a veces le pescan a ellos algún atún rojo en sus propios caladeros. Las ministras, por su parte, más que liarse la manta a la cabeza, se han recubierto de pieles y sedas, iniciando el paseíllo por la pasarela bajo las luces de los focos y sustituyendo a los taquígrafos por los reporteros gráficos, y, es cosa de días, también por los paparazzi. Ojalá no se bajaran de las tablas estas chicas de (Visa) oro, y no por bien de la moda, sino de la política.
 
No, no hemos echado de menos a los ministros titulares, pero acaso dejada la tienda a los secretarios y subsecretarios y al personal de guardia los efectos hayan sido todavía peores. Durante esta etapa estival el secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, ha hecho todo lo posible por echar abajo años de esfuerzo en pedagogía y política antiterrorista; se han quemado miles de hectáreas en Huelva, Orense y Valencia, sin que “Nunca Máis” ni Cristina Narbona hayan tocado a rebato ni siquiera llamado a los bomberos; el partido socialista catalán y sus aliados (más) a la izquierda preparan el asalto al Estado echando el anzuelo a los virreyes de Andalucía y País Vasco a ver si pican, y así los tres juntos (Galicia no cuenta, mientras siga Fraga al timón) consiguen dejar en barbecho, para que se seque, a la España dura e impura, que es lo que quería decir Anasagasti al referirse a la “España pura”; y, en fin, las oleadas de inmigrantes presagian una inminente incursión en nuestro país por tierra, mar y aire de nuestros hermanos del Tercer Mundo, estimulados por las llamadas de la secretaria de Estado de Inmigración (otro ambicioso segundón político, o, segundona, con perdón) que agita excitada sus papeles con membrete oficial desde el malecón en señal de bienvenida.
 
¿Alguna rectificación oficial u oficiosa? Ninguna en absoluto. Es más, Zapatero hace su primer amago de reaparición pública en Menorca recordando que la nave va y que el doctrinario político socialista no ha cambiado, es decir, que sigue funcionando lo impolítico, lo ideologizado, lo estetizante y lo “moderno”. Me temo que la mayor parte de los votantes (honrados) del PSOE y la opinión pública, en su conjunto, no se han dado cuenta todavía de que España tiene como presidente de Gobierno a un telepredicador que sonríe y catequiza con su religión cívica, progresista, ciudadanista y políticamente correcta, a la vez que polemiza con la competencia, o sea, la Iglesia Católica, responsable junto con la derecha de “tanta imposición moral y actitudes carcas” que tienen a España indignada. Y sin embargo lo quieren, y millones de ciudadanos y ciudadanas le mandan donativos en forma de votos o de silencios culpables. ¿Será acaso que España está llena de progres y no nos habíamos enterado? ¿Dejarán al fin los españoles de comprar el Marca para suscribirse al Vogue?
 
Y, mientras tanto, el Rajoy que no cesa, ni deja ir a Aznar a la próxima Convención Republicana en Nueva York (quizá siga castigado para el Congreso del PP de octubre), comienza a salir del letargo veraniego sin dar muestras de enterarse de que él también tiene unos sansegundos en su partido que aspiran a ponerlo en el centro, o sea, a centrarlo, si no a ponerse en su lugar. Resulta pasmoso, pero sólo con los últimos deslices y desmanes perpetrados por el Gobierno en funciones a lo largo de este estío, tenía el PP motivos suficientes para haber hecho maravillas a fin de vigilar y castigar al Ejecutivo, pues ésta es una de las tareas principales de la oposición, como los socialistas saben muy bien y los populares parecen haber olvidado. La otra es ofrecer a sus votantes una alternativa nítida de Gobierno. Rajoy pide a Zapatero que aclare su posición sobre el modelo de Estado, y él mismo calla al respecto, mientras deja que crezca el “nuevo proyecto” encabezado por Gallardón y Piqué. Pero, ante todo, es preciso hacer patente una voluntad de gobernar que ilusione y convenza, actualmente inapreciable, tal vez debido al miedo escénico o a otros complejos y fobias que merecen futuros análisis.
 
Y en esto, el PSOE y el Gobierno Zapatero encantados de la vida. Los ministros simulan vivir en el país de las maravillas y las ministras, lideradas por Cruela de Vil, sueñan con 101 dálmatas, a los que tienen derecho por razón de cuota.
0
comentarios