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FRENTE A LA IDEOLOGÍA PROGRESISTA

Manifiesto contra el SIDA

Llevamos treinta años escuchando la misma historia acerca de la libertad, la emancipación, el derecho de cada uno a asumir su propia sexualidad y su propia identidad sexual. Nunca en todo este tiempo, ni por una sola vez, ha habido dentro del progresismo voces que pongan en relación esa supuesta libertad con la muerte de centenares de miles de personas a las que no se les dijo, o a las que se mintió, acerca de las verdaderas consecuencias de sus actos.

Llevamos treinta años escuchando la misma historia acerca de la libertad, la emancipación, el derecho de cada uno a asumir su propia sexualidad y su propia identidad sexual. Nunca en todo este tiempo, ni por una sola vez, ha habido dentro del progresismo voces que pongan en relación esa supuesta libertad con la muerte de centenares de miles de personas a las que no se les dijo, o a las que se mintió, acerca de las verdaderas consecuencias de sus actos.
Según todos los datos conocidos, el SIDA no está retrocediendo. Sigue siendo una enfermedad incurable y su incidencia, que pareció ceder en los años 90, ha vuelto a aumentar desde hace ya varios años. Las causas son dos. La primera es la idea de que los tratamientos permiten una vida razonablemente normal. Es cierto, pero no curan la enfermedad, la persona se enfrenta  una vida mucho más difícil que otra sana, no se conocen todavía los efectos de muchos de los tratamientos y el agente infeccioso no pierde virulencia. La persona con SIDA es una persona enferma y un posible transmisor de una enfermedad incurable.
        
La segunda causa del aumento de los casos de SIDA, acompañado de un incremento importante de los casos de los casos de enfermedades de transmisión sexual, es ideológica. En los países desarrollados, los grupos de población en los que más está aumentando el SIDA son los varones homosexuales y bisexuales. Dentro de este grupo —y en Estados Unidos— se dibuja un mapa cruel de las clases sociales: los más afectados son los varones negros; están aumentando rápidamente los casos de infección entre los hispanos (como está aumentando la infección en términos alarmantes en toda América Latina), y los menos afectados son los blancos.
        
Pero la distinta prevalencia de la enfermedad según los orígenes culturales —es decir, según la clase social— no disimula el hecho fundamental de que su incidencia está directamente relacionada con las prácticas sexuales de los varones homosexuales, que presentan índices muy altos de promiscuidad. A su vez, estas prácticas sexuales están relacionadas con la ideología progresista.
 
Llevamos treinta años escuchando la misma historia acerca de la libertad, la emancipación, el derecho de cada uno a asumir su propia sexualidad y su propia identidad sexual. Nunca en todo este tiempo, ni por una sola vez, ha habido dentro del progresismo voces que pongan en relación esa supuesta libertad con la muerte de centenares de miles de personas a las que no se les dijo, o a las que se mintió, acerca de las verdaderas consecuencias de sus actos.
        
El asunto es característico del siglo XX. La ideología progresista provoca un auténtico genocidio pero quienes la difunden no sólo no se consideran responsables de nada de lo ocurrido, sino que acusan a quienes no comparten sus puntos de vista de actitudes intolerantes, discriminatorias cuando no racistas.
        
Por eso es de agradecer que haya aparecido en Seattle un Manifiesto redactado por un grupo de personas relacionadas con el tratamiento y la prevención del SIDA, así como por activistas gays, en el que por primera vez se aborda la situación con valentía y sin prejuicios.
        
El Manifiesto de la Comunidad (A Community Manifesto) aclara la dramática situación de los homosexuales: uno de cada siete hombres gays o que hayan mantenido relaciones sexuales con otros hombres está infectado con VIH. Los únicos responsables de esta situación son los propios gays o los varones que hayan mantenido relaciones sexuales con otros hombres. Cada uno es responsable de la propia salud y, en el caso de que se padezca una enfermedad contagiosa, de la salud de los demás. “Cada homosexual”, afirma el Manifiesto, “es responsable de la salud y el bienestar de la comunidad.”
        
Enumera después cuatro afirmaciones muy sencillas: 1) Sabiendo que la transmisión del VIH es evitable, transmitirlo es inaceptable. 2) Revelar que se está enfermo de SIDA o que se padece enfermedades de transmisión sexual no impide la necesidad de practicar sexo seguro. 3) Tener sexo sin protección es una conducta inaceptable de alto riesgo. 4) Transmitir el VIH conscientemente es un acto de violencia.
        
Las peticiones que se deducen de estas constataciones van en dos sentidos. La primera es una autoexigencia, para que las personas relacionadas con la prevención y la sanidad expliquen con claridad la realidad de los hechos y dejen de mentir a la gente. La segunda se dirige al conjunto de los varones gays o que practiquen el sexo con otros hombres. El mensaje se resume en dos frases: “Tus acciones tienen consecuencias. Acéptalo.”
        
El SIDA empezó a propagarse muy a principios de los años 80. Hemos tardado veinte años en leer estas palabras.
 
 
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