Menú
DRAGONES Y MAZMORRAS

Mala educación

Por causas ajenas a mi voluntad se torció la que tenía que asistir esta semana al menos a dos o tres acontecimientos de esos, entre sociales y culturales, en que consumimos la mayor parte de nuestros afanes literarios. Pero hay que entenderlo: este es un mundo muy competitivo y el que no tiene nada que perder es porque tampoco tiene nada que ganar.

Al menos es lo que hasta ahora pensábamos, pero desde que el islamismo entró en nuestros vidas por la vía rápida de la agresión y derribo de las sociedades de acogida, los riesgos se han extendido incluso a los que no pretenden otra cosa que dar rienda suelta a su libertad creadora. Basta con hacer una película por ejemplo que no guste a los imanes que controlan el mundo y verás como en la propia esquina de tu propia calle de tu propia ciudad donde propiamente habitas con la seguridad y el amparo de unos derechos trabajosamente adquiridos y mantenidos gracias a tu propio esfuerzo de tu propio ser único, un musulmán ofendido, a quien esas leyes, con justicia, defienden y amparan su derecho a ser también único en su propiedad, decide arrebatarte la vida en nombre de una religión y de unas leyes que ni son de recibo en esas tierras ni parece, por lo agresivas y letales que son, que deban ser de recibo en ninguna. Me refiero por supuesto al espantoso caso de Theo Van Gogh, asesinado de mala manera en una calle de Ámsterdam. Ni una protesta de los cineastas al respecto, ni una manifestación, ni una pancarta, como las que se han sacado a relucir a propósito del “represaliado” Michael Moore. Al contrario, se han levantado voces europeas explicando que Van Gogh había herido la “sensibilidad” de la religión islámica. Esa religión tan sensible que mantiene a las mujeres esclavas y las maltrata sistemáticamente tiene muchas defensores entre nosotros; Rosa Regás los defienden, y Calvo, y Carmen Romero y muchas más. Esas feministas radicales. Precisamente de esa violencia de “género” trata el corto del infortunado Van Gogh, película que puede descargarse desde esta dirección y sugerimos también se lea el comentario de la diputada holandesa de origen somalí, Ayaan Iris Ali, autora del guión. Para completar la información, incluyo también otras dos páginas: y; la primera contiene información sobre la situación creada en Holanda a partir de ese suceso y la segunda es un enlace a un artículo de Theo del pasado mes de junio.
 
Si les he dicho, de forma harto simplificadora, que la película podría considerarse como una denuncia de la violencia de género, es para hablar el lenguaje de los progres, y de paso recordarles que por un tema parecido Icíar Bollaín ha ganado premios y felicitaciones. Pero claro, su historia ocurre en España, donde se persigue y se castiga el maltrato a las mujeres, que tienen sus derechos, producto, claro está, de esa espantosa educación judeocristiana, y nosotros no somos quién (faltaría más) para imponer esas leyes a los musulmanes que son, según la filosofía progre, muy dueños de pegar a sus mujeres todo lo que quieran y donde les parezca. Y si hiciera falta alguna demostración de que, comparativamente hablando (y a estas alturas tenemos todo el derecho del mundo a compararlas) el islamismo es la peor de las religiones –porque es la peor de las leyes- bastaría con recordar que Pedro Almodóvar, que ha regurgitado su mala baba contra la Iglesia católica en La mala educación, puede pasear tranquilamente, por fortuna, a sabiendas de que ningún sacerdote lanzará a ningún fanático asesino contra su persona.   Pues por mucho menos, por un corto de diez minutos en el que no se ve más que a una mujer musulmana orando y dirigiendo a Alá sus quejas por la humillación a la que se ven sometidas las mujeres musulmanas (tres historias, una de una joven violada por su tío en su propia casa, el de una mujer casada por la fuerza y maltratada, y el de una mujer azotada sistemáticamente), no sólo en sus países, sino también en los nuestros, donde sin embargo hay leyes que castigan esos desmanes, por eso, han matado a Van Gogh sin que los cineastas españoles, inmersos en su mala educación, se hayan dado cuenta de nada.
0
comentarios