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ECONOMÍA

Los sindicatos generan paro

España cuenta con una de las legislaciones laborales más rígidas y arcaicas del mundo desarrollado. De ahí, precisamente, que la tasa de paro supere ya de largo el 20%, la más elevada de la Unión Europea. Pese a ello, los sindicatos no se apartan de su meta: condenar a millones de trabajadores al desempleo masivo y, por tanto, a la miseria.


	España cuenta con una de las legislaciones laborales más rígidas y arcaicas del mundo desarrollado. De ahí, precisamente, que la tasa de paro supere ya de largo el 20%, la más elevada de la Unión Europea. Pese a ello, los sindicatos no se apartan de su meta: condenar a millones de trabajadores al desempleo masivo y, por tanto, a la miseria.

Aprovechándose del poder que les otorga la Constitución con la falaz etiqueta jurídica de "agentes sociales", los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, acaban de registrar en el Congreso una iniciativa legislativa popular con el único fin de tumbar la reciente e insuficiente reforma laboral. Su particular proposición de ley para un "empleo estable y con derechos" pretende reasegurar las rigideces impuestas durante la dictadura franquista. Y es que la clave de su propuesta, en la que abundan las sandeces, es el fortalecimiento de los convenios colectivos, para impedir por todos los medios que las empresas puedan descolgarse libremente de los mismos.

La figura del convenio colectivo es la cadena que impide a nuestra economía adquirir la flexibilidad que necesita para volver a generar empleo. El que los sindicatos y la patronal impongan determinadas condiciones salariales y laborales a millones de trabajadores y empresarios, con independencia de sus necesidades específicas, supone una completa aberración jurídica y económica, aparte de una injusticia moral. Esta especie de molde colectivo, ideado para favorecer los intereses de los sindicatos obreros y empresariales, hace las veces de corsé opresivo de nuestro mercado laboral, que lo que necesita es precisamente todo lo contrario, librarse de semejantes ataduras.

Las pruebas son más que evidentes. España, ya le hemos dicho, padece un paro de en torno al 21%, y el número de personas que engrosan las filas de los parados de larga duración no deja de crecer, con lo que eso revela de lo difícil que es reincorporarse al mercado laboral. De mantenerse esta situación en el tiempo, el principal problema en las encuestas ya no será el paro, sino la marginación y la pobreza.

Los convenios colectivos dificultan en gran medida la necesaria reducción de los salarios. Los sindicatos siguen abogando por el aumento de los salarios, pese a la coyuntura económica que padecemos, con el argumento de que el incremento del poder adquisitivo de la gente hará subir la demanda agregada y, por tanto, las ventas, lo que daría inicio a la reactivación económica. Pero en realidad sucede todo lo contrario. España no necesita que algunos ganen más, sino que sus millones de desempleados encuentren trabajo, para que puedan así obtener unos ingresos regulares.

El empleo no es más que otro factor de producción. Y si se encarece en un momento en el que los puestos de trabajo escasean, resulta evidente que aumentará el paro.

La clave radica en la engañosa utilización de términos tales como demanda y oferta agregada. La economía es una materia mucho más compleja y sofisticada, y nada tiene que ver con los modelos estáticos propios de la ciencia económica dominante. Tal y como explica Hayek en Sindicatos, ¿para qué?,

si bien la posibilidad de vender cantidades diferentes de una sola mercancía depende, naturalmente, de la magnitud de su demanda, la posibilidad de vender un conjunto de gran variedad de diferentes mercancías no tiene relación sencilla con la suma de las demandas de todas ellas juntas. Si la composición o distribución de la demanda de los diversos productos es muy distinta de la composición o distribución de la oferta, ninguna magnitud de demanda total asegurará que el mercado se liquide. Cuanto mayor sea la diferencia entre la composición de la demanda y la composición de la oferta, tanto menos podrá conseguirse una correspondencia entre el conjunto de la demanda y el conjunto de la oferta, salvo mediante un cambio en las cantidades relativas, lo cual, a su vez, sólo podrá lograrse mediante un cambio en los precios relativos de los diferentes productos y servicios, comprendidos los salarios.

Es decir, la tasa general de empleo dependerá del grado de correspondencia entre la distribución de la demanda y la de la oferta. Y es precisamente la distribución de la oferta la que deberá adaptarse a la de la demanda. Dicho ajuste en la estructura productiva dependerá, a su vez, de la flexibilidad de los precios relativos, ya que son éstos, y particularmente los salarios, los únicos capaces de producir ese cambio continuo de la distribución de la oferta para que pueda adaptarse a la distribución de la demanda. De nuevo y para concluir, Hayek:

Es esta incesante adaptación de los salarios relativos a las magnitudes siempre variables, en las cuales la demanda igualará a la oferta en cada sector, lo que se han empeñado en impedir los sindicatos.

 

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