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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Los símbolos nacionales

La impresionante y bienvenida manifestación del 3 de febrero contra ETA no sólo ha asustado y enfurecido al Gobierno, al PSOE y a sus gitons de El País, sino que les ha hundido en el más total de los ridículos. Y, como se suele decir, el ridículo mata.

La impresionante y bienvenida manifestación del 3 de febrero contra ETA no sólo ha asustado y enfurecido al Gobierno, al PSOE y a sus gitons de El País, sino que les ha hundido en el más total de los ridículos. Y, como se suele decir, el ridículo mata.
Mikel Buesa y Antonio Aguirre, en la cabecera de la manifestación del 3F.
Estos señores que nos desgobiernan, por voz de López Garrido, comunista convertido en mayordomo de la socialmafia carpetovetónica, acusan al PP de "apropiación sectaria de los símbolos nacionales", que pertenecen a todos. Por lo tanto, obviamente, también al PP, a sus militantes, simpatizantes y votantes; y a los que sin ser nada de eso están hasta la coronilla de los crímenes y del chantaje etarras, y del permanente striptease de este Gobierno que se baja los pantalones ante ETA.
 
Pasándose de listo, el alelado portavoz del Gobierno da argumentos supuestamente jurídicos para condenar esa "apropiación de los símbolos", y en concreto del himno nacional. Hace alusión a un decreto del 11 de octubre de 1997, con Aznar de presidente, que reguló las ocasiones en que los herederos de Bartolomé Pérez Casas, autor de la Marcha de los Granaderos, cobrarían derechos; o sea, en todas las manifestaciones y fiestas oficiales. ¡Serán becerros, para emplear tales argumentos! Jamás nadie ha prohibido, ni siquiera imaginado prohibir, que se cantara esa marcha, o himno, tras una victoria española en un partido de fútbol, pongamos, y aún menos en una manifestación en la que la unidad de la nación y el patriotismo tenían un carácter algo más serio.
 
Se puede estar en contra el patriotismo, considerarlo obsoleto, claro que sí; pero es de bellacos destruir España y, al mismo tiempo, reivindicar el monopolio de los símbolos nacionales. En cuanto a la bandera, de la que nadie cobra derechos de autor, ni siquiera Zapatero, cabe preguntarse si sólo existe cuando la queman los etarras.
 
Luis María Anson tiene razón cuando lamenta que esa fenomenal manifestación no se organizara un mes antes (El Mundo, 06-II-07). Parece pensar que esa manifestación, "un mes antes", hubiera podido llegar hasta la Moncloa y desbancar a Zapatero, que estaba grogui después del atentado de Barajas. Pues yo, que soy mucho más viejo que Luis María, y aunque admire su juvenil entusiasmo, que le impulsa a añorar algo así como la toma del Palacio de Invierno pero en versión terciopelo checo, pienso que, igual que una sola golondrina no hace primavera (proverbio chino), una sola manifestación no tumba un Gobierno: porque, a fin de cuentas, en las democracias parlamentarias (y España, pese a todo, sigue siendo una de ellas) son las urnas lo que decide todo (un todo relativo y temporal).
 
Ciertamente, el PP debe espabilarse, y hubiera debido organizar esa manifestación antes; y, aunque no soy adivino, creo poder afirmar que hubiera sido aún más impresionante. En política, la oportunidad, el momento, desempeña siempre su papel. Todo ello, con vistas a las próximas elecciones, se entiende.
 
Estoy, en cambio, totalmente en desacuerdo con Anson cuando escribe que el PP, para lograr la mayoría absoluta, debe obligatoriamente buscar alianzas con el PNV y CiU. No por "sectarismo", sino, sencillamente, porque es imposible. ¿Cómo podría tragarse el Estatut el PP, que además –o, más bien, al fin– está oficialmente puesto en tela de juicio constitucional? De lo que peca el PP en Cataluña, con Piqué a los mandos, es precisamente de todo lo contrario, de exagerado "seguidismo" hacia CiU, lo que le hace perder votos en cada convocatoria electoral y alienta movimientos legítimos de protesta, como el que derivó en la creación del Partido de la Ciudadanía. El hecho de que el PP y CiU pertenezcan a la misma Internacional, como recuerda Anson, no significa absolutamente nada, dado que dicha Internacional no es nada.
 
En cuanto al PNV, seamos serios, porque si apoyó al Gobierno Aznar en su primera legislatura –como CiU–, fue un "apoyo" chantajista, en materia de enseñanza, de bilingüismo y muchas más cosas (que se lo pregunten si no a Vidal-Quadras, a Esperanza Aguirre o a María San Gil, por ejemplo); hoy, frente a un Gobierno sólo "jurídicamente" español, que cede siempre, las exigencias del PNV, como es lógico, aumentan considerablemente, en el mismo sentido que las de ETA, y su reparto de papeles en la obra de destrucción de España es diferente, pero mucho peor.
 
Un nuevo ejemplo: ETA, por boca de Otegui, hace una "propuesta", que suena como amenaza, e inmediatamente, como era de esperar, el Gobierno y el PSOE aceptan encantados; con una sola reserva formal: todo lo que queráis, pero, por favor, dejad las pistolas en el vestíbulo.
 
Esta "propuesta", que se presenta como sorprendente y novedosa, es lo de siempre: comerse Navarra, pero "pacíficamente", merced a un simple acuerdo entre ETA y Rodríguez, y pasando, como sea, por encima de la voluntad de los navarros, que quieren mantener su actual estatus foral y para nada convertirse por la fuerza en "vascos", como ya lo han expresado en anteriores elecciones.
 
Arnaldo Otegi.Buen chico, angelical casi, Otegui declaró que no exigía del Gobierno que les ayudara a conquistar tres departamentos franceses (¿Por qué sólo tres? Puestos a conquistar, ¿por qué no cuatro, o cinco?). Pero queda claro que cuenta con el apoyo del Gobierno en sus futuras "negociaciones" con París. Y este aquelarre nacionalista es acogido favorablemente, ¡y hasta se lo aplaude en el PSOE y el Gobierno!
 
En una palabra: las cosas no pueden seguir así, porque la estafa del Gobierno, del PSOE, de los partidos "periféricos", y las capeas mediáticas para distraernos de lo esencial, ya no funcionan. Hablemos claro: nosotros, o sea la mayoría de los españoles, no aceptamos que ETA logre sus objetivos, bien mediante atentados, bien mediante la amenaza de cometerlos, mientras que el Gobierno dice y repite: si es sin bombas, de acuerdo, todo es posible.
 
Pues no: Navarra es Navarra, los departamentos franceses en cuestión siguen siendo Francia y, sobre todo, España es España. Y si en Cataluña, ya que los nacionalistas no ponen bombas, los métodos son diferentes, la meta es la misma: pretenden conquistar "pacíficamente" Perpiñán, Valencia, Baleares... ¡y lo que te rondaré, morena!
 
Pues no. Y puesto que todo debe, lógica y democráticamente, zanjarse mediante elecciones, no se trata de hacer cambalaches con la cúpula podrida de CiU y PNV, sino de convencer a la mayoría de los españoles que viven en Cataluña, Asturias, Vizcaya, Alicante o Segovia de que otra política es posible; de que es posible vencer el terrorismo y ganar las elecciones. Posible, pero nada seguro: nos esperan días tremendos, más graves que la gripe aviar, o los sustos que provoca Al Gore para hacerse millonario.
 
Volviendo al principio, o sea a la manifestación: si bien es cierto que una no basta para tumbar un Gobierno, tampoco puede descartarse el ejemplo de los checos o los ucranianos, es decir, una manifestación que dure días y días, hasta lograr la convocatoria de elecciones anticipadas.
 
Siempre queda el recurso de los tanques (no grites, Alberto); desde luego, es el último recurso. Pero bueno: el Gobierno británico lo utilizó en Irlanda del Norte sin convertirse por ello en una dictadura, y logró que el IRA entregara sus armas (nadie las entrega si no es por la fuerza) y que la situación, allí, sea ahora infinitamente mejor que hace quince años.
 
Pueden seguir mirando por la ventana para saber si hay nieve, o ir al cine, en eso estamos, pero no podemos seguir así.
 
Y el Rey, mudo.
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