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EL COMPLEJO INDUSTRIAL DEL MIEDO

Los acojonadores

Me avergüenzo de mi profesión. En vez de informar de aquello que puede ser verdaderamente peligroso, los periodistas especializados en consumo nos dedicamos a dar la voz de alarma sobre productos, situaciones, etcétera, cuya peligrosidad es más que dudosa.

Me avergüenzo de mi profesión. En vez de informar de aquello que puede ser verdaderamente peligroso, los periodistas especializados en consumo nos dedicamos a dar la voz de alarma sobre productos, situaciones, etcétera, cuya peligrosidad es más que dudosa.
Comencé a darle vueltas a este asunto con motivo de una entrevista que le hice a Ralph Nader hace unos años, antes de que dejara de hablarme. A Nader le preocupaba casi todo. ¿Los alimentos? "Pueden pudrirse sin que los hayas sacado de tu propia nevera". ¿Los pollos? "Están saturados de pesticidas, herbicidas y fungicidas". ¿Los aviones? "Su mantenimiento es inadecuado". ¿Las alfombras? "Son nidos de mugre. Y eso significa contaminación doméstica ambiental". ¿El café? "La cafeína no es muy buena para usted".
 
Y así todo el rato. El mero hecho de entrevistarlo era una empresa agotadora. Los tipos como Nader son el combustible con que funciona el Complejo Industrial del Miedo, esa yunta de activistas, burócratas y abogados litigantes que se forran a base de aterrorizar a la gente.
 
Los medios deberían mostrarse escépticos ante las profecías apocalípticas de esta banda, pero rara vez proceden así. En mi programa de televisión, 20/20, hemos emitido reportajes terroríficos sobre los peligros que acechan tras las trituradoras de papel, las porterías de fútbol, los teléfonos móviles, etcétera. Siempre hay una punta de verdad: alguien resultó herido, un informe detectó tal riesgo..., pero muy rara vez ponemos el peligro en perspectiva; todo lo contrario: ponemos el grito en el cielo a las primeras de cambio, entre golpes de efecto formidables.
 
A veces ni siquiera manejamos bien las cifras. ¿Se acuerda del "verano del tiburón"? Fue ridículo. Aquel año, el número de ataques apenas varió con respecto a los precedentes. Pero en los precedentes había elecciones o juicios como el de O. J. Simpson que cubrir. Por no haber, no había ni líos de faldas. Así las cosas, Time dedicó una de sus portadas al "verano del tiburón".
 
Los medios deberían haber puesto en perspectiva los peligros relacionados con los tiburones. Pero no lo hicieron.
 
Si usted nos hace caso, andará pensando que Estados Unidos está sufriendo una "epidemia de cáncer" por los pesticidas, los aditivos y demás productos químicos misteriosos. Pero resulta que la incidencia del cáncer está disminuyendo, y que las tasas de mortalidad llevan años cayendo. Las buenas noticias no reciben mucha atención. Y es que los grupos de interés no encuentran la manera de sacar tajada de ellas.
 
¿Se acuerda de la campaña contra los implantes de pecho? Hubo activistas y abogados que dijeron que la silicona provocaba enfermedades como el lupus o el cáncer de mama. Connie Chung perpetró un reportaje dantesco para la CBS, la Agencia Federal para los Medicamentos (FDA) prohibió las prótesis de silicona y miles de mujeres se convencieron, de la noche a la mañana, de que sus problemas médicos derivaban de las prótesis que se habían puesto.
 
¿Cómo reprochárselo? El Complejo Industrial del Miedo les decía que estaban siendo lentamente envenenadas. El abogado John O'Quinn contribuyó a extender el miedo... y, de paso, puso el cazo: demandó numerosas veces a los fabricantes de prótesis, hasta que consiguió que abonaran a sus clientes más de 1.000 millones de dólares. Fortune calificó a O'Quinn y a su socio de "abogados del demonio". A O'Quinn no le gusta hablar de cuánto dinero se embolsó con tales demandas, pero ahora es tan rico como para permitirse tener un galpón con 900 coches de lujo.
 
Luego de que las demandas de O'Quinn y compañía provocasen la quiebra del fabricante de prótesis Dow Corning, y luego de que muchas mujeres cayeran presas del pánico ­–las hubo que llegaron a abrirse ellas mismas el pecho para extraer los implantes–, los científicos empezaron a decir que no hay evidencia alguna de que la silicona provoque cáncer o enfermedades autoinmunes.
 
La FDA ha vuelto a autorizar los implantes de silicona, y miles de mujeres están implantándose prótesis, prótesis con la misma silicona que se empleaba antes...
 
¿Ha pedido perdón O'Quinn por aterrorizar a las mujeres y mandar a la quiebra a la empresa Dow Corning? No. ¿Ha devuelto el dinero que se embolsó? Por supuesto que no. Sería el primer abogado en hacer semejante cosa. Todo lo contrario: O'Quinn ha optado por poner en el disparadero a los autores de los informes médicos. "¿Quién compra y paga esa ciencia?", me dijo una vez, indignado. Me dijo más: que se sentía orgulloso de pleitear contra empresarios ricos...
 
Los periodistas confían en abogados como O'Quinn, en burocracias como la FDA y en grupos de presión como el de Nader, dedicados a hacer sonar las alarmas y "ensuciar" a las malvadas empresas. Deberíamos, repito, ser más escépticos. El Complejo Industrial del Miedo tiene sus propias motivaciones para hacer lo que hace.
 
 
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