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LIBERALISMO

Lo mejor del capitalismo

La riqueza y el capitalismo van de la mano. Los países capitalistas, aquellos que disfrutan de mayor libertad económica, consiguen mejorar la salud, la educación y la calidad de vida de sus gentes. En ellos hay menos paro, los salarios son más altos y las tasas de crecimiento son superiores. Y como tienen menos impuestos, aranceles y regulaciones, no sólo gozan de mayores niveles de inversión y productividad, también padecen menos la corrupción, ese mal endémico en América Latina.

La riqueza y el capitalismo van de la mano. Los países capitalistas, aquellos que disfrutan de mayor libertad económica, consiguen mejorar la salud, la educación y la calidad de vida de sus gentes. En ellos hay menos paro, los salarios son más altos y las tasas de crecimiento son superiores. Y como tienen menos impuestos, aranceles y regulaciones, no sólo gozan de mayores niveles de inversión y productividad, también padecen menos la corrupción, ese mal endémico en América Latina.
Se suele creer que lo mejor del capitalismo es su mayor eficiencia frente a los regímenes estatistas. No es así: el capitalismo tiene atributos más importantes. Su mayor eficiencia es quizás su segunda ventaja frente a los sistemas de planificación central. La primera y principal, a menudo olvidada por sus defensores, es de orden moral.
 
La génesis del capitalismo es el comercio. Y es bien sabido que el intercambio pacífico y voluntario entre los pueblos, el libre comercio, es la piedra angular sobre la que se asienta desde hace miles de años la armonía, el respeto y la paz entre los seres humanos.
 
Para obtener lo que querían, los pueblos nómadas, cazadores y recolectores podían hacer la guerra o comerciar; es decir, asaltar, quemar y robar o intercambiar pacíficamente sus bienes. El intercambio voluntario y pacífico, base de la división del trabajo, la cooperación social y la especialización en el capitalismo, requería de los hombres primitivos el reconocimiento y respeto de los derechos de propiedad de los demás.
 
La ventaja del capitalismo surge de los sencillos principios morales que operan en el mercado, principios gracias a los cuales, a pesar de la natural desconfianza entre personas y grupos desconocidos, los acuerdos requieren sólo unas mínimas virtudes, como la honestidad, el cumplimiento de los contratos y el respeto por la propiedad ajena. Todas las culturas promueven estos valores.
 
El capitalismo, lejos de suscitar la codicia y la mezquindad, induce a las personas a mostrar una clara conducta moral. Los costos de transacción son menores, y los beneficios mayores, cuando se opera en un marco de confianza e integridad. Por eso los empresarios valoran tanto la reputación. El valor de marca suele ser un activo de primer orden.
 
El capitalismo nos exige estar atentos a los deseos y necesidades de nuestros semejantes. Pero no se trata de una exigencia compulsiva, como bajo el socialismo, sino que obedece al deseo natural del indivuduo de mejorar su condición. Las personas sólo pueden mejorar su condición favoreciendo a otras a través de la producción y el intercambio de bienes y servicios más baratos y que mejoren la calidad de vida de los interesados.
 
El bienestar de unos está indisolublemente ligado al bienestar de otros. Las personas que más prosperan y se enriquecen y más bienes acumulan son, entonces, las que mejor sirven a sus semejantes. Hacen fortunas quienes mayores beneficios aportan a los demás, ya sea inventando continuamente, para ofrecer nuevos productos de mejor calidad y más baratos, ya sea suministrándoles los bienes que necesitan con mayor urgencia.
 
El capitalismo tiene sus graves deficiencias, como todo lo humano, pero su naturaleza benévola tiende a restringir los posibles abusos penalizando a unos y beneficiando a otros. La medida del éxito surge del cálculo económico. Obtienen ganancias quienes logran incrementar el bienestar social y sufren pérdidas quienes destruyen la riqueza social. Quienes reciben los mayores beneficios no son los más deshonestos, sino los más eficientes, esforzados e innovadores; quienes mejor satisfacen los deseos más urgentes de los consumidores.
 
Pero lo más importante del capitalismo es su orden pacífico de cooperación social, sustentado en los principios morales que impone.
 
 
© AIPE
 
PORFIRIO CRISTALDO AYALA, corresponsal de AIPE en Paraguay y presidente del Foro Libertario.
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