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LA ESCUELA DE SALAMANCA

Las raíces del capitalismo

La Iglesia Católica en América Latina tiende a rechazar el capitalismo porque cree que es más propio de protestantes y anglosajones. Este error nace con Max Weber, fundador de la sociología moderna. En su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), Weber advierte que, a diferencia de los países nórdicos, la Europa mediterránea estaba condenada al atraso debido a sus bases católicas. Estaba errado. En los últimos tiempos, los países católicos europeos progresaron con el capitalismo más que los países protestantes.

La Iglesia Católica en América Latina tiende a rechazar el capitalismo porque cree que es más propio de protestantes y anglosajones. Este error nace con Max Weber, fundador de la sociología moderna. En su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), Weber advierte que, a diferencia de los países nórdicos, la Europa mediterránea estaba condenada al atraso debido a sus bases católicas. Estaba errado. En los últimos tiempos, los países católicos europeos progresaron con el capitalismo más que los países protestantes.
Alvin Langdon Coburn: MAX WEBER (detalle).
Max Weber también se equivocó sobre los orígenes del capitalismo. Al parecer, desconocía que el liberalismo económico surgió no con los calvinistas, sino mucho antes. Los escolásticos españoles, jesuitas y dominicos, que enseñaban moral y teología en la Universidad de Salamanca descubrieron, ya en el siglo XVI, las bases del capitalismo y los principios del mercado competitivo. Se adelantaron en más de un siglo a Adam Smith, como revela Murray N. Rothbard en su Historia del pensamiento económico.
 
Más importante, los escolásticos no cayeron en el clásico error de Adam Smith, que postuló la "teoría laboral del valor", según la cual el trabajo invertido en producir un bien determina su valor. No es así. Si el producto no es demandado en el mercado, pese a haber costado mucho trabajo, no vale nada. El error de Smith tuvo nefastas consecuencias. Un siglo más tarde llevó a Marx a exponer su famosa "teoría de la explotación", según la cual los capitalistas se apropian injustamente del valor producido por los trabajadores.
 
El escolástico Diego de Covarrubias y Leyva (1512-1577), obispo de Segovia, expuso la correcta teoría subjetiva del valor tres siglos antes que los economistas. "El valor de una cosa –enseñaba– no depende de su naturaleza, sino de la estimación subjetiva de los hombres, incluso aunque tal estimación sea alocada". Esta teoría resuelve la Paradoja del Valor explicando que el diamante vale más que el agua –esencial para la vida– debido a su mayor escasez y demanda.
 
Juan de Mariana.Otro escolástico, Luis Saravia de la Calle, demostró en 1544 que los precios determinan los costos y no a la inversa, como algunos siguen sosteniendo. "El justo precio nace de la abundancia o falta de mercaderías, de mercaderes y dineros, y no de los costos, trabajos y peligros", explicaba. Sabía que lo que determina el valor en el mercado de los bienes y servicios ofertados son los actos cotidianos de los consumidores, que eligen entre uno u otro bien y servicio.
 
El padre jesuita Juan de Mariana (1536-1623) desarrolló la doctrina del tiranicidio como derecho natural. El gobernante no es dueño de los bienes de los ciudadanos; por ende, no puede imponer impuestos sin el consentimiento del ciudadano, ni expropiar arbitrariamente su propiedad, o crear monopolios estatales. El tirano "todo lo atropella y todo lo tiene por suyo", decía.
 
Mariana describe los graves efectos de la devaluación de la moneda (por la reducción del contenido de oro o plata de las mismas), que lleva al aumento de los precios. Una maniobra perversa de los gobiernos. Para evitar este impuesto –la inflación– que desorganiza la vida económica, proponía reducir el gasto público y eliminar la compra de favores políticos a cambio de privilegios, como hoy siguen haciendo nuestros gobernantes.
 
Los escolásticos sabían de la importancia de la libre competencia. Jerónimo Castillo de Bobadilla formuló la ley de la oferta: "Los precios de los productos bajan con la abundancia y la concurrencia de vendedores". Explicaron la inutilidad de pretender fijar precios o planificar la economía. El cardenal jesuita Juan de Lugo decía que el precio depende de tantos factores especiales que sólo Dios podía saberlo. Advertían que ninguna persona o grupo puede entender y evaluar acertadamente toda la información que emplea un mercado libre. Por eso los gobiernos no pueden planificar la economía u ordenar el mercado.
 
Si los católicos latinoamericanos aceptaran el rico legado de libertad económica de los escolásticos españoles, harían posible al capitalismo derramar el cuerno de la abundancia sobre los pueblos del continente.
 
 
© AIPE
 
Porfirio Cristaldo Ayala, corresponsal de la agencia AIPE en Paraguay y presidente del Foro Libertario.
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