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MEDICINA Y SALUD

Las picaduras del calentamiento global

El puñado de científicos disidentes que pone en tela de juicio los modelos matemáticos que vaticinan que la atmósfera terrestre se está calentando cuenta cada vez más con menos argumentos para defender su postura. La mayor parte de la comunidad científica asegura que nuestro planeta no sólo está experimentando un calentamiento global, sino que lo hace a una velocidad acelerada. Hace unos días, en un informe hecho público por el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) podía leerse que las temperaturas del planeta están subiendo dos veces más rápido de lo que se esperaba y que, si este ritmo se mantiene, el cambio climático podría acarrear consecuencias nefastas para el hombre antes de que nos despidamos de este siglo.

Cada año, ingentes toneladas de gases producto de la actividad humana, junto con las flatulencias del ganado y otras fuentes naturales, van a parar a la atmósfera. Estos efluvios gaseosos, llamados gases de invernadero, absorben como una esponja la radiación infrarroja procedente del sol. La luz y la radiación ultravioleta solar penetran la atmósfera y calientan la superficie terrestre. Esta energía es irradiada en forma de radiación infrarroja, la cual, debido a su gran longitud de onda, es absorbida por sustancias como el dióxido de carbono, el principal gas de invernadero que tiene su fuente contaminante en las fábricas y motores de automóviles. El resultado de esta absorción es un incremento de la temperatura de la Tierra y su sufrida atmósfera, lo que viene a denominarse calentamiento global.

Hasta un estudiante de educación básica podría recitar de carrerilla algunos de los problemas medioambientales asociados al efecto invernadero: subida de temperatura de los océanos, descongelación parcial de los casquetes polares, subida del nivel de los mares e inundación de muchas zonas habitadas de costas bajas. No dudaría mencionar que las condiciones meteorológicas se volverán más inciertas, y los temporales adoptarán una mayor virulencia.

Es muy probable que el alumno se dejara en el tintero algunas otras posibles consecuencias nefastas del calentamiento terrestre. Sin duda alguna, una de las mayores preocupaciones de los expertos está en conocer cómo incidirán las modificaciones climáticas en la agricultura. Los vaticinios son para perder el aliento. Un informe que acaba de hacer público en Amsterdam el Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA) alerta de que el calentamiento global se comerá literalmente en las próximas décadas la quinta parte de la producción agrícola en al menos 40 de las naciones más pobres del mundo: No hay que olvidar que en ellas vive un tercio de la población mundial y más de la mitad de los desnutridos del mundo. África subsahariana, la India, Bangladesh y Brasil serán las zonas más castigadas del cambio climático. Las regiones más favorecidas para los cultivos se moverán como las piezas del parchís, al antojo de las nuevas borrascas y los anticiclones. En el informe también puede leerse que el calentamiento afectará de forma desigual a los países ricos: unos se frotaran las manos al obtener un mayor rendimiento de sus cosechas y otros experimentarán una merma en su producción alimentaria. Éste es el caso de Australia, Bélgica, Reino Unido y Holanda.

Pero los daños no acabarán aquí. Los modelos informáticos predicen que el calentamiento global y las alteraciones climáticas suponen una amenaza para la salud. El aumento de temperaturas intensificará indefectiblemente la incidencia de muchas patologías. Para empezar, las olas de calor se harán más frecuentes y serán mas intensas. Algunos estudios en este sentido estiman que en ciertos lugares el número de muertes asociadas a las olas de calor se duplicará de aquí al año 2020. El calor sofocante favorecerá, además, la formación de nieblas ácidas y la dispersión de alergenos, sustancias responsables de las alergias.

Los desastres medioambientales ocasionados por el efecto invernadero alentarán la aparición, la reintroducción y la propagación de numerosas enfermedades infecciosas. De que esto ocurra se encargarán, en parte, los mosquitos. Las enfermedades transmitidas por estos insectos, como la malaria, la fiebre amarilla y el dengue, se cuentan entre las más preocupantes de cuantas van ligadas al calentamiento terrestre. Recordemos que los mosquitos ingieren los microbios al chupar la sangre de un animal o persona infectados. El agente patógeno se reproduce en el interior del mosquito, que recibe el nombre de vector, y continúa su andadura infecciosa cuando el insecto pica a su próxima víctima.

El calor es el gran aliado de los mosquitos; el frío, su enemigo. Las heladas invernales matan muchos huevos, larvas y adultos, lo que reduce considerablemente la población de estos insectos durante la primavera y el verano. El mosquito Aedes aegypti, que transmite la fiebre amarilla, transmite el virus muy raramente allí donde las temperaturas caen por debajo de los 10 grados centígrados. Algo similar puede decirse para los mosquitos Anopheles, que transmiten el parásito del paludismo (Plasmodium): únicamente causan brotes prolongados de malaria cuando la temperatura ambiental sube por encima de los 15 grados.

Los meteorólogos prevén que el calentamiento global comportará cambios múltiples en las tierras altas: las plantas, mosquitos y enfermedades que transmitan remontarán cotas antaño demasiado frías para ellos. Lejos de ser agoreras, las previsiones ya se están cumpliendo. Los científicos creen que el asentamiento del virus del Nilo Occidental en la zona metropolitana de Nueva York en el año 1999 pudo deberse a una ola de calor y unas condiciones meteorológicas extremas que coincidieron en el mes de julio: una vez que aparecieron los primeros mosquitos con el virus del Nilo Occidental, el calor promovió la rápida proliferación de los agentes virales en su interior, que primero pasaron a las aves y de éstas a los humanos, a través de las picaduras de insectos infectados. El fenómeno oceánico conocido como El Niño, que se materializa aproximadamente cada 5 años ante las costas de Perú, también es aleccionador: la incidencia de enfermedades mediadas por mosquitos y otros vectores, así como por las aguas contaminadas, asciende durante los años de El Niño, sobre todo en las zonas afectadas por sequías e inundaciones. Por último, numerosos estudios corroboran que estos insectos han conquistado tierras que han experimentado una subida de temperatura en los últimos 15 años. Éste es el caso de las tierras altas de Etiopía, Ruanda, Tanzania y Papúa Nueva Guinea, donde se han disparado los casos de Malaria. El mosquito de la fiebre amarilla vuela sobre las cabezas de lo habitantes de las tierras altas septentrionales de la India. Y el dengue, que es transmitido por el mosquito tigre asiático, se ha extendido por Taxco, en México; y por San José, en Costa Rica. Precisamente, de este último insecto se habla en las páginas del último número del Journal of Medical Entomology. "Nuestra investigación muestra que, al igual que otros mosquitos, esta especie se reproduce con mayor eficacia a medida que aumenta la temperatura", dice Barry Alto, entomólogo de la Universidad de Florida y coautor del estudio. "Si el calentamiento global no se frena, el mosquito tigre puede hacerse común en lugares donde hoy no existe", añade Alto.

Originario del Este asiático, el mosquito tigre se ha propagado rápidamente a otras partes del mundo durante las dos últimas décadas. Lo ha hecho de una forma muy curiosa: depositando sus huevos en los neumáticos destinados a la exportación. "De este modo, el insecto, conocido científicamente como Aedes albopictus, ha alcanzado las regiones más calurosas de Norteamérica, Sudamérica, Europa y África", explica Alto, que cree que el mosquito seguirá conquistando terreno, a medida que avanza el calentamiento global. Efectivamente, los entomólogos de la Universidad de Florida han criado estos mosquitos a tres temperaturas diferentes: 22, 24 y 26 grados centígrados. Pues bien, el mayor éxito reproductor se obtuvo en la población que soportó la temperatura mayor". Sobran las palabras.
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