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Las deudas del pasado

Sue Grafton enhebra las andanzas de la simpática detective Kinsey Millhone siguiendo un plan, el de las veintisiete letras del alfabeto, que dan título a cada nueva entrega. ¿Qué pasará cuando llegue a la Z? Ninguno de nosotros soportaría tener un plazo fijado para su muerte, así que no me imagino a Kinsey Millhone, que se autodefine como indisciplinada, individualista y rebelde, desapareciendo sólo porque se acabó el abecedario. Mientras tanto, como si el personaje se le fuera imponiendo a la autora, ésta confiesa en el prólogo que ha tenido que congelarlo en el tiempo. Kinsey no envejece como los demás, por si a algún conspicuo lector se le ocurría echarle las cuentas, y continúa sobreviviendo a los años setenta, cosa por lo demás corriente en nuestro mundo de adultos medio desestructurados por aquella época.

Situada en este punto de mira, nuestra detective se enfrenta a fantasmas que siguen recorriendo su país y el nuestro: las revueltas políticas en torno a la guerra de Vietnam, y los excesos de una juventud que creyó en demasiadas cosas. "Pensaba que era una mujer madura, pero era idiota e inexperta. Tenía poco criterio y no me enteraba de casi nada", se nos dice de forma lapidaria, como un manifiesto posgeneracional que tantos suscribirían.

De todas las novelas de la saga, ésta es probablemente la que más indague en los recovecos personales del personaje central. Si el detective se configura en la novela policíaca moderna como un antihéroe, Sue Grafton aporta el añadido de antiheroicidad que sólo las mujeres transmiten con cierta alegría. Cuando no se apuntan hipócritamente a ninguna épica, ni siquiera a la de lo femenino, son las primeras en constatar la miseria de su vida cotidiana. Kinsey Millhone corre como una posesa por las mañanas, se agota en tablas horrendas de gimnasia para, a renglón seguido, caer en las hamburguesas triples, las peleas con el espejo o la comprobación de una soledad que continúa doliendo. Pero también está la otra parte, la del coraje y la autoexigencia moral con los que se enfrenta a un mal que esta vez le roza muy de cerca.

El punto de partida de la investigación es el atentado que ha sufrido su ex marido, ausente de su vida diez años, a manos de un desconocido. El descubrimiento no tan fortuito de una carta que nunca llegó a su destino, le recuerda que también es una obligación moral cerrar las puertas que quedaron abiertas, antes que el tiempo se lo lleve todo. Como un deber pues, y no como un caso profesional, emprende Kinsey Millhone su viaje al pasado y también como un homenaje a las huellas que todo amor deja, antes del desastre. En una hermosa reflexión final, reconoce su deuda y puede por fin cerrar el caso. En medio quedan la intriga, la capacidad de la autora para el análisis sociológico, el hábil despliegue de la trama y esa inquietante sensación de peligro que Sue Grafton consigue que se pegue a nuestra piel a lo largo de las páginas.

Sue Grafton, O de odio, Tusquets Editores, col. Andanzas, Barcelona 2000

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