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LOS UNGIDOS

Las fronteras y los políticos

Las barreras fronterizas las construyen los políticos para tratar de impedir el libre flujo de personas, ideas, productos y servicios bajo la excusa de que de esa manera benefician a sus compatriotas. Yo, en cambio, soy de los que creen que viviríamos en un mundo más civilizado, más próspero, más seguro y mucho menos agresivo si en lugar de esos muros y barreras arancelarias existieran simples líneas de demarcación en los mapas.

Las barreras fronterizas las construyen los políticos para tratar de impedir el libre flujo de personas, ideas, productos y servicios bajo la excusa de que de esa manera benefician a sus compatriotas. Yo, en cambio, soy de los que creen que viviríamos en un mundo más civilizado, más próspero, más seguro y mucho menos agresivo si en lugar de esos muros y barreras arancelarias existieran simples líneas de demarcación en los mapas.
Esos mismos políticos y gobernantes, envueltos en su bandera nacional, dedican sus mayores esfuerzos, e inmensas cantidades de dinero proveniente de los impuestos, a arremeter contra la soberanía de otros países. Esa explosión de agresividad y propaganda oficial que a diario emana desde docenas de capitales del mundo plantea un escalofriante comienzo para el siglo XXI.
 
¿Por qué sucede ahora? Me temo que un creciente número de políticos y burócratas se han contaminado del vicio enfermizo de influir, manipular, cambiar y hasta imponer lo que se debe hacer en otros países, luego de sus bien remuneradas pasantías por organismos como la ONU, el FMI, el Banco Mundial, el Movimiento de los No Alineados, la UE, la OTAN, la OEA, el BID, la OCDE y demás. Allí se convencieron de que solamente ellos, los burócratas que manejan ese creciente número de organismos multinacionales, saben realmente lo que conviene a cada país y al mundo entero, por lo que se dedican a imponer el "bien", por las buenas o por las malas, a la Humanidad entera.
 
Lord Acton.Algunas veces, tardíamente, se dan cuenta de sus errores, como acaba de suceder con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que después de varias décadas y de millones de muertes innecesarias por malaria admitió, a mediados de septiembre, la eficacia del DDT a la hora de salvar vidas. Los países tropicales más pobres son los más afectados por esa enfermedad, pero hasta ahora se les negaba toda ayuda extranjera si sus gobiernos permitían el uso del DDT.
 
Lord Acton nos advertía, en el siglo XIX: "El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente". Y es precisamente eso lo que observamos hoy en pequeños países del Tercer Mundo y, también, en las grandes naciones desarrolladas. Así, presidentes y jefes de Estado, embriagados de poder, utilizan los organismos internacionales, la defensa nacional y la lucha contra el terrorismo para ampliar su autoridad, con lo que perjudican las libertades civiles de sus conciudadanos, a la vez que utilizan todos los instrumentos a su alcance para imponer sus ideas y proyectos más allá de las fronteras nacionales.
 
Recientemente vimos a muchos de ellos hablando desde el podio de las Naciones Unidas. Todos hablan, pero ninguno parece escuchar. Evo Morales, con una hoja de coca en la mano, afirmó que Bolivia no acepta chantajes ni amenazas a propósito de lo que produce. A Washington le preocupa mucho más su fracasada guerra contra las drogas que las confiscaciones y la abierta violación de los derechos de propiedad en Bolivia, Venezuela y Argentina.
 
La prioridad de George W. Bush es su mal concebido y peor ejecutado plan de imponer, por medio de una invasión militar, la democracia en Irak, disparando el odio de los pueblos islámicos hacia Occidente y hacia otras religiones. El Papa Juan Pablo II, inteligentemente, mantenía: "Se deben tender puentes en vez de levantar muros".
 
La reciente política de Washington hacia América Latina ha sido la peor que recordamos. Aunque ningún latinoamericano estuvo involucrado en el 11 de Septiembre, cada día se les dificulta más viajar o estudiar en Estados Unidos, lo mismo que ejecutar operaciones financieras, y a menudo se les trata como probables narcotraficantes o terroristas.
 
 
© AIPE
 
CARLOS BALL, director de AIPE y académico asociado del Cato Institute.
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